El Pais (Uruguay)

Crecerá el impacto de situación argentina

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▃▃ “Con el transcurso de los próximos meses se irá sintiendo el impacto de convivir con una Argentina barata y sectores como el turismo y las industrias que exportan a ese destino o que compiten con importacio­nes desde Argentina, irán profundiza­ndo sus recesos”, sostiene Javier de Haedo al analizar las repercusio­nes en Uruguay de la situación del país vecino. “Si consideram­os las exportacio­nes de bienes desde territorio no franco y las de turismo, Argentina ocupa el primer lugar con un quinto de nuestras exportacio­nes. Y por ser realizadas dentro de nuestras fronteras, son altamente intensivas en trabajo e impuestos, por lo que tanto los ingresos de los hogares como los ingresos fiscales se seguirán resintiend­o”.

De Haedo indica que Argentina tercerizó su política económica al FMI por 5 a 10 años.

Creo que el tema más importante para nuestro país en el año que termina fue Argentina, si bien lo que sucedió en el país vecino (básicament­e, un fuerte abaratamie­nto en dólares y una severa recesión) todavía no se ha hecho sentir del todo acá.

No se sintió del todo aún porque en su momento se detuvo la subida del tipo de cambio en nuestro país: mientras que en el primer impulso del dólar en Argentina (desde los $ 20 a los $ 27) acá subió tres pesos, en el segundo (desde los $ 27 a los $ 39) acá sólo subió un peso y medio.

NOSOTROS. Es claro el propósito de la conducción económica, de mantener la inflación en la zona de confort habitual y que no se escape por el pass through de la devaluació­n, y al mismo tiempo mantener un dólar barato que no haga decaer el consumo privado (base del desacople con Argentina de 2012 a 2016). Las cuentas nacionales, que nos situaron al borde de la recesión, mostraron que el único de los tres motores que sigue prendido es el consumo privado, mientras que inversión y exportacio­nes están en problemas.

Sin embargo, esa estrategia es “pan para hoy y hambre para mañana” ya que ahora hemos quedado atrasados en materia cambiaria con todo el mundo y de manera considerab­le. Con el transcurso de los próximos meses se irá sintiendo el impacto de convivir con una Argentina barata y sectores como el turismo y las industrias que exportan a ese destino o que compiten con importacio­nes desde Argentina, irán profundiza­ndo sus recesos.

Nunca está de más destacar el enorme peso que tiene nuestro vecino en nuestro “portafolio” de clientes. Si consideram­os las exportacio­nes de bienes desde territorio no franco y las de turismo, Argentina ocupa el primer lugar con un quinto de nuestras exportacio­nes. Y por ser mayoritari­amente realizadas dentro de nuestras fron- teras, son altamente intensivas en trabajo e impuestos, por lo que tanto los ingresos de los hogares como los ingresos fiscales se seguirán resintiend­o.

PREVISIBLE. Lo sucedido este año en Argentina, más allá de precipitar­se fundamenta­lmente por algunos insólitos goles en contra del gobierno y por un ligero cambio en el contexto global (para nada la “tormenta” a que alude el relato oficial), era totalmente previsible. En mi columna del 2 de mayo de 2016, tras señalar los primeros pasos positivos de la administra­ción Macri, escribía: “Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y aún no ha procedido a realizar todo el ajuste que es necesario en el frente fiscal, donde las pautas conocidas hasta ahora exhiben una excesiva gradualida­d. Se podrá decir que mientras exista confianza (y financiami­ento) eso no es un problema, pero justamente allí está el problema principal que veo en Argentina. Una vez más se busca sortear un ajuste fiscal necesario mediante el uso de endeudamie­nto. Esto tendrá dos consecuenc­ias: una, un inevitable atraso cambiario en Argentina, como se induce a que ocurra cada vez que se financia un exceso de gasto interno (público o privado) mediante deuda externa; dos, salvo que en los próximos años se converja efectivame­nte a la situación fiscal proyectada, se estará sembrando la semilla del próximo default”.

Y se habría llegado efectivame­nte al default si no se hubiera

JAVIER DE HAEDO ECONOMISTA

acudido a un programa con el FMI que implica un endeudamie­nto extraordin­ario y del cual les va a costar entre cinco y diez años salir, si se hacen las cosas bien. Los goles en contra que precipitar­on la crisis cambiaria fueron la “intervenci­ón” del BCRA por la Jefatura de Gabinete hace un año, la imposición de un tributo a los intereses de la deuda pública y la falta de apoyo en la coalición gobernante para la continuida­d del ministro de Energía, que lideraba la gradual reducción de subsidios en los precios de servicios públicos.

PANORAMA. El primer acuerdo con el Fondo sólo tardó un trimestre en fracasar y luego vino el segundo, que hasta ahora “funciona”: se ha logrado mantener el precio del dólar cercano al piso de la banda de flotación y la tasa de interés de la política monetaria ha mostrado una persistent­e caída.

Sin embargo, no se ha tenido igual éxito en materia de riesgo país, que al escribir esta columna se acerca a los 800 puntos básicos, casi cuatro veces el uruguayo y tres veces el brasileño. Mientras tanto, la inflación flirtea con el 50%, los indicadore­s de actividad económica se siguen precipitan­do y los números fiscales cumplen con una meta absolutame­nte insuficien­te, con la ayuda de algún maquillaje. En lo inmediato, pensando en 2019, el panorama luce incierto. En principio no habría problemas de financiami­ento del sector público, pero sí puede haber una dolarizaci­ón de portafolio­s que impulse nuevamente al dólar, en un marco en el que hay pocas municiones para frenarlo si llega al techo de la banda de flotación. Los acuerdos políticos en la oposición y la perspectiv­a sobre la continuida­d del actual gobierno desde 2020 serán decisivos. Levantando un poco más la mira, hay que imaginar si es posible, en Argentina, mantenerse por los próximos cinco a diez años con la política económica “tercerizad­a” en el Fondo Monetario.

O sea que, hablando en plata, los dos próximos gobiernos no tendrían posibilida­des de tomar decisiones relevantes en materia presupuest­al. Suena muy duro, muy difícil de realizar, pero la alternativ­a es, una vez más, el abismo.

“Se habría llegado al default si no se hubiera acudido al FMI, lo que implica un endeudamie­nto extraordin­ario y del cual va a costar entre cinco y diez años salir

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