El Pais (Uruguay)

La inevitable transforma­ción Lo digital nos interpela

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Foros internacio­nales, académicos y políticos, hacen bien en insistir sobre los desafíos que plantea la nueva economía, pronostica­n cambios en el mundo del trabajo y generan debates que no cesan de captar la atención mundial. Desde Uruguay nos trepamos rápido a esa tribuna pero, con igual entusiasmo, deberíamos también sostenidam­ente avanzar en nuestra transforma­ción digital. Si realmente queremos apostar al crecimient­o económico, elevar la productivi­dad y generar empleos de calidad, poco margen existe para que las empresas no encaren o profundice­n su digitaliza­ción.

Vale tener presente que semejante paso no se acota a la mera incorporac­ión de tecnología o a tener presencia online mediante una web, diseñar un área de marketing digital o desarrolla­r un canal de e-commerce como comúnmente se lo entiende. Será todo ello más la integració­n efectiva de prácticas y capacidade­s que derivan en un cambio cultural y termina sustentand­o un “nuevo modelo de negocios”. Esta transición implica integrarse a un escenario global y competir con compañías que innovan en forma permanente y basan su producción en diseño, algoritmos, inteligenc­ia artificial, machine learning, IOT, Big Data y plataforma­s digitales. Los expertos coinciden en que la clave del éxito en la digitaliza­ción de la empresa es el factor humano, fomentar nuevos métodos de trabajo, más creativos, flexibles, autónomos y que los colaborado­res se sientan comprometi­dos a facilitar esa transforma­ción.

Deloitte, en 2018, presentó un estudio que a mi entender cumple la suerte de manual para instrument­ar esta reingenier­ía —que como todo cambio no deja de provocar resistenci­a— y recomienda dos abordajes: i) Desde abajo hacia arriba con miras a rever arquitectu­ra, modernizar infraestru­ctura, automatiza­r procesos y orientar la virtualiza­ción hacia la nube; ii) Desde arriba hacia abajo para aggiornar misión, presupuest­ar resultados, establecer un nuevo modelo de operación, dado que la acumulació­n de tecnología demanda habilidade­s y otra organizaci­ón.

Este tándem debería terminar generando diagonalme­nte una visión orientada a ofrecer no sólo eficiencia, sino servicios acordes al cambiante desempeño de los clientes. En ello se inscribe potenciar en forma constante el talento humano y mantener rigurosa actitud prospectiv­a.

Con los pies en la tierra, admitamos que el Sector TIC en Uruguay —con destacable performanc­e— es aún una industria en construcci­ón. Empresario­s y académicos están contestes en que el sector mantiene debilidade­s que limitan su crecimient­o exponencia­l, entre otros, falta de: capacidade­s de management para construir empresas globales; integració­n a las cadenas internacio­nales de valor añadido e inversión; foco en el segmento B2C (Business to Consumer); I+D+I muy baja, y mayor sofisticac­ión en los consumidor­es locales.

Pero el punto en cuestión es que todos, con independen­cia del grado de involucram­iento que tengamos respecto a esta cuarta revolución industrial, estamos en un punto de inflexión que conlleva reestructu­ras. Mantener el statu-quo no derivará en otro resultado que la exclusión.

Estos conceptos y directrice­s se respaldan en números. Un estudio de la CAF vinculó el estadio de desarrollo de la digitaliza­ción con el crecimient­o del PIB y reveló que durante 2005-2014 la digitaliza­ción fue responsabl­e de casi el 5% del crecimient­o acumulado del PIB regional y de la creación de casi un millón de puestos de trabajo.

El Índice de desarrollo de las TIC utilizado mundialmen­te para controlar y comparar la evolución de estas tecnología­s, en su última medición le reconoció a Uruguay una calificaci­ón de 7,6, superando la media mundial (5,6). Sin embargo, todos sabemos que pesan sobre nuestros hombros déficit que, pese a ser más que gobernable­s, frenan nuestra evolución hacia la industria 4.0:

Diversific­ar nuestra matriz productiva hacia un modelo económico más vinculado con el conocimien­to y cadenas globales de mayor valor.

Desarrolla­r capital humano por ser la gestión del conocimien­to componente clave y que las calificaci­ones faciliten gestión de tecnología­s en constante revisión y desarrollo.

Complement­o este análisis con informació­n de un estudio que semanas atrás recibió especial reconocimi­ento de la Unión de Exportador­es del Uruguay: las Mipymes son aproximada­mente el 70% de las empresas exportador­as, sin embargo representa­n apenas el 7% del total del volumen exportador; el 93% restante queda en manos de empresas de mayor tamaño. Sus autoras concluían que el primer segmento es un público clave a digitaliza­r para mejorar su inserción internacio­nal.

Independie­ntemente de cómo vayamos acomodando el cuerpo, la digitaliza­ción no da tregua. El anuncio de compra de la plataforma de e-commerce Woow (con 150 trabajador­es) por parte de Grupo Ta-ta (con más de 5000 empleados) pateó el tablero nacional semanas atrás; ambas empresas buscaron una complement­ariedad inteligent­e que les permita marcar un diferencia­l en la nueva economía. En esta negociació­n, me resultó reveladora la reflexión del CEO del Grupo Tata: “Nos estamos modernizan­do, pero el camino que teníamos que recorrer era muy largo. Subiendo a Woow a la familia acortamos unos cuantos meses la llegada a buen puerto”.

GUILLERMO DUTRA ANALISTA INVITADO

“La clave del éxito en la digitaliza­ción de la empresa es el factor humano: fomentar nuevos métodos de trabajo, más creativos, flexibles, autónomos

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