Nivel de actividad y precios Desequilibrios reconocidos
Desde la conducción económica se plantean como de gran importancia dos desequilibrios macroeconómicos: el del nivel de actividad y el del comportamiento de los precios.
EL EMPLEO CAE. En relación con el primero, las autoridades coinciden que aunque la economía ha crecido en los últimos quince años, desde hace cuatro el desempleo sube y el empleo declina. La situación que se plantea es más preocupante, como bien lo expresa Javier de Haedo en su columna del lunes pasado en Economía y Mercado. Dice que, además de lo que se menciona oficialmente, existen razones para pensar que la situación en el mercado laboral es aún peor. Llega a esa conclusión pues considera con acierto, que la tasa de desempleo sería aún mayor si se considerara que la tasa de actividad — que muestra que menos personas buscan trabajo por distintas circunstancias como la asociada al paro prolongado—, también viene en baja. Y más preocupante es todavía lo que ocurre en el mercado laboral si se considera lo que sucede con un subempleo que trepa. Y todavía más, si se considerara el injustificable aumento del empleo en el sector público en los últimos trece años: no menos de 72 mil personas en plena revolución digital, ahorradora de mano de obra, y que equivalen a más de cuatro puntos de desempleo.
Hay varias explicaciones de por qué ocurre que, con la economía creciendo durante tanto tiempo, el empleo caiga. Una causa es que solo algunas actividades, en realidad pocas, constituyen el núcleo de la expansión y muchas más son las que están estancadas o declinan y son éstas justamente, las que mayor empleo y horas trabajadas aportan; en la construcción y en la industria el empleo cae y las horas trabajadas aún más. Otra razón que golpea al mercado laboral es microeconómica: el aumento de los salarios nominales es mayor que el valor de la productividad de numerosos trabajadores. Naturalmente, las empresas que enfrentan un problema de costos laborales como el señalado intentan dentro de lo posible, de sustituir mano de obra menos calificada por otra más eficiente y también por maquinaria y equipos que a igual eficacia tienen rendimiento económico mayor.
INFLACIÓN NO
CEDE. El mercado laboral nos pone frente a uno de los desequilibrios macroeconómicos de naturaleza interna pero, está también vigente el otro desequilibrio interno: el inflacionario, como también lo ha señalado en reiteradas ocasiones el Ministro de Economía. Es sabido que el Banco Central (BCU) tiene una meta de inflación que consiste en ubicar al índice de precios al consumo dentro de un rango o banda de 3 a 7% en la actualidad —y menor aún en otras ocasiones— de los últimos casi 180 meses. A pesar de ser la inflación un desequilibrio macroeconómico y por consiguiente un problema a resolver en el corto plazo —de lo contrario no sería “macroeconómico” — el BCU lo ha conseguido solo en el 17% del lapso comentado. Existen razones de conducción monetaria por las cuales pocas veces se ha logrado que la inflación se ubique en el rango fijado. Es que no ha habido un sistema cambiario único: en algunos momentos el BCU ha flotado el signo monetario local y en otras ocasiones ha intervenido en el mercado cambiario. Y por más justificaciones que se mencionen para ello, esa flexibilidad de cambiar de un sistema cambiario a otro —de flotación a intervención y viceversa—, termina afectando la cantidad nominal de dinero y la efectividad del agregado monetario que el BCU ha trasmitido al público que manejará a cierto ritmo para lograr el objetivo inflacionario. Es por el viaje de ida y vuelta de un sistema cambiario a otro que se impide la efectividad de lo buscado con el instrumento que maneja para alcanzar el objetivo.
EL PROGRAMA. Reconocidos los dos desequilibrios por las autoridades económicas,
JORGE CAUMONT ECONOMISTA
restaría analizar, aunque más no sea brevemente, la eficacia de los instrumentos que seguirá manejando para ello. Los instrumentos idóneos para mejorar el nivel de actividad y el empleo y además reducir al ritmo inflacionario son de naturaleza fiscal, monetaria y cambiaria. Observamos que el estado de las cosas no permite una mezcla de esos instrumentos para alcanzar los objetivos en el corto plazo. El déficit fiscal impide que la conducción económica aumente el gasto público para, con el anacrónico enfoque keynesiano, lograr la expansión de la producción y del empleo. Por igual razón, no desea bajar impuestos para mejorar el ingreso disponible para gastar y, más aún, sufre presiones partidarias para aumentar la carga tributaria.
En resumen, la política fiscal se mantendrá sin cambios en 2019. Por su parte, la política monetaria ya se ha establecido que se centrará más en la inflación que en mejorar el nivel de actividad: la moneda flota hasta que se entiende que se debe intervenir ante un tipo de cambio que baje y flotar cuando sube. Pero ese ir y venir de un sistema a otro lleva inevitablemente a un castigo a la actividad tanto por el alto nivel de la tasa de interés que implica, como por el del tipo de cambio real que deteriora y sin la contrapartida de una menor inflación. En conclusión, en el año entrante no habrá medidas económicas que modifiquen la actual combinación de ellas y por lo tanto la actividad seguirá siendo baja, el desempleo alto y la inflación alejada de la meta del BCU. A la nueva administración que asuma en marzo de 2020 le tocará resolver estos problemas, reconocidos por la actual, y agravado el del mercado laboral.
“Los instrumentos idóneos para mejorar el nivel de actividad y el empleo y reducir el ritmo inflacionario son de naturaleza fiscal, monetaria y cambiaria