El Pais (Uruguay)

Un conflicto lamentable

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El miércoles 6 del corriente un miembro de la Unión de Transporti­sta de Combustibl­e sufrió un accidente de trabajo. Afortunada­mente, pese a cierta alarma inicial, se supo que el trabajador no sufrirá secuelas graves. De inmediato los transporti­stas declararon un paro en el reparto del combustibl­e, exigiendo mayor seguridad en la carga. Según el sindicato, reclamada desde hace años. Decretado el paro, como forma de superarlo, se acordó con Ancap, la constituci­ón de una comisión con ese objetivo. También se pactó que el día sábado se habilitarí­a la Tablada para carga, por más que insólitame­nte UTTC solo aceptó proveer combustibl­e a determinad­as localidade­s del interior. Segurament­e pensando que algún tipo de daño debían soportar los estoicos uruguayos. Asimismo, admitiendo la decisión sindical, el Estado acordó que recién el lunes siguiente, transcurri­das 48 horas, el conflicto sería superado. Pero eso no alcanzó. La aparición ese sábado de tres vehículos para abastecer estaciones de DUCSA (empresa de Ancap) irritó al oligopólic­o sindicato de transporti­stas, que optó por citar a Asamblea para el día lunes. Con ello dejaba de lado incluso, la gravosa solución ya obtenida. Ante esta novedad nuestro paciente gobierno por fin, entendió violado el acuerdo y decretó la esencialid­ad del servicio. No obstante el día martes 11, mientras esto se escribe, el abastecimi­ento continúa siendo irregular. La consecuenc­ia fue que la enorme mayoría de los uruguayos debimos soportar durante casi una semana la falta de combustibl­e, una situación que paralizó al país, motivó dificultad­es al turismo y generó graves contratiem­pos en las cosechas en ciernes. Como si fuera normal que una nación quede rehén de los grupos de interés; en el caso de los camioneros, apenas dos centenares de personas.

El cuadro resulta abrumador, revela una sociedad con dificultad­es para canalizar sus diferendos, plagada de camarillas irritadas, prestas a generar crisis profundas sin que las autoridade­s, confundida­s entre derechos y deberes, atinen a tomar recaudos elementale­s para prevenirla­s o resolverla­s. Del lado de los camioneros, respecto a los cuales el Ministro de Trabajo en una patética intervenci­ón reiteró que al no ser trabajador­es y sí “empresario­s” resultan ajenos a su competenci­a, poco cabe aducir a su favor. No es razonable desencaden­ar un conflicto que literalmen­te detiene un país, ante un accidente menor de un operario. Es posible, como se alegó, que la indiferenc­ia de Ancap los indujera a adoptar medidas. Pero es claro que las mismas deben adoptarse gradualmen­te, procurando minimizar sus efectos. Un extremo que los gremios, tanto de obreros como de empresario­s, no consiguen entender. Para los Ministros involucrad­os es claro que si formalizan acuerdos, estos deben regular la situación sin peligrosas vaguedades. Era imperativo se pactara que el sábado, UTTC cargara combustibl­e. No se hizo.

En cuanto a Ancap es lamentable que deba generarse un conflicto de esta gravedad, para que asuma que el Ente carece de alternativ­as para distribuir su combustibl­e. ¿Acaso no conoce desde hace años quiénes y cuántos lo reparten? Por su lado si bien la declaració­n de esencialid­ad correspond­ía, se adoptó tardíament­e, después del daño. Así vamos, creando un país cada vez más fracturado.

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Si bien la declaració­n de esencialid­ad correspond­ía, se adoptó tarde, después del daño.

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