El Pais (Uruguay)

Los grupos feministas celebran la movilizaci­ón

Miles de personas marcharon por 18 de Julio en el Día Internacio­nal de la Mujer

- BELÉN FOURMENT TOMER URWICZ

▃▃ Ayer, por el Día Internacio­nal de la Mujer, miles de personas marcharon por 18 de Julio, de manera espontánea u organizada, para pedir por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Si bien la brecha fue el motivo central que ONU Mujeres propuso para este año, los reclamos que se oyeron y leyeron fueron más amplios. Las manifestan­tes gritaron contra los femicidios, la violencia de género, el acoso y abuso sexual, la trata de blancas, la brecha salarial, los estándares de belleza, la discrimina­ción y la opresión, y a favor de la libertad sexual y reproducti­va.

La marcha, prevista para las 18:30, comenzó antes debido a la gran concurrenc­ia. Y terminó alrededor de las 21:00, con lecturas de algunas de las proclamas que circularon durante la jornada. Hubo actos de vandalismo contra algunos comercios y contra la Iglesia del Cordón.

Ni las vallas amarillas que rodeaban el templo ni los policías escudados en la puerta pudieron frenar la reacción de cuatro mujeres con careta. La Iglesia y la ministra María Julia Muñoz calificaro­n el episodio como lamentable.

Si el año pasado el sonido predominan­te fue un silencio amargo producto de un femicidio que abrió la jornada, este año se impuso el grito: el colectivo, el individual, el reivindica­tivo. Si el año pasado el color fue el negro, con pincelazos de violeta, este año todo fue violeta con manchas de varios tonos. Y si el año pasado el reclamo central, prácticame­nte único, fue que parasen de matar a las mujeres, este 8 de marzo las proclamas se multiplica­ron. Las canciones, las pancartas y los grupos que protagoniz­aron la marcha, fueron reflejo de que dentro del feminismo, un único movimiento que lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, hay una infinidad de batallas que dar.

Ayer, poco antes de las 18.30, una multitud comenzó a avanzar por 18 de Julio, para una caminata que se repitió en ciudades de todo el mundo. Las primeras filas estuvieron en Plaza Libertad y la recorrida llegó hasta la explanada de la Universida­d de la República, donde se leyó de forma espontánea (sin escenario, sin micrófono, con un par de megáfonos) una de las varias proclamas que había circulado en las horas previas, la de la Coordinado­ra de Feminismos del Uruguay. El grito de “¡Viva la huelga feminista!” se mezcló entones con el bullicio de los grupos que sobre las 21.00 ya se iban dispersand­o, y con los tambores de La Melaza que repiquetea­ban desde la Plaza de los Bomberos.

La de ayer no fue una marcha del feminismo, sino de los feminismos. Bajo la bandera del 8M cupo el ruidoso silencio que contiene el dolor de Mujeres de Negro, y la algarabía desenfrena­da de adolescent­es que saltaban al ritmo de: “¡Mujer, escucha, únete a la lucha!”.

El feminismo es uno de esos “ismos” a los que la generaliza­ción no le sienta bien. La avenida central de Montevideo fue testigo, un vez más, de una manifestac­ión que año a año se va haciendo más diversa. Ayer estaban los políticos a pura selfie y los anarquista­s que bregaban por “la muerte al macho y al Estado”. Estaban las que hacían una cadena con las manos para que los hombres, al menos por una vez, no ocuparan el protagonis­mo, y estaban las que marchaban junto a sus esposos exigiendo la equidad salarial. Estaban las que grafiteaba­n algunas vidrieras, amparadas en el anonimato que da una careta y una capucha, y estaban las que desfilaban sin esconder nada, con los pechos al aire, aguantando el frío y gritando que el cuerpo es suyo.

Estaban todas, y eso se notó en más de diez cuadras de marcha en las que se repartiero­n decenas de miles de mujeres, una buena cantidad de hombres —más allá de que en los días previos, las organizaci­ones insistiero­n en que los hombres no marcharan, o lo hicieran en las últimas filas— y varias figuras políticas. Los precandida­tos del Frente Amplio Daniel Martínez, Óscar Andrade y Mario Bergara; la precandida­ta del Partido Nacional Verónica Alonso, la ministra de Educación y Cultura María Julia Muñoz y la vicepresid­enta de la República Lucía Topolansky junto a José Mujica, acompañaro­n la manifestac­ión.

Estaban todas, unidas por la misma causa, apostando a la fuerza colectiva, pero repartidas en pequeños ejércitos identifica­dos con sus propias remeras, maquillaje­s, pancartas e incluso formas de manifestar­se. El cartel del Colectivo Mujeres en Lucha afirmaba: “Nos quieren sumisas. Nos tienen combativas. Juntas contra el patriarcad­o y el capitalism­o”. El del Encuentro de Feministas Diversas, bordado a mano, enfatizaba: “Juntas somos poderosas”. Los grupos pequeños detrás de los carteles de “Las evangélica­s también marchamos contra la violencia de género” y “La fe cristiana nos compromete con la justicia de género” caminaban juntos. Las mujeres murguistas, a cara pintada, paraban su marcha y ex- tendían un letrero rojo de “Sin nosotras no hay carnaval”; hacían ruido, mucho ruido, y de golpe corrían un tramo para después parar, respirar, y repetir la secuencia. Otras barrían las desigualda­des con escobas de ramas y hojas; otras bailaban y cantaban que el amor nos guía; otras improvisab­an fogatas en la calle y otras, unas pocas, dejaban bombachas manchadas de rojo sangre frente a la Iglesia del Cordón, que no se salvó del ataque (ver nota aparte). A viva voz, un grupo pequeño, pero ruidoso representa­ba la “Resistenci­a gorda”, y repartía pegotines contra “la dictadura de la delgadez”.

Ayer, 18 de Julio fue una vez más, el espacio donde todas las puntas del discurso feminista se encontraro­n, para dejar en claro que la lucha es por un cambio profundo, de raíz. Si los carteles hablaban de sumisión, de poder, de violencia de género, de diferencia­s y de estándares de belleza; si los cánticos iban sobre patriarcad­o, sobre la indiferenc­ia del gobierno o sobre la respuesta colectiva al daño individual, es porque a esta rebelión la hacen un crisol de situacione­s perpetuada­s a lo largo de la historia.

Ayer, la diversidad fue protagonis­ta, y a medida que uno se metía en esa suerte de marea feminista, los microclima­s iban reflejando la variedad de emociones que en la mayoría de los casos, va por dentro. Ahí estaban el enojo más radical, contra el sistema y sus patrones repetidos; el dolor que generan las ausencias, la libertad de poder reclamar por los derechos y, entre tantas cosas, la alegría de no saberse solas.

La marcha reunió a políticos, apolíticos, mujeres solas y a las que fueron en familia

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 ??  ?? EN LUCHA. Ellas, las que están vivas, salieron a la calle para reclamar el derecho a la igualdad, para denunciar las injusticia­s que padecen día a día y para recordar a las que ya no están.
EN LUCHA. Ellas, las que están vivas, salieron a la calle para reclamar el derecho a la igualdad, para denunciar las injusticia­s que padecen día a día y para recordar a las que ya no están.
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 ??  ?? CONTRASTES. La temperatur­a de este 8M no fue impediment­o para que ellas se quitaran la ropa y reclamaran que el cuerpo es suyo. Tampoco impidió una fogata por aquellas que quemaron.
CONTRASTES. La temperatur­a de este 8M no fue impediment­o para que ellas se quitaran la ropa y reclamaran que el cuerpo es suyo. Tampoco impidió una fogata por aquellas que quemaron.

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