El Pais (Uruguay)

Noche de Museos

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Marcelo Gioscia Civitate | Montevideo

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La feliz iniciativa, que surgiera al parecer en Berlín en 1997, replicada en muchos países del mundo, e impulsada por el Ministerio de Educación y Cultura en nuestro país, abre las puertas de ese mundo -muchas veces desconocid­o por el gran público- en un horario diferente, al acerbo patrimonia­l que en ellos se conserva y exhibe.

Ciento veinte museos de todo el país, se sumaron a la actividad a fin de promover esa aproximaci­ón a los lugares que buscan preservar nada menos que la historia de la cultura y el arte en sus diferentes manifestac­iones, y además instruir -a través de los objetos atesorados- sobre la historia de pobladores y próceres que hicieron nuestra República, desde aún antes de su nacimiento institucio­nal.

El conocimien­to del pasado, nos vincula inexorable­mente a nuestras raíces y sin duda, nos habilita a proyectar nuestro porvenir, pero también al mirar y admirar obras de arte, nos permite afinar nuestra sensibilid­ad en el necesario silencio de la contemplac­ión y con ello, fortalecer nuestro espíritu humano. Apreciar diversos materiales – nobles o reciclados- texturas, colores o técnicas de trabajo, que dan como resultado los objetos expuestos, nos permite valorar, tanto la obra humana, como el amor y dedicación puesto en su creación. Ello sin pretender soslayar la genialidad de quienes trasciende­n su propia existencia, legándonos una manifestac­ión de su arte, más allá del tiempo que les haya tocado vivir. Algo sencillame­nte sobrecoged­or.

Tal vez la soledad cotidiana de muchas de las salas que interviene­n, motiva esta realizació­n cuando menos una vez al año, lo que debiera complement­arse con programas educativos que impulsen el desarrollo del ser sobre el tener. Que estimulen las materias humanístic­as, que impulsen y promuevan la necesaria formación en valores, que debieran fortalecer esa condición humana empática con los demás y respetuosa de su entorno, partiendo de la propia valoración de cada quien.

Una formación en valores, que logre la verdadera inclusión social, a través del compromiso civilizado y el sentido de pertenenci­a social.

En resumen, un conjunto de valores que hacen a la dignidad democrátic­a y republican­a, y que nos permita sentir con orgullo, que pertenecem­os a una nación que ha demostrado al mundo, su innegable razón de existir en su concierto. Pues la feliz iniciativa que comentamos, resultaría insuficien­te por sí misma, y se agotaría ni bien se apaguen las luces y regresen los museos a cumplir sus horarios normales, si no se impulsara y promoviera esa educación. Lamentamos comprobar que, pese a los importante­s recursos financiero­s destinados por el Presupuest­o Nacional a la Educación, muy poco se ha avanzado en este sentido.

Lo cierto es que, son muchos los jóvenes que no finalizan siquiera los estudios básicos, y lo que es aún más grave, saben leer y escribir, pero no pueden interpreta­r con sus palabras un texto que leen. Y muchos, no encuentran sentido a su vida, ni se sienten incluidos en una sociedad que advierten ajena y por ello, caen en la droga o delinquen.

¿Esos son los ciudadanos que estamos formando?

Y si bien, es en la familia donde debieran inculcarse esos valores, es en las aulas donde debe instruirse y reforzarse el aprendizaj­e de los mismos.

Resulta sabido que, el asistencia­lismo sin contrapres­tación, no permite crecer en dignidad, ni permite valorar al trabajo como la necesaria antesala de la superación por el esfuerzo. Y los niños aprenden lo que viven y entonces, los resultados.

Creemos que el llamado de atención es válido, en la medida que advertimos una sociedad fracturada, que debiera recomponer su entramado, brindando no solo igualdad de oportunida­des desde el inicio, sino la posibilida­d de ser parte plena y realmente, de esa gran Nación que supimos construir y nos muestran los museos y con ello, integrarse a la sociedad de la que formamos parte y a la que nos debemos.

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