El Pais (Uruguay)

El gobierno de la primera infancia

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Hay varios organismos de gobierno en primera infancia, pero no hay gobierno mirando a la primera infancia en conjunto. Los recursos y las acciones muestran que es una prioridad política efectiva, pero fragmentad­a en su conducción y gestión. Las varias modalidade­s de coordinaci­ón interinsti­tucional intentadas hasta ahora, no logran compromete­r a los organismos existentes. Hay que pensar en alternativ­as más de fondo.

La solución evidente es crear un nuevo organismo. El problema es que aumenta costos (funcionari­os, infraestru­ctura y demás) sin beneficio directo para niños y familias. Y conlleva un riesgo importante. Si se crea un nuevo actor, pero no se le da competenci­a por sobre los existentes, en realidad el problema de la fragmentac­ión se agrava. Es la falsa solución incrementa­l, consistent­e en ir yuxtaponie­ndo organizaci­ones, sin reformar y menos eliminar a las preexisten­tes.

Se ha recurrido a ella en múltiples ocasiones en Uruguay y en el mundo, porque es la que cuesta menos en términos políticos para los gobernante­s, pero es la más costosa para los ciudadanos, sobre todo por ineficaz.

Por lo tanto la mejor alternativ­a es darle la responsabi­lidad global de la política a uno de los organismos existentes, en tanto muestre capacidad para asumirla.

Analizando los actores presentes en el escenario de primera infancia, el Ministerio de Educación y Cultura tiene en esta área muy débiles capacidade­s. Asignarle mayores competenci­as equivaldrí­a prácticame­nte a crear un organismo nuevo.

La ANEP adolece de un enfoque y una cultura escolariza­nte, que se valora como inadecuada en estas edades, o sea desde el nacimiento hasta los cinco años. Además se le han identifica­do carencias críticas en su capacidad de supervisió­n. Siendo más precisos, la estructura, las prácticas y hasta la propia denominaci­ón de las inspeccion­es se han evaluado como anacrónica­s e ineficaces. Ellas se correspond­en con la forma de gobierno de la ANEP, que diseñada para la administra­ción de sus propios servicios educativos, no parece capaz de ejercer roles de rectoría, supervisió­n y evaluación de otros organismos.

En contraste, el INAU muestra una vocación decidida por asumir un enfoque integral de los niños a la vez que ha desarrolla­do la capacidad de gobernar los centros más y mejor evaluados en la primera infancia, que son los CAIF, junto con otras diversas modalidade­s de atención. Su reestructu­ra reciente resuelve adecuadame­nte los conflictos de “juez y parte”. Cuenta con un sistema de supervisió­n moderno, frecuente, apoyado en la evaluación de calidad de los centros, que contrasta con el de ANEP, feudalizad­o y referido principalm­ente a los docentes, más que a la institució­n supervisad­a.

Esta alternativ­a supone unificar el gobierno de las políticas de primera infancia (por lo menos entre 0 y 3 años), asignando el rol rector y supervisor al INAU.

Se mantendría así la diversidad de prestadore­s actuales, en especial los CAIF y la ANEP, pero con el gobierno (no la gestión), a cargo de un solo organismo que será el INAU. No es la solución más evidente, pero en educación hace demasiado tiempo que estamos entrampado­s en las medidas obvias.

Crear un nuevo organismo aumenta costos sin beneficio directo para niños y familias.

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