Elecciones en EE.UU.
Uno de los aspectos que más sorprenden de los recientes comicios norteamericanos es que contrariando la tendencia imperante a resultados inesperados o poco previstos, esta vez la mayoría de los sondeos quedaron ratificados. Siguiendo una sancionada costumbre de las elecciones legislativas de medio tiempo en los Estados Unidos, el Partido del Presidente perdió su mayoría en la Cámara de Representantes mientras, dadas las características de la votación, donde sólo se renovaba un tercio del Senado, mayoritariamente en poder de legisladores demócratas, los republicanos mantuvieron o ampliaron levemente su mayoría en la Cámara Alta. Al tiempo que entregaron varias gobernaciones estatales, por más que conservando una leve mayoría en el total de las mismas. Todo previsible. Cosa distinta es determinar a quién favorecieron estas elecciones y por ende, cuáles serán sus consecuencias.
Con su particular modalidad, tan peligrosamente cercana a la psicopatología, si es que la misma ya no impera, el Presidente Trump las exhibió como su gran triunfo, que, como asimismo sugirió, le permitirá presentarse a una probable candidatura para el 2021. Todos los analistas coinciden que la exitosa marcha de la macroeconomía con cifras de desarrollo significativas y un alto porcentaje de ocupación, favorecieron al Presidente. Por más que también sea cierto, que pese a un factor tan decisivo, más de la mitad de los norteamericanos se mostraron contrarios a su gestión. El enojoso incidente que Trump mantuvo con dos periodistas en la conferencia de prensa destinada a comentar los comicios, reveló que en realidad el belicoso mandatario no parece sentirse tan feliz como manifiesta.
No puede estarlo; perder la mayoría legislativa, aunque sólo sea en una de las cámaras, no es cosa menor en una democracia. Supone que no podrá desarrollar sus programas sin la acquiescencia, con la que hasta ahora no ha contado, de los demócratas, especialmente en sus delirantes concepciones sobre la migración, el gran tabú de su mandato. O en sus poco generosos proyectos sobre la salud, donde pese a sus promesas no ha podido desmontar el Obamacare. A su vez, y esto es todavía más peligroso para sus intereses, la pérdida de la mayoría de la Cámara de Representantes, implica que de ahora en más podrá ser investigado, tanto en el espinoso tema de sus declaraciones impositivas, que no hizo públicas, como en lo referido a sus contactos con el gobierno de Putin para interferir en las elecciones. Un tema candente si lo hay, donde existe una investigación en curso, frenada en las cámaras.
De todos modos, en lo que respecta al futuro político del Presidente, estas elecciones no fueron decisivas. Resta saber si en el 2020 el voto urbano, instruido, tolerante, multicultural, femenino y joven se impondrá al voto rural, masculino y blanco o si ocurrirá lo contrario y Donald Trump será reelecto. Una confrontación entre la modernidad y el oscurantismo. Vaya en este sentido una muestra menor, pero que sintetiza su figura. El Sr. Presidente de la mayor potencia democrática del planeta, en insólita reacción, amenazó con que si los demócratas lo “investigan”, hará lo propio con quienes lo investiguen. Como si ante sospechas, investigar y ser investigado no fueran medidas elementales, mínimas, obligatorias y de rigor en cualquier democracia pensable. Salvo en la del Sr. Trump.
Perder la mayoría legislativa, solo sea en una cámara, no es cosa menor en una democracia.