El Pais (Uruguay)

“Hoy se pide un mundo contentito”

Esta noche en el Solís, García Vigil y Ruben Rada cierran la temporada de la Filarmónic­a

- CARLOS REYES

—¿Cómo está viendo las temporadas operística­s locales? —Veo una caída importante en las temporadas operística­s. Desde la serie de óperas que hicimos con Roberto Oswald en el Solís, las cosas fueron cambiando. Parece que hubiera como una obligación de ingresar en nuevas estéticas, cambiar por cambiar. Parece que no hubiera más talentos para buscar donde hay que buscar. Y como no encuentran, inventan una especie de arte ingenuo. Ingenuamen­te renovador, entre comillas. Y un poco ignorante de lo que es tantos años de historia del arte.

—¿Cómo va a ser el concierto de esta noche en el Solís?

—En realidad no sé. Me invitaron a participar de este homenaje a Camerata Punta del Este, de la cual fui fundador, junto con Manolo Guardia y algunos otros. Manolo fue el origen de la Camerata, su primera figura. Me invitaron a este homenaje y accedí a participar, humildemen­te, igual que como era mi cargo en la Camerata, como contrabaji­sta. Haremos algunos tangos, los conozco muy bien, los he tocado mucho tiempo. He orquestado algunos. Creo que voy a tocar mis propias orquestaci­ones.

—Hoy va a compartir escenario con Ruben Rada. Y usted es el autor de “Variacione­s sobre un tema de Rada”, una obra maravillos­a. —Sí, no sé que va a pasar, ni qué va a hacer Rada hoy. Variacione­s sobre un tema de Rada fue un juego de orquestaci­ón, y un homenaje a Ravel. Al ritmo de base que usó Ravel, yo comencé con la marcha camión de la murga. Y de ahí en adelante seguí todo el proyecto de construcci­ón de elevación, en el orden que usó Ravel en “Bolero”. Pero tomé de base una melodía de Rada, “Candombe para El Fatto”. Un motivo melódico muy simple, concreto, con una forma definida. Hasta que al final ingresaban dos grupos de percusión de murga. Se ha tocado en varias partes del mundo, incluso la ha dirigido Gustavo Dudamel en varias oportunida­des. —Es una gran conjunción entre la música popular uruguaya y la música clásica.

—Sí, es muy simple esa canción de Rada, como todas sus cosas. Las cosas de Rada son inspiracio­nes del momento, que de pronto la propia sencillez y la propia originalid­ad las hace perdurar. “Candombe para El Fatto” era lo que yo precisaba para hacer una homenaje al método de orquestaci­ón que usó Ravel. La murga es de Montevideo, Rada es una expresión de la música montevidea­na: es barrio Sur, candombe. Rada ha viajado por diferentes territorio­s, desde el rock al humor. Pero dentro de sí tiene una semilla de candombe. Una semilla creativa, sobre todo de una gran espontanei­dad y alegría. No conozco ninguna canción melancólic­a de Rada. Y sí conozco muchas expresione­s de murga desgarrado­ras: como el Canario Luna cuando dice ‘Me voy, como se han ido tantos...’ —Usted con la Filarmónic­a hizo una labor enorme...

—Sí, yo recibí una orquesta chica, segundona. Y me propuse hacer una gran orquesta. En general, en todo el mundo, las orquestas filarmónic­as, dependen del presupuest­o de la ciudad. Son orquestas de ciudades. Y las sinfónicas son nacionales. El padre económico de la filarmónic­a es el gobierno de la ciudad, que es más recaudador en general que el gobierno nacional. Hay estudios que marcan que, en Europa, por cada millón de habitantes, hay posibilida­des de tener una orquesta. Y acá era un buen lugar para llevar adelante esa experienci­a, y la Filarmónic­a pasó de 30 a unos 100 integrante­s. Y los esponsors que tuvimos cuando empezamos a crecer: Rolex, Mercedes Benz, Chivas Regal.

—Y salir de los teatros.

—Sí, cuando eso sucedía, hubo que rehacer el Solís, y nos quedamos sin ese teatro. Tuvimos que actuar dentro de la propia Intendenci­a, en el foyer, en el salón de actos. La gente pidió que la orquesta saliera. Lo pensamos con inteligenc­ia: los festivales vieneses los hacíamos en el Hotel del Prado, muy bien iluminado. O el Lago del Parque Rodó. Y en la Fortaleza del Cerro. Proyectos que se han dejado de hacer. Y esa orquesta, como un acto de surrealism­o, una noche me encontré dirigiendo al aire libre, al lado de la pirámide de Keops, “La Cumparsita”. —En su momento Camerata fue también un proyecto pujante.

—Sí, también fue un paso que nos hizo creer en la posibilida­d de llevar proyectos adelante. Fue una cosa chica, pero que también fue creciendo. Con un gran control de calidad. Realmente no nos importaban los dividendos. Era jugarse por el arte, no la mercadocra­cia.

—¿Le parece que los fondos públicos para la cultura están bien direcciona­dos?

—No se pueden alejar de una moda que hay dentro de las nuevas generacion­es, que están pidiendo un mundo contentito. Hoy se pide un mundo contentito, alegre, divertido. Donde el drama mejor sacarlo del medio. Yo lo caricaturi­zo como dadaísmo. Me tocó vivir 77 años. Empecé a estudiar el piano a los cuatro, con Guillermo Kolischer, que vivía al lado de mi casa. Vi la Segunda Guerra Mundial. Espero no ver la Tercera.

“Veo una caída importante en las temporadas operística­s”.

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LUCIDEZ. García Vigil analizó desde su hogar la realidad actual.

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