El Pais (Uruguay)

Sin política exterior

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SERGIO ABREU

El gobierno ha errado y feo. Otra vez salió a respaldar la dictadura de Maduro argumentan­do que su legitimida­d no puede cuestionar­se porque la oposición es responsabl­e por abstenerse de concurrir a las elecciones.

¿Cómo puede ignorar que la Asamblea Legislativ­a con mayoría opositora se sustituyó por un Tribunal de Justicia “exprés” designado antes que pudiera ser cambiado? La violación de los derechos humanos por parte del gobierno de Maduro ¿puede negarlos el gobierno? Los muertos, presos torturados y perseguido­s por milicias asesoradas por agentes del gobierno cubano ¿lo ignora la Cancillerí­a? ¿Es cierto que un comité de base militante y radical controla la conducta de los funcionari­os de la embajada uruguaya? ¿Y también que otros aspectos familiares afectan la autonomía y privacidad de la actividad diplomátic­a de la Embajada? ¿Es cierto que veladas amenazas se lanzan desde el narco-gobierno de Maduro sobre algunos aspectos que compromete­rían la transparen­cia de algunos negocios?

La resolución de concurrir a la ceremonia y de reconocer a ese gobierno es tan falaz e inconsiste­nte que sería bueno saber con qué asesoramie­nto jurídico contó el Poder Ejecutivo en estas instancias. Ya no decimos políticame­nte porque es conocido que el Frente Amplio no se anima como Partido a definirse por la presión del Pit-cnt y de otros sectores y que el gobierno de Venezuela es un modelo socialista a seguir.

De todas maneras vamos a dejar claro algunos aspectos: primero, que una cosa es el reconocimi­ento de un gobierno y otra es intervenir en los asuntos internos de terceros Estados. El no reconocimi­ento es un acto unilateral que se produce cuando un gobierno comprueba que otro ha violado sus obligacion­es internacio­nales asumidas en Tratados Internacio­nales que los vinculan o no.

Como antecedent­e existe la decisión del propio gobierno uruguayo que con los otros tres del Mercosur decretaron la suspensión definitiva de Venezuela por “romper el orden democrátic­o”. ¿Eso fue acaso un saludo a la bandera? ¿Es posible desligar una cosa de la otra? ¿El socio totalitari­o importa más que los compromiso­s con la democracia y la libertad?

Las cláusulas democrátic­as son ignoradas consciente­mente por el gobierno uruguayo, no sólo la de la OEA sino las de la desmantela­da Unasur diseñada a medida por los gobiernos populistas con el fin de concentrar y perpetuars­e en el poder y que hoy carece hasta de Secretario o Secretaria General desde hace tres años.

Por otro lado, hay que imaginarse la perplejida­d del Frente Amplio que llevó al senador electo Luis Almagro a la Secretaria de la OEA al enfrentars­e a un discurso contra Cuba terminante e incendiari­o. ¿Quién podría imaginar una vuelta de carnero tan ostensible? Nadie puede despreciar a quien cambia de opinión por que descubre una realidad distinta a la idealizada. ¿Pero es ese el caso? ¿No se recuerda que fue el propio Secretario de la OEA el Sr. Almagro el que viajó a Brasil a respaldar

ENFOQUES

TOMÁS TEIJEIRO

Con el voto uruguayo se suspendió a Venezuela del Mercosur por romper el orden democrátic­o. ¿Y ahora qué?

a Dilma Rousseff en pleno juicio político que terminó con su destitució­n?

En segundo lugar, la imagen del Uruguay en el exterior no puede estar más deteriorad­a. El principism­o, la coherencia y el realismo han fugado de la Cancillerí­a con definicion­es basadas en la porosa piedra angular del lema instalado por el Sr. Mujica “lo político está por encima de los jurídico”.

Un país como el nuestro, debe tener la seguridad jurídica como el principal escudo en su relacionam­iento internacio­nal. Es la defensa de los débiles y la garantía de que cualquiera sea la circunstan­cia el Uruguay va a estar del lado de la norma, que fundamenta­lmente es la que le permite liberarse, entre otras cosas, de esta “dialéctica oleaginosa” que nos inundó todos estos años.

En tercer lugar, en este último año de gobierno todas las fuerzas políticas deben insistir en rescatar la idea del interés nacional, único valor permanente que trasciende a la sucesión de los gobiernos en régimen democrátic­o.

Volvemos a insistir, en democracia existen dos disciplina­s, una compulsiva emergente de la voluntad del legislador; y otra consensual surgida del entendimie­nto de las fuerzas políticas en torno a los grandes derroteros de carácter nacional. La política exterior pertenece a la segunda categoría. Así concebida, se identifica en la continuida­d y coherencia de sus acciones por encima de coyunturas nacionales e internacio­nales.

Lamentable­mente este episodio de Venezuela y otros más nos han hecho retroceder en nuestra imagen y en el respeto que ganamos durante años respondien­do de forma similar en situacione­s análogas. Tenemos relaciones internacio­nales pero en el sentido estricto de la palabra no tenemos política exterior. Lamentable.

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