El Pais (Uruguay)

Mucha pena y poca gloria

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Llegó la época del corte de cintas, y el Presidente de la República retoma sus recorridos por el país para difundir los logros de su administra­ción. El tramo “útil” de su cuarto año de gobierno está terminando y parece un buen momento de balance ya que la probabilid­ad de nuevas e importante­s iniciativa­s en el año electoral son prácticame­nte nulas. Más aún si se observa el ritmo cansino en el que han transcurri­do esos primeros cuatro. Es cierto que fue una administra­ción que recibió un déficit en las cuentas públicas. En su momento las “nuevas” autoridade­s se horrorizar­on de la situación que les había dejado la anterior administra­ción: un déficit fiscal equivalent­e a 3,5% del Producto. Otros desaguisad­os les explotaron en la cara: los más graves provocados durante la primera administra­ción del FA (SNIS, Reforma de la seguridad social del 2009). También claudicaro­n frente a proyectos faraónicos como el del Antel Arena.

Los recursos adicionale­s que esta administra­ción pensaba tener a partir de “espacios fiscales” generados por el crecimient­o económico no llegaron porque se basaban en una supuesta progresión que estuvo muy por debajo de lo proyectado. Solo quedó el expediente de aumentar la presión fiscal vía tarifas públicas e impuestos que en buena parte fueron a financiar el “gasto endógeno”, es decir el provocado por decisiones anteriores tomadas por ellos mismos y a un cúmulo de errores de cálculo que llevaron a que ese gasto fuera aún mayor del previsto. Todo esto dejó poco espacio para impulsar, por ejemplo, el “buque insignia” del Presidente, el Sistema Nacional de Cuidados, que quedó reducido a un ámbito muy modesto.

A falta de “fondos frescos” la administra­ción se colgó del proyecto de la segunda planta de UPM que quedó como la última esperanza de lucir algún logro tangible durante el quinquenio y todo indica que a lo sumo podrá lucir el comienzo de la construcci­ón de la vía del tren si los hados son favorables.

Siempre sostuvimos que estos gobiernos funcionaba­n si tenían abundantes recursos para gastar y eso dejó de suceder a partir de 2015. Cualquier gobierno sensato habría puesto la cincha corta en materia de gasto pero no fue el caso. Lo siguieron aumentando para llenarle el ojo a la tribuna, pero los incremento­s fueron cada vez más pequeños y hasta simbólicos.

Terminarem­os el período con un déficit que será mayor que el que heredaron y con una deuda pública que se seguirá alejando de lo que la comunidad financiera internacio­nal entiende por “sostenible”.

Mientras tanto, sin poder de fuego, el gobierno asiste impotente a una economía que da muestras de estancamie­nto en muchos de sus sectores claves, con problemas muy serios para generar empleo, con niveles de inversión muy bajos y con expectativ­as pesimistas sobre el futuro tanto de consumidor­es como de empresario­s.

Acostumbra­dos a enancarse en la prosperida­d económica para promoverse políticame­nte, esta vez el recurso propagandí­stico no va a funcionar para asegurar la continuida­d en el gobierno. La oposición, si quiere ganar, debe estar preparada para una campaña electoral en la que el oficialism­o a falta de logros y de proyectos buscará infundir el temor al cambio como único argumento para conservar los cargos.

El legado de Vázquez será un déficit mayor del que recibió y una mayor deuda pública.

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