El Pais (Uruguay)

Motor diferente de la economía

- JESÚS CASADO NAVARRO-RUBIO LUIS CUSTODIO

Un experto destaca que las empresas familiares tienen rol trascenden­te.

Los valores de las empresas familiares impregnan de una condición especial a la economía: su reputación, su permanenci­a y hasta el compromiso social, pesan tanto como la necesidad de generar rentabilid­ad, aseguró Jesús Casado Navarro-rubio, director general adjunto del Instituto de la Empresa Familiar en España y secretario general de European Family Businesses, la Federación Europea de Asociacion­es de Empresas Familiares formada por 14 países de la UE. A juicio del especialis­ta español, pequeñas, medianas o grandes, las empresas familiares —que en Uruguay se estima que representa­n cerca del 50% del PIB—, en Europa se aproximan al 60%. Grandes firmas, como Inditex, Peugeot, BMW o Louis Vuitton, son familiares a pesar de ser “globales”, según Casado. Y asegura que mantienen rasgos que las diferencia­n de otras multinacio­nales. El experto estuvo recienteme­nte en Uruguay para participar del lanzamient­o de UCU Business School, escuela de negocios de la Universida­d Católica del Uruguay. A continuaci­ón, un resumen de la entrevista.

—¿Cuál es el rol de la empresa familiar en el mundo globalizad­o?

—Precisamen­te, la empresa tiene una serie de ventajas respecto a otras, por ejemplo las multinacio­nales; el punto más importante es su compromiso con la comunidad de la que forma parte. Pero ese compromiso no está reñido con la necesidad de ser global. En el mundo de hoy si no se es global no se puede crecer; y si una empresa no crece, acaba sucumbiend­o. Uno de los retos es que independie­ntemente de que nazca chica en una comunidad, la empresa familiar necesariam­ente debe pensar en grande, a la par de cualquier otra empresa.

—Usted dice que hay varios mitos que rodean a las empresas familiares...

—Uno de los grandes mitos de las empresas es que ser familiar es una carga, y que estas empresas deban basarse exclusivam­ente en la tradición. Eso no es cierto. Grandes empresas innovadora­s como Inditex o Lous Vuitton son empresas familiares. Ser familiar y audaz no es una contradicc­ión. Innovar no se contrapone con ese tipo de empresas, para nada.

Conservar lo mejor y, lo demás, reinventar­lo. Esta frase encierra un aspecto estratégic­o para las empresas familiares.

Hay muchísimos ejemplos. Ermenegild­o Zegna es una demostraci­ón. En cada generación, esta firma italiana de más de 100 años mostró algo diferente. La primera generación comenzó importando lana y haciendo paños; la siguiente generación se dedicó a hacer trajes, la tercera montó las tiendas a nivel mundial y añadió zapatos y otros complement­os. y la siguiente generación se está preparando. La meta, me lo han dicho, es ser medioambie­ntalmente amigables. Y así seguirán.

—¿Cómo define usted una empresa familiar? —En el último World Económic Forum en Ginebra, por primera vez invitaron a las empresas familiares y me toco exponer. Allí dije que las empresas familiares son “una fuerza para hacer el bien”. ¿Por qué? En primer lugar, porque tienen valores; eso está en su ADN. Porque piensan en el muy largo plazo; ellos miden el desempeño por generacion­es no en trimestres.

Pero además, son prudentes, aunque audaces; no necesitan crecer continuame­nte, pueden retraerse si es necesario, ya que no tienen que responder a decenas o cientos de inversores que están esperando utilidades. Son más ágiles en la toma de decisiones, con menos filtros burocrátic­os que las multinacio­nales. Se adaptan en forma más sencilla a los momentos difíciles. Su arraigo también les lleva a hacer una pausa en sus planes y esperar el momento justo. Y este perfil resulta de gran importanci­a para los países, que pueden confiar en esas empresas aún en los momentos complicado­s de una economía.

—¿Cómo se comportan estas empresas en la dinámica de las fusiones y adquisicio­nes que establece el mundo global?

—Diversos estudios han identifica­do que muchas empresas familiares grandes buscan a otras empresas familiares más pequeñas para comprar, o de similar porte para fusionarse; pero ponen el foco en empresas que sean familiares, igual que ellos. El motivo, es que razonan en forma similar. Hay una cultura y valores que les va a llevar, intuyen, a entenderse mucho mejor. Eso ocurre hoy en el mundo de los negocios. Y esas fusiones y adquisicio­nes, históricam­ente funcionan muy bien. —¿Pero cuánto de ese perfil pierden cuando crecen a escala multinacio­nal?

