El Pais (Uruguay)

“Lo que más me gusta en la vida es el silencio”

- CARLOS REYES

—¿Cómo está pensado el show que vas a dar en el Solís?

—Es un espectácul­o especial, diferente a cualquier otro del resto del año: en mi intención está poder abrir el teatro a una cantidad de gente que vive fuera del país, o fuera de Montevideo, y vinieron a pasar las fiestas. Y eso ayudó un poco a crear el perfil del espectácul­o, el tipo de repertorio. Voy a hacer algunos temas que hace muchísimos años que no hago, a veces a contracorr­iente de lo que la gente quiere. La gente quisiera escuchar los temas que más conoce, y eso a veces limita la posibilida­d de mostrar cosas nuevas, de investigar en nuevos repertorio­s. Por supuesto que va a haber espacio para algún estreno, porque de eso se trata.

—¿A vos no te gusta llenar de músicos el escenario?

—No, y de hecho es una pelea que tenemos siempre con los técnicos, sobre todo cuando vas a un teatro importante como el Solís, y es que nosotros queremos estar armados bien apretadito­s, como armamos en los ensayos. Eso es una condición: estar bien juntos, a pocos metros: no importa si el escenario es gigante. —¿Y luego, mañana y el sábado, abrís la programaci­ón del festival Medio y Medio?

—Sí, es el primera vez que voy a tocar en Medio y Medio, gracias a Hugo Fattoruso, que es tan locatario en ese lugar que el escenario se llama Fattoruso. Y ahí vamos a hacer Locas pasiones, que fue lo que hicimos en 2014, para rememorar lo que a su vez habíamos hecho en 1994. Hace más de 20 años que tenemos ese dúo. —Ahora ese disco está en Spotify. —Sí. Nada me gustaría más que la gente tuviera en sus manos el disco original, y pudiera ver las fotos, las letras, y a quién está dedicado. Pero bueno, hay que asumir que los tiempos cambian, y hay que adaptarse. Eso de las plataforma­s es súper importante. Yo quisiera que estuviera todo mi catálogo, pero vamos de a poco. Qué más quiero.

—¿Y esa negociació­n es ardua?

—No es ardua, es compleja. Algunos de mis discos son míos. Algunos eran de Orfeo, y ahora son de Bizarro. Yo no soy dueña de mi obra completa. Y además, están las agregadora­s, que son las empresas que pueden subir a las plataforma­s. Y ahí hay que invertir un dinero, que alguien lo tiene que invertir.

—Te ha costado que tu música trascienda nuestra frontera... —Pertenezco a una generación a la que le costó mucho trascender fronteras. Por una serie de razones, que tienen que ver con ir a contrapelo de la tecnología, de la realidad, o de la historia política del país. Nosotros, como generación artística, estuvimos mucho tiempo acá, encerrados. Y con muchas dificultad­es de generar vínculos en el exterior. Después hay otra cosa: a la gente que le ha ido muy bien en el exterior, por ejemplo Jorge Drexler, lo primero que tuvo que hacer es arriesgar, irse del país, dejar todo lo que tenía acá. Ahí hay coraje, valentía, que yo no sé si lo tuve. Siempre, en lo primero de todo, hay una responsabi­lidad personal en lo que uno hace. Seguir poniendo la responsabi­lidad en el mundo, eso de: “no me reconocen y no me difunden”, es una trampa mortal.

—¿Te aturde un poco toda la música que se escucha en la vía pública? —Como la gran mayoría de los músicos, soy fiel adoradora del silencio. Lo que más me gusta en la vida es el silencio. Y lo que más valoro. Y lo que más me genera odio es la gente que no entiende que su forma de escuchar música, no es feliz para todo el mundo. Yo no lo haría nunca. Escucho música en mi casa, y si quiero escuchar más fuerte me pongo auriculare­s.

—Hablando de temas más generales, ¿cómo ves el movimiento #miracomono­sponemos, has seguido eso? —Un poco sí, sin demasiado compromiso tampoco, porque pasa en Argentina. Y a veces protesto un poco con los uruguayos, que estamos mirando mucho hacia allá, en todo, no solamente en esos temas. Por un lado, me parece muy valiente que cualquier mujer se anime, en el momento que lo pueda hacer, a denunciar una situación de esas. A veces cuesta hasta recordar, y pensarte en una zona de debilidad. Después de ahí, la forma de hacerlo, es otro tema: si hay que hacer o no una conferenci­a de prensa, si está bien o no el escrache. Eso es más complejo. Pero para empezar, una mujer denuncia como puede.

—¿A vos te pasó alguna vez de vivir una situación de acoso?

—Miles de cosas, desde que tengo uso de razón. El otro día me acordaba, a raíz de una cosa que leí, que cuando tenía 11 o 12 años, volviendo del liceo al mediodía, me acuerdo que un tipo pasó el bicicleta y me calzó así con la mano, y me levantó y me llevó como unos metros. Y yo era una nena. Muchas veces. Desde esas cosas a cosas difíciles. A mí lo que más me preocupa es mi generación, o la de los más veteranos, que tenemos como incorporad­o y aceptado una serie de cosas como naturales. Y que lo vivamos como diciendo: “así era en esa época”. Sí, así era y lo sufríamos espantoso.

—¿Qué sabor te deja cuándo pasás raya a tantos años que lleva la izquierda uruguaya en el gobierno? —Hay muchas cosas que se han hecho muy bien: una cosa que se ha hecho muy mal es comunicar las cosas que se han hecho bien. La izquierda en el gobierno no ha sabido comunicar eso, un poco consecuenc­ia de creer que la militancia puede hacerlo todo. Y no es así, a veces hay que llamar a profesiona­les para que hagan esas cosas. También sigo sintiendo que la cultura es como una gran deuda, y creo que también hay que pensar más en profesiona­les para esa área.

—¿De tu carácter, con qué luchás más?

—Lucho con el mal humor, que una vez que se instala, es muy difícil sacarlo. Y el mal humor aflora por cualquier cosa, por estar cansado, por cualquier estupidez. El que choca con tu mal humor, choca y sigue. Pero vos te lo llevás a todos lados. O sea, que busco desactivar­lo, que no avance.

“Seguir poniendo la responsabi­lidad en el mundo, eso de: ‘no me reconocen’, es una trampa mortal”.

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