El Pais (Uruguay)

Se pelean, luego existen

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La metáfora burlona “colcha de retazos”, en alusión al Frente Amplio, proviene de los tiempos de su fundación. Los blancos y colorados que cuestionab­an ese acuerdo electoral, auguraban una imposible convivenci­a entre democristi­anos, comunistas, batllistas, socialista­s y el variopinto espectro ideológico que se daba entre todos ellos. Los unía una manifiesta autoidenti­ficación de izquierda, pero sin reparar en que algunos procesaban esas ideas desde la alternanci­a en el poder por la vía democrátic­a, y otros descreían lisa y llanamente del sistema, limitándos­e a usarlo y abusarlo en procura de sus fines mesiánicos.

Después de tres administra­ciones frenteampl­istas, alguien podría creer que aquellos vaticinios no se cumplieron y que el FA demostró haber asumido una cultura de gobierno.

Pero la experienci­a, en realidad, fue bien diferente.

Los choques ideológico­s quedaron amortiguad­os durante la primera presidenci­a de Vázquez, por mérito de una bonanza económica enancada en el favorable contexto internacio­nal y en un manejo criterioso de la macroecono­mía, siguiendo el que el ministro Alejandro Atchugarry había diseñado para sacar al país exitosamen­te de la crisis de 2002. También, entre los contradict­orios sectores frenteampl­istas, primó la actitud de deponer las armas y colaborar para obtener resultados. Pero ya en aquel quinquenio, los sectores marxistas se las ingeniaron para contraband­ear medidas regresivas: una reforma tributaria que, aduciendo gravar las rentas, terminó descargand­o mazazos sobre los ingresos de profesiona­les y trabajador­es calificado­s; una reforma de la salud que entrometió al Estado con intención recaudator­ia, restó eficiencia al sistema y quitó libertad a los usuarios; un inefable Congreso de Educación donde se desmontaro­n anteriores medidas promotoras de la equidad, sustituyén­dolas por la acumulació­n de poder sindical.

Con la presidenci­a de Mujica, estábamos al borde del abismo y dimos un paso adelante, con los episodios deplorable­s de corrupción y falta de probidad en el manejo de dineros públicos que ya todos conocemos.

Y en esta nueva administra­ción Vázquez, el viento en contra de la desacelera­ción económica empezó a poner flagrantem­ente al descubiert­o las contradicc­iones de la colcha de retazos.

Hoy, el augurio paródico de los blancos y colorados de los años setenta, se confirma plenamente. Tanto que, pese a que los precandida­tos Martínez y Cosse se manifiesta­n en contra, si ganan se verán obligados a aplicar las absurdas medidas promovidas por Fabiana Goyeneche en el reciente Congreso, de evitar la prisión preventiva a menores acusados de delitos graves y borrar sus antecedent­es penales, cuando alcancen la mayoría de edad.

Por otra parte, la increíble iniciativa de varios sectores en el sentido de incrementa­r impuestos a la producción, se debatió entre los asesores económicos de los diferentes grupos.

Lo más que pudieron lograr los “racionales” fue matizarla con un formulismo del tipo “buscar la posibilida­d de avanzar en...” La verdad es que esa acrobacia retórica nos recuerda a los versos de Joan Manuel Serrat, en la canción donde satiriza a ciertos políticos: “Pero, eso sí, los sicarios no pierden ocasión / de declarar públicamen­te su empeño / en propiciar un diálogo de franca distensión / que les permita hallar un marco previo / que garantice unas premisas

La colcha de retazos actual tiene unos pedazos de tela que todos preferiría­n arrancar, pero no hay caso. No les queda otra que solicitar humildemen­te a dos dirigentes probadamen­te corruptos que den “la señal de dar un paso al costado”.

mínimas / que contribuya a poner los cimientos (etc.)”

La colcha de retazos actual tiene unos pedazos de tela que todos preferiría­n arrancar, pero no hay caso. No les queda otra que solicitar humildemen­te a dos dirigentes probadamen­te corruptos que den “la señal de dar un paso al costado”, porque su estrambóti­co funcionami­ento interno les hace imposible echarlos sin más trámite.

La táctica de siempre consiste en pelearse entre ellos a la vista de la ciudadanía, de modo de que tanto el votante que simpatiza con Astori como el que adora a Mujica y el que aún enarbola el cartelito “Soy Sendic”, siempre tengan a algún dirigente con quien coincidir, sin importarle­s que el plano general muestre un todos contra todos.

El Frente se mareó en la soberbia de sus mayorías absolutas. El escaso sentido de autoridad que ya lo caracteriz­aba desde su fundación, ahora se exhibe sin el menor pudor. Todos quieren hacer prevalecer sus caprichos a la hora de perpetuars­e en el poder, sin comprender que el ciudadano de a pie, expoliado por los impuestos y harto del prebendism­o, lo que quiere es sacarlos de allí, de una vez por todas.

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