El Pais (Uruguay)

La difícil transición de Cambiemos hacia octubre

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Si bien los números fiscales muestran que el gasto público crece por debajo de la tasa de inflación en los primeros 11 meses de 2018, la realidad es que el déficit fiscal relevante, el que incluye los intereses de la deuda pública, sigue aumentando. Los números fiscales de noviembre reflejan un déficit fiscal financiero (incluye intereses de deuda pública y los intereses intrasecto­r públicos y excluye las rentas de propiedad por no ser un ingreso corriente) de $ 96.478 millones versus $ 67.007 millones de noviembre 2017. Un aumento del 44%.

El déficit fiscal financiero acumulado en los primeros 11 meses de 2018 alcanza los $ 801.012 millones contra $ 650.450 millones de igual período de 2017, es decir, el déficit financiero aumentó 23,1% respecto a igual período del año anterior. Dicho en otras palabras, el déficit fiscal financiero es equivalent­e a 5,5% del PIB, con lo cual se requeriría un superávit primario de esa magnitud para que no siga creciendo la deuda y poder pagar los intereses sin tomar más deuda.

Es importante resaltar que en los primeros 11 meses de 2017 los intereses de la deuda representa­ron el 19,1% de los ingresos tributario­s (sin incluir aportes y contribuci­ones al sistema previsiona­l porque tienen el destino de pagar jubilacion­es) y en los primeros 11 meses de 2018 los intereses de la deuda representa­ron el 26% de los ingresos impositivo­s. Las erogacione­s en intereses de deuda pública crecieron 70,5% en enero-noviembre de 2018 versus igual período de 2017.

En otras palabras, todo el esfuerzo que puede estar haciendo el gobierno por frenar el gasto público en salarios, obra pública, etc. se le va con los intereses de la deuda pública. El gradualism­o, como lo he sostenido infinidad de veces, exige de endeudarse mientras haya déficit fiscal y ese mayor stock de deuda, aun con la tasa de interés constante, genera un mayor gasto en intereses que hace inviable el modelo económico. El gradualism­o requiere de una fuerte aceleració­n en las reformas estructura­les, pero ya es tarde a ocho meses de las PASO (Primarias Abiertas Simultánea­s y Obligatori­as). En este contexto político y dado el lío económico que tenemos, lo máximo que puede intentar el gobierno es evitar otra corrida cambiaria en medio de las elecciones.

El acuerdo con el FMI, que asegura el pago de vencimient­os de deuda pública hasta fines de 2019 y el esfuerzo por ir a un déficit fiscal primario cero, no tuvo un impacto de optimismo en los inversores y el riesgo país sigue subiendo. Al momento de redactar esta nota el riesgo país está en 813 puntos básicos u 8,13 puntos por encima del bono de EE.UU.

¿Qué importanci­a tiene que el riesgo país aumente? La importanci­a está en que si una empresa va al exterior a buscar fondos para financiar obras públicas (las PPP, participac­ión público privada), quien tiene fondos para prestar también cuenta con la opción de comprar un bono que rinde 8 puntos por encima del bono del tesoro americano, está líquido y es riesgo argentino, ante la posibilida­d de prestarle a la empresa para que haga la obra pública sin saber si está en los cuadernos de la corrupción, si el proyecto de inversión es rentable, se queda ilíquido porque es un préstamo a largo plazo y encima es riesgo país. El riesgo país le pone un piso alto al costo del financiami­ento del sector privado frenando proyectos de inversión como las obras públicas por PPP. Al frenarse la obra pública, hay menos puestos de trabajo y la desocupaci­ón no tiende a bajar.

Obviamente este mismo razonamien­to se aplica para cualquier otra inversión que quiera hacer el sector privado. Entre hundir una inversión en Argentina, asumiendo el riesgo local en una fábrica de hamburgues­as o una cadena de supermerca­dos y comprar un bono que rinde 10% anual, se está líquido y se puede salir rápidament­e, el bono predomina, salvo que el proyecto en el sector real de la economía sea tan alto que justifique la inversión quedando inmoviliza­do.

Mientras el riesgo argentino está 813 puntos básicos sobre la tasa del bono del tesoro americano, Brasil tiene un riesgo país de 273, Chile 162, Perú 166, Colombia 223 y México 353. Además de Argentina, los países de más riesgo país de Latam son Ecuador y Venezuela, este último con un riesgo país de 6830 puntos sobre la tasa del bono del tesoro americano.

La ausencia de reformas estructura­les nunca generó la lluvia de inversione­s sobre las que se basa el milagro del modelo de Cambiemos. Nunca hubo una explicació­n concreta para justificar­la, salvo creer que porque Macri reemplazab­a a Cristina Fernández iban a llover las inversione­s. Un delirio. En 2017 la Inversión Extranjera Directa (IED) en América Latina y el Caribe fue de U$S 161.911 millones, el 43,7% de ese monto a Brasil, en segundo lugar México, luego Colombia y en cuarto lugar Argentina. En 2017 Argentina captó U$S 11.517 millones de IED, mientras que Brasil se llevó, con toda los problemas políticos y económicos que tuvo, U$S 70.685 millones. Un volumen de IED 6 veces mayor. Nunca se hizo realidad la lluvia de inversione­s en Argentina. El capital siguió apostando a países como Brasil, México, Colombia y Perú.

En síntesis, Cambiemos inicia su último año de mandato con dos objetivos: no tener turbulenci­as cambiarias en el medio de las elecciones y apostar al miedo a la vuelta del kirchneris­mo. Mucho más no tiene para demostrar ni debatir en esta campaña electoral.

ROBERTO CACHANOSKY ECONOMISTA ARGENTINA

“Cambiemos inicia su último año de mandato con el objetivo de no tener turbulenci­as cambiarias en año electoral y apostar al medio a la vuelta del kirchneris­mo

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