El Pais (Uruguay)

Roger Waters

- Ing. Qco. Gualberto Mato | Montevideo

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Mucho se ha escrito sobre Roger Waters y su arenga a favor de Palestina, su confuso discurso a favor de los charrúas, su camiseta solidarizá­ndose con los familiares, condenando el fascismo, etc.

Estoy seguro que Waters se fue de Uruguay sin saber bien si en realidad se solidarizó con los familiares de los charrúas o con los familiares de los desapareci­dos, o si los desapareci­dos eran charrúas; le suele suceder a los extranjero­s cuando se ponen a opinar sobre temas que les son totalmente desconocid­os.

Lo importante es protestar. Lo redituable es la protesta y el discurso fácil. Como dijo alguien en estos días, resulta que la protesta contra el sistema es parte del sistema y deja mucha plata.

Pero lo que nadie se preguntó y yo quiero hacerlo en esta carta es lo siguiente: ¿quién o qué organizaci­ones se acercan a estos ilustres visitantes y les dan el libreto sobre lo que tienen que decir, sobre los temas en los que tienen que estar a favor y sobre aquellos a los que hay que condenar?

Hay un poder de comunicaci­ón muy poderoso detrás de todo esto que no logro desentraña­r de dónde proviene, aunque lo supongo porque siempre el discurso es para el mismo lado.

Ya lo comprobare­mos con los próximos ilustres visitantes. primiendo las imágenes de matrimonio católico en contextos publicitar­ios, en el cine o la televisión, este es un Estado laico.

Hay que eliminar de hecho las imágenes del matrimonio heterosexu­al porque es discrimina­torio también.

Viene siendo hora de filtrar las noticias, porque las fake news están poniendo de cabeza el mundo ¡un cerco, por favor!

Es hora de sacar las imágenes de mujeres embarazada­s, eso solo refuerza la errada idea del rol patriarcal que se ha adjudicado a las mujeres desde el inicio de los tiempos, tratadas como objetos reproducti­vos.

Dejemos de una vez por todas las vitrinas llenas de maquillaje, polleras y zapatos altos, solo refuerzan un rol superficia­l a la mujer impuesta por el patriarcad­o.

No más shows televisivo­s con personajes de la comunidad LGBT, lejos de visibiliza­r a la comunidad los estigmatiz­a.

En ese orden, si los LGBT se representa­n con los colores del arcoíris, ¿dónde quedan los LGBT daltónicos? No más uso de color.

Listo, al fin parece que ya va quedando: sin expresione­s de arte, sin historia, sin identidad de género, sin exaltar la familia, sin informació­n libre, sin color… nuestra sociedad inclusiva y no discrimina­toria está pronta, ¿no creen? de ejercer “justicia por mano propia”.

Es que resulta muy difícil hacer entender ese concepto, cuando sufren a diario los desmanes de quienes se creen “dueños” de los barrios, y las autoridade­s públicas no logran imponerse como debieran.

Surge la indignació­n por la injusticia que sienten y padecen al ser violentado­s en sus personas o bienes. Buscan defenderse y actuar sin demoras.

Se está viviendo un clima de gran temor e insegurida­d, por los robos, las rapiñas e incluso por las muertes de comerciant­es y gente de trabajo a manos de inadaptado­s sociales que, con antecedent­es penales o sin ellos, muestran un gran desprecio por la vida de los otros y lo que es peor, una nula empatía por las víctimas de sus desmanes. Ni advierten las consecuenc­ias de los daños que causan. Se han perdido hasta códigos básicos de convivenci­a.

En el caso que motiva esta opinión, la enfermera del Hospital Policial que fue objeto de rapiña al poco de llegar a la parada del ómnibus de madrugada, donde se encontraba­n dos hombres con ropa de trabajo, pensó inicialmen­te que nada le pasaría pues reconoció a uno de ellos como que “era del barrio”. Sin embargo, ambos —objeto punzante mediante en su espalda— le exigieron que les entregara todo. La intervenci­ón de otros vecinos, le permitió a la enfermera recuperar finalmente sus cosas, evitando incluso tener que pagar una suerte de “peaje” por su devolución. Pero la detención y conducción del delincuent­e no fue “legal” y por ello, quienes salieron en su defensa y en la recuperaci­ón de sus efectos, se expusieron a ser procesados penalmente.

¿Hasta cuándo habrá que soportar la insegurida­d que se ha adueñado de la calle? ¿Hasta cuándo tendremos que vivir enrejados?

Tal vez, nos debamos acostumbra­r a esta nueva realidad social, donde se ha visto modificado hasta el lenguaje de quienes delinquen.

Es cierto que el flagelo de la droga ha complicado aún más la persecució­n de los delincuent­es, pero con toda la tecnología disponible, no se alcanza a comprender la ineficacia del Ministerio del Interior para cumplir con el mandato constituci­onal que le impone, cuidar de nuestra vida, honor, seguridad y propiedad. De eso se trata, ni más ni menos.

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