El Pais (Uruguay)

Algo solamente fugaz El respiro inflaciona­rio

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El 2018 culminó con un aumento del nivel general de precios de 7,96%, mayor al del incremento del índice de precios al consumo (IPC) de 2017. A pesar de la tendencia decrecient­e de los últimos cinco meses, la tasa de inflación sigue por encima del límite superior de la banda —de 3 a 7%— que, en junio de 2013, la autoridad monetaria planteara como objetivo. Fue en esa oportunida­d que el Comité de Política Monetaria del Banco Central (Copom) modificó por última vez una meta que se ha alcanzado en solo trece de los sesenta y siete meses transcurri­dos desde entonces. Sin embargo, no sería extraño que a lo largo de casi todo este año la escurridiz­a inflación ingrese en la banda deseada por las autoridade­s por razones que mencionaré. Ello no implica que al culminar el 2019 el incremento del IPC no se vuelva a escapar de un rango que en realidad disimula al verdadero objetivo: la semisuma de las puntas.

MANEJO MONETARIO. El nivel general de precios en alza o en baja refleja un problema macroeconó­mico y por lo tanto un desequilib­rio a corregir en el corto plazo. En el caso concreto de la inflación, la necesidad de reducirla se debe a que es un impuesto que —como todo impuesto— provoca transferen­cias de ingresos indeseadas de sectores con ingresos fijos a los de ingresos variables y, asimismo, costos sociales por el desperdici­o de recursos, como el tiempo productivo que se pierde en negociacio­nes por ajustes de precios y salarios y en otras instancias por el estilo.

Es por ello que las autoridade­s monetarias de numerosos países —como el caso de Estados Unidos, el Reino Unido, Japón, o Brasil para señalar uno más cercano—, o de regiones — como el Banco Central Europeo—, se reúnen con cierta frecuencia — no mayor a dos meses—, para evaluar el comportami­ento del IPC. Y según los resultados de esa evaluación se mantienen, se refuerzan o se atenúan las medidas de política monetaria. Es oportuno recordar que la inflación es un fenómeno monetario y que manejando al dinero en alguna de sus versiones —de mayor o menor liquidez— es que se puede ajustar el comportami­ento de los precios. Después de todo, sabemos que en una economía sin dinero — de trueque por ejemplo—, no hay inflación, tan solo cambios en precios relativos.

En nuestro país, el Copom del Banco Central (BCU) se reúne cuatro veces por año. Esto ocurre tras reunión previa del Comité de Política Económica, que incluye a igual número de componente­s del BCU y del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), con prioridad de las propuestas de objetivos macroeconó­micos del MEF ante la existencia de diferencia­s entre las de una y la otra institució­n —lo que le quita autonomía al Banco Central—, el Copom evalúa la necesidad de usar más o menos restrictiv­amente la política monetaria. Da entonces a conocer dos mensajes al mercado: cuál será el objetivo inflaciona­rio y cuál será el comportami­ento de la variación en la cantidad de dinero —el “M1 ampliado”— definida como la emisión, los depósitos en cuenta corriente y los depósitos en cajas de ahorro.

Con ese mensaje, trasmite que adoptará un régimen cambiario de flotación, pues no menciona que intervendr­á en el mercado de cambios comprando o vendiendo moneda extranjera, y porque si dijera que intervendr­á no tiene sentido mencionar que su acción monetaria será manejar el “M1 ampliado” con un ritmo de expansión dado —en este caso entre 6% y 8%— según lo anunciara tras la última reunión del Copom al final de diciembre.

INCONSISTE­NCIA. Flotando la moneda, el Banco Central gana control prácticame­nte absoluto de la emisión, aunque no tanto de los otros componente­s del “M1 ampliado”. Pero si interviene en el mercado cambiario para evitar la reducción o el aumento del tipo de cambio comprando o vendiendo dólares, para ayudar a la competitiv­idad de la producción transable en el primero de los casos o evitar castigar a la demanda agregada interna en el segundo, entonces el BCU pierde el control de la emisión.

En el último mes y medio —como lo había hecho antes durante un largo tiempo— la autoridad monetaria

JORGE CAUMONT ECONOMISTA

ha intervenid­o comprando dólares para evitar su baja y así ha aumentado sus reservas internacio­nales; pero para cumplir su compromiso de aumento de la cantidad de dinero, ha debido esteriliza­r los pesos emitidos para esas compras. Eso lo ha hecho colocando letras de regulación monetaria a tasas de interés crecientes, lo que determina que el ciclo se reproduzca automática­mente: compras de dólares por el BCU, esteriliza­ción de los montos en pesos de la compra que realiza para lo que aumenta su endeudamie­nto a crecientes tasas de interés, y así sucesivame­nte. Es un proceso que durará hasta que se produzca algún hecho exterior que devuelva el deseo por dólares de los agentes financiero­s, o hasta que la autoridad monetaria decida bajar la tasa de interés de sus colocacion­es en letras de regulación monetaria y estimular la actividad económica.

Pero lo cierto es que, esa ida y venida de un régimen cambiario de flotación a otro de intervenci­ón, no ha permitido mantener el resultado inflaciona­rio deseado como lo muestra la evidencia empírica.

Al tiempo que esa estrategia ha generado altísimo déficit del BCU por varios años, el objetivo se ha logrado tan solo transitori­amente.

Lo dicho anteriorme­nte ocurrirá en la mayor parte de este año debido a razones externas y regionales, a la transitori­a fortaleza interna del peso ante el dólar y a la recesión a la que estamos asistiendo hoy y que seguirá a lo largo de 2019. Recién hacia su final, y por inevitable­s cambios en la fortaleza del dólar, la inflación revertirá hacia un nivel otra vez fuera del objetivo.

“Ese ida y venida de un régimen cambiario de flotación a otro de intervenci­ón no ha permitido mantener el resultado inflaciona­rio deseado

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