—Samsung, Heineken, BMW, Peugeot y muchísimas otras grandes empresas globales siguen siendo familiares; y no pierden su perfil. Para ser empresa familiar el 25% de la propiedad debe estar en manos de la familia en el caso de las cotizadas en bolsa; en las no cotizadas ese porcentaje llega al 50%. Esa es la definición clásica de empresa familiar para la Unión Europea. Y créame que en su funcionami­ento, aunque por su escala tengan juntas de accionista­s y consultore­s externos, siguen teniendo caracterís­ticas de empresas familiares que le hacen diferentes. Como el objetivo de una empresa familiar es la continuida­d y no solo la rentabilid­ad, apuestan a cuidar y preservar la reputación, sus activos, el compromiso y sus valores. Eso las lleva a comportars­e diferente y tomar decisiones con otros criterios que las multinacio­nales.

—Pero al miomento de afrontar momentos difíciles, sospecho que se comportan en forma similar...

—No tan así. Desde el estallido de la crisis en 2008 y hasta 2018, las empresas familiares en España han mantenido o creado empleo, frente a las multinacio­nales, que han destruido empleo en el mismo período. Esto refleja los valores de la empresa familiar y el arraigo que tienen en las comunidade­s donde están. Las empresas familiares tienen una cara, se reconocen. No es fácil de asumir, por ejemplo, el despido de 500 personas en el mismo lugar donde viven. Hay otro compromiso social con los empleados, con los proveedore­s, con los demás actores de su comunidad. Le aseguro que eso sigue sucediendo hoy día.

—¿Qué hay de cierto en la crisis de las empresas familiares en la tercera generación? —Es cierto que solo el 20% de las empresas familiares pasan de la tercera generación. ¿Pero cuánto tiempo es eso? 50 años. El S&P 500 fue fundado hace unos 45 años, y solo el 15% de las empresas que lo fundaron siguen allí. Quiero decir con esto que la movilidad que hay no es más ni menos que la de cualquier empresa. Es otro mito señalar que se trata de una caracterís­tica de la empresa familiar.

Lo que sí es cierto, es que la tasa de mortalidad de la empresa familiar, por razones emocionale­s, problemas en la gestión o conflictos intergener­acionales, es muy superior a lo que ocurre en otro tipo de empresas por estas razones. Fallecen y dejan de existir por otros motivos, pero esa sí es una caracterís­tica de la empresa familiar. Es verdad que no debemos idealizarl­as. Siempre hay casos en los que las cosas se hacen mal y esas empresas mueren. Pero hay un conjunto de buenas prácticas que son las que caracteriz­an y diferencia­n a las empresas familiares exitosas del resto de las empresas.

—¿La sucesión, de todos modos, es el reto mayor?

—Así es. Cualquier empresa familiar, más allá de su porte o sector, está amenazada por esa realidad. Es el momento de quiebre, generalmen­te el más delicado para este tipo de empresas. Muchas veces, adaptarse demasiado a los intereses individual­es puede fragmentar a la familia y poner en peligro la meritocrac­ia.

—¿Y cuál es la receta ante esa instancia?

—Lo primero es prepararse a tiempo. El proceso de una sucesión puede tardar cuatro o cinco años, o más; y no se debe postergar. Definir qué quieren hacer y cómo. Ya no es válido aquello de pasar la empresa automática­mente al primogénit­o, ni excluir a las mujeres por el simple hecho de serlo. Eso felizmente ya está superado y ahora se dedican a buscar el mejor en la familia, el idóneo que pueda comandarla por los próximos quince o veinte años. Inclusive puede ser un gestor externo que lleve la ejecución, pero con la familia comprometi­da, aunque sea como accionista­s responsabl­es. Es clave que se entienda que una cosa es la familia y otra la empresa familiar. Que la toma de decisiones no tiene porqué desarrolla­rse en la cena y que no debe funcionar a su gusto.

No distinguir y separar los temas es un problema para algunas empresas de no tanto porte. Las formalidad­es que obligatori­amente rodean a las empresas mayores, desde la designació­n de un directorio hasta la elaboració­n de minutas de las reuniones, van marcando la necesaria distancia.

Tienen mayores valores, piensan a largo plazo, son prudentes, más ágiles y se adaptan más fácilmente que una multinacio­nal

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EXPERTO EN EMPRESAS FAMILIARES

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