LA EDUCACIÓN COMO ORGULLO FAMILIAR
María José Ferreira notaba que su hijo Matías Brachet (14 años) era algo “cuadradito” y no se trazaba metas a futuro. Había sido buen alumno en la escuela, pero estaba nerviosa porque sospechaba que no iba a poder guiarlo sola en su paso por el secundario.
Contar con un soporte extra en la crianza del adolescente le daba mayor seguridad. Así que cuando el Liceo N°22 invitó a Matías a integrarse al Programa Futuros Egresados de Cimientos sintió que la propuesta caía del cielo.
Matías cumplía con los requisitos exigidos por esta ONG a la hora de brindar apoyo educativo, afectivo y económico a jóvenes entre 12 y 15 para que finalicen el ciclo básico.
Los ingresos en el hogar de este alumno de primer grado del Liceo N°22 estaban por debajo de la canasta básica, la situación económica de su familia era vulnerable, y tanto él como su madre se comprometieron a asistir a las reuniones mensuales con la psicóloga Lucía Furtado, una de las cuatro tutoras de Cimientos.
Matías recibe $1.000 por mes para sus gastos personales, y gracias a esa cuota pudo ponerse brackets. De lo contrario, “hubiera sido imposible, porque solo trabaja mi esposo en casa, y sale carísimo”, dice María José.
El joven de 14 años solo se llevó geografía en 2017, y salvó la materia con 11 gracias a las pautas dadas por su tutora. El asesoramiento trasciende lo académico. Cuando María José se siente “perdida” acude a Lucía y “nos orienta en todo”.
La madre nota que “se le abrió mucho la cabeza. Desde que la tutora le empezó a preguntar qué quiere hacer en el futuro, Matías comenzó a fijarse metas. Él se conformaba mucho y entre las dos estamos trabajando para mostrarle opciones”.
Matías aún no tiene claro a qué se quiere dedicar, pero le comentó a su madre que “no quiere vivir del aire y sabe que no está solo. Eso para mí es básico”.
Valeria Salmain, vicepresidenta de América, la asociación civil que da soporte legal y jurídico a Cimientos, opina que trabajar codo a codo con la familia de los chicos es clave para que “terminen la trayectoria estudiantil de forma satisfactoria”.
Y agrega que la ONG procura que en el hogar no los inciten a trabajar y abandonar los estudios.
AHIJADOS. Cimientos atendió a 70 estudiantes del Liceo N°22 de La Teja a través de su plan piloto implementado ▃ Los cuatro tutores de Cimientos transmiten a los adolescentes que la vida se trata de saber aprovechar las oportunidades. Les dan soporte académico al ayudarlos con las materias, enseñarles a organizar el tiempo, y crearles hábitos de estudio, pero también contención emocional. “Para la mayoría de las familias que acompañamos, estos chicos son los primeros de su generación en terminar el ciclo básico; es un orgullo y los empodera un montón”, dice Valeria Salmain. y decidió anotarse porque la situación económica en su hogar era crítica. En esos tres años de programa encontró “un amigo”.
“Más allá de la beca económica que era de gran ayuda para mí, me acuerdo de tener cinco minutos de recreo e ir corriendo al altillo del liceo para poder conversar con mi tutora Sofía sobre cómo había sido mi día, y que ella me aconsejara”, cuenta Lucía.
Es que muchas veces el ámbito educativo pasa a un segundo plano, y las charlas se enfocan en cuestiones más personales. “Se trabaja desde lo emocional”, según Lucía Furtado.
La psicóloga agrega que “a veces ni siquiera sale el tema académico, y las dificultades no pasan por si al alumno le fue mal en un escrito, sino porque se mira al espejo y no se gusta”.
Si bien se sigue la trayectoria estudiantil y la escolaridad porque el objetivo es que los chicos salven las materias y culminen el ciclo básico, también se les brinda “herramientas para que puedan ser capaces de conectar con lo que sienten y quieren, y pensar por sí mismos”.
Salmain cuenta que se trabaja en las habilidades, capacidades,
El compromiso de los involucrados es alto: el 94% asiste a las reuniones mensuales.
La ONG trabaja con 165 niños de liceos públicos en situación económica vulnerable.
fortalezas y debilidades con miras a que adquieran “libertad para elegir el proyecto de vida que quieren”, y se les da material para que logren sortear los obstáculos y terminen el ciclo básico.
La tutora Lucía repite a los adolescentes que la vida se trata de cómo manejan las oportunidades que se les presentan, y les pide que perciban a Cimientos como una chance de apoyo académico y emocional.
Lucía Muñoz tomó ese mensaje al pie de la letra. Su situación económica era crítica y muchas veces se le cruzó por la cabeza dejar de estudiar y ponerse a trabajar para generar más ingresos, o quedarse en su casa con su hermano menor, así su madre podía conseguir un empleo “y aumentar el nivel económico de la familia, y no el educativo”.
El soporte de Cimientos fue para Lucía “un granito de arena” que la estimuló a seguir adelante, y además le recordaba que no debía abandonar el liceo.
Este año se inscribió para licenciarse como educadora social. Está segura de que no se le hubiera pasado por la cabeza matricularse en la universidad si Cimientos no se hubiera cruzado en su camino.
La experiencia la enriqueció tanto a nivel personal que hasta la motivó a elegir su profesión: “me gustó tanto el tema educativo y la vulneración de derechos que me voy a dedicar a eso”, afirma Lucía.