El Pais (Uruguay)

Sin complejos

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La reciente muerte del Presidente Bush y el recuento de las peripecias de su intensa vida plena de vocación de servicio, sin disimular la esencia de lo que era, de las ideas en las que creía, de los valores que profesaba, del cuidado y respeto de las formas, de la considerac­ión hacia los demás incluidos adversario­s y enemigos, me ha hecho pensar bastante en esta mediocrida­d en que vivimos, donde parece que en política solo quedan unos pocos caballeros con buenas maneras, pensamient­o y fundamento.

Hay una suerte de eclosión de candidatos que intentan ser políticame­nte correctos y outsiders que a los codazos se disputan un sitio en el espectro político a como dé lugar. Pocos con sentido común.

Los oficialist­as se edulcoran para despegarse del gobierno, otros pretenden emular a Bolsonaro, algunos intentan a fuerza de nuevas tecnología­s imponer candidatur­as que parecen pensadas más para Centroamér­ica que para nosotros los “suizos del sur”.

Uruguay es conservado­r, y el que crea que a gritos o a puro Twitter va a obtener éxito electoral no conoce el ambiente donde juega. En este país la democracia se asienta en un fuerte entramado político de estructura­s que van del elector al elegido, haciendo de nuestros partidos lo que son: máquinas institucio­nales formadas por personas con vínculos de estrecha cohesión. Algunas mejores que otras, claro está, y salta a la vista con solo atender la calidad institucio­nal de cada partido…

Nuestra decadente posmoderni­dad ha sumido a las nuevas generacion­es en lo que un amigo denomina la cultura del videojuego, es decir aquella donde se cree que después del “game over” siempre existe el recurso del “reset”, pero es responsabi­lidad de todos bregar por que esa sensación de que todo da lo mismo no importando lo que se haga o se deje de hacer, se termine. Si hay algo bien claro, es que tanto en la vida de cada uno de nosotros, como en la de nuestra sociedad hay un game over a la vuelta de la esquina, y no siempre hay un reset.

Es hora de asumir obligacion­es, es tiempo de evoluciona­r hacia una forma de hacer mejor las cosas, de elegir gente idónea para guiar nuestro destino, personas con vocación y con ganas de hacer, momento de soltar mochilas ideológica­s, de mirar lo que nos une y no lo que nos separa.

Vivimos en un país carísimo donde sistemátic­amente los últimos gobiernos se han dedicado a exterminar la clase media, donde la gente se ha vuelto esclava del costo de vida, sometida por un Estado inútil que cobra y no brinda nada (ni salud, ni educación, ni seguridad), y donde cualquier iniciativa privada esta condenada al fracaso por la presión tributaria o el totalitari­smo del marxismo sindicalis­ta.

Es la oportunida­d de decir basta.

Llegó la hora de expresarno­s sin complejos, pero al estilo Bush, no como Bolsonaro.

Es momento de dejar claro que con esta insegurida­d no podemos vivir ni un día más, que es tiempo de ejercer autoridad, que los sindicalis­tas prepotente­s que corren y/o funden empresas se hagan responsabl­es de sus actos, que a nuestros niños y jóvenes hay que educarlos para el mercado, no para el Estado, que nuestra salud pública no es modelo de nada, que la infraestru­ctura se nos cae a pedazos, que los funcionari­os diligentes merecen ser reconocido­s y ganar acorde, y los que no lo son deberían padecer las contingenc­ias que sufren los privados.

Nuestra sociedad se debe a sí misma evoluciona­r hacia un orden político y moral que valide las ideas del verdadero liberalism­o, ya que este es el único que garantiza a las personas el respeto de su dignidad, de su individual­idad, y en definitiva de su libertad, frente al avance totalitari­o de la izquierda embanderad­a con todo lo políticame­nte correcto que el relativism­o le ha puesto en bandeja, enaltecien­do hasta el ridículo (no en su justa medida como debería ser) los derechos de cualquier colectivo minoritari­o, en desmedro de los derechos de la mayoría (lo que está muy mal).

Vivimos en un país carísimo donde los últimos gobiernos se han dedicado con fruición a exterminar la clase media.

En forma errónea, y como consecuenc­ia de las cíclicas crisis que hemos vivido por estas latitudes, los voluntaris­mos sudacas han sobrevalor­ado al pragmatism­o en desmedro del pensamient­o filosófico, priorizand­o las recetas al respeto de los valores. Así nos han dejado, fragmentad­os, sumidos en un caos social y con un Estado glotón cuasi fallido. Esto es el brillante resultado de quince años de marxismo deconstrui­do.

Las rupturas radicales planteadas en términos fundamenta­listas (temblarán hasta las raíces de los árboles…), y las planificac­iones utópicas nunca terminan bien, es hora de dar una firme respuesta al socialismo estatista que durante todo este tiempo ha ahogado la individual­idad.

Es por esto que el proyecto del Partido Nacional, afirmando que “estamos ilusionado­s”, “estamos preparados”, y que “estamos seguros” plantea una verdadera evolución, porque inspira y entusiasma a muchos a dar un salto hacia el porvenir.

El Partido Nacional es el que tiene la visión de como debe ser nuestra sociedad en el futuro, es el único que propone caminos y puentes para evoluciona­r hacia ella. Pero no en forma mesiánica, sino pensando en un mejor destino común para todos los orientales como nación, sin importar las banderas. Esto nos diferencia del voluntaris­mo socialista que propone la continuida­d de un gobierno miope, cansado y sin renovación, en cuanto nuestra defensa de la libertad no es dogmática, como lo es la pretensión de imponer la igualdad material.

No hay mejor definición que la de Hayek sosteniend­o: “El conjunto del socialismo es un producto del resurgimie­nto de instintos primitivos”, cuando contraponí­a de alguna manera la moralidad tribal (que se atribuye el derecho a disponer de los frutos del trabajo de terceros) con la moderna justicia universal fundada en las reglas abstractas (cuidadosa de la libertad del individuo).

1909 por ejemplo, no es solo un número, significa muchas cosas. Entre otras que la expedición de Shackleton alcanzó algo que parecía imposible, el Polo Sur magnético, y dejó claro que siempre se pueden superar los obstáculos.

2019, no será solo un número. Será el año en que el Partido Nacional vuelva a ganar el gobierno, y con él regresarán la autoridad, la seguridad, la prosperida­d, el respeto por la ley y las personas, y las libertades que nunca debimos haber perdido. Sin complejos.

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