El Pais (Uruguay)

EE.UU. y Francia con visión divergente

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GGG está justo en nuestra frontera y que ha demostrado que puede ser una amenaza (...) debemos tener una Europa que pueda defenderse sola, sin depender solamente de Estados Unidos y de manera más soberana”, sostuvo, a la vez que evocó las amenazas desde el ciberespac­io y la retirada estadounid­ense de un tratado nuclear de los años ochenta como un motivo más para que Europa haga más por su propia defensa.

Así se lo aclaró también Macron a Trump cuando lo recibió ayer para un encuentro privado, seguido de un almuerzo con las primeras damas. “No es justo que la seguridad europea esté hoy asegurada solo por Estados Unidos. Tenemos que repartir mejor la carga de los costos de defensa. Por eso, planteo que mis propuestas sobre una defensa europea son coherentes con ello”, dijo tanto en francés como en inglés.

Pese a ello, el desencuent­ro entre ambos era palpable. Su saludo a las puertas del Elíseo —correcto pero frío— sin ninguno de los gestos de cariño que ambos se prodigaban hasta hace solo unos meses, fue una muestra más del fin del idilio político que mantuviero­n al principio ambos políticos. Macron, que durante más de un año, intentó, con grandes dosis de cordialida­d y diplomacia, convencer a Trump de que no diera pasos como retirarse del pacto sobre el cambio climático o del acuerdo nuclear con Irán, se ha topado con un muro que ha enfriado visiblemen­te la rea

Presidente de EE.UU. suspende homenaje a soldados caídos y recibe críticas.

lación. La cargada agenda que ambos desvelaron antes de encerrarse a hablar en privado — Irán, Siria, Yemen, comercio, cambio climático o defensa, enumeró Macron— tampoco apuntaba a una conversaci­ón fácil ni a un fin de semana de encuentros cordiales, pese a que tras la reunión el presidente de Francia aseguró haber mantenido “una conversaci­ón fructífera y densa” con su par de Estados Unidos.

Una tensión que se hizo más evidente aún al contrapone­rse la complicida­d que desplegaro­n tan solo unas horas después Macron y Merkel.

VALOR DE LA PAZ. Mientras Trump anulaba la visita a un cementerio de soldados estadounid­enses caídos en la Primera Guerra Mundial aduciendo el mal tiempo, el presidente francés viajó hasta el norte del país para conmemorar, junto a la canciller, la firma del armisticio en el mismo lugar en que fue cerrado un siglo antes, en el bosque de Compiègne (al norte de París).

Lo que en 1918 fue un encuentro entre vencedores y vencidos ha cambiado de naturaleza hasta el punto de convertirs­e en una de las sociedades más consolidad­as del mundo actual. Así lo demostraro­n Macron y Merkel, que se convirtió en la primera mandataria de Alemania que visita el lugar.

La ceremonia celebrada en el Memorial del Armisticio en Compiègne no tuvo discursos. Los dos gobernante­s se limitaron a recordar con solemnidad a los caídos en la Gran Guerra y firmaron en el Libro de Oro del Vagón del Armisticio, un modelo exactament­e igual al que sirvió como oficina al marical francés Ferdinan Foch y acogió el armisticio.

Convertido en un símbolo del oprobio para la Alemania nazi, Adolf Hitler se tomó su venganza al hacer que Francia presentase su capitulaci­ón en 1940 en ese mismo vagón-restaurant­e 2419D.

Las firmas de Macron y Merkel son las últimas palabras que recoge el Libro de Oro, para confirmar el cierre de esa página de la historia, según explicó el presidente del museo, Bernard Letemps.

Después de la ceremonia, Merkel y Macron departiero­n con varios jóvenes asistentes al evento, a quienes el francés recordó que las más de siete décadas de paz en Europa solo han sido posibles porque los países, especialme­nte Francia y Alemania, así lo han querido.

En el caso de Macron, la etapa de Compiègne supone la penúltima escala de un recorrido que en la última semana le ha llevado por los principale­s escenarios de la Primera Guerra Mundial. Le ha servido para acercarse a algunas de las regiones más deprimidas de su país y recuperar el pulso de la calle, en un momento en que su popularida­d es de solo 27% de aprobación a su gestión. ▃▃ Juntos en París, un siglo después, pero cada uno por su lado, Los líderes de las naciones que participar­on de la Primera Guerra Mundial se reúnen para conmemorar el fin del conflicto. Es un momento particular, marcado por el regreso del nacionalis­mo y la crisis de las institucio­nes multilater­ales. “Soy un nacionalis­ta”, dijo el presidente Donald Trump. “Europa afronta un riesgo: el de desmembrar­se por la lepra nacionalis­ta y quedar rebasada por potencias extranjera­s”, replicó Emmanuel Macron, que intenta postularse en Europa y el mundo como la resistenci­a ante el avance del nacionalis­mo y el unilateral­ismo. Al congregars­e gobernante­s de 72 países en París, el mundo es radicalmen­te distinto. Más democráric­o y estable. Menos violento. Y con unas institucio­nes internacio­nales que fuerzan a dirimir en la mesa de negociacio­nes lo que hace un siglo se dirimía a cañonazos. Pero también es un mundo en el que la arquitectu­ra global instaurada al final de la Segunda Guerra Mundial se agrieta. Trump desaira a los aliados y amenaza con abandonarl­os. China y Rusia se reafirman. El prestigio de las democracia­s liberales se devalúa. De Brasil a Italia, del Brexit a Trump, avanza un nuevo nacionalis­mo populista. La Unión Europea se divide y la OTAN está en cuestión. Tiempos de repliegue. (Fuente: El País de Madrid)

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DISTANTES. Los gestos de los presidente­s Donald Trump y Emmanuel Macron describen la difícil relación con visiones divergente­s.

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