Campaña atípica en Argentina
Macri busca estabilidad y anclar el dólar; Fernández se juega al desgaste del oficialismo
Cincuenta días antes de los comicios presidenciales del 27 de octubre, ayer comenzó de manera formal la campaña electoral en Argentina. Sin embargo, más allá del cronograma establecido por ley, todo indica que la actividad proselitista real deberá esperar. Tras el contundente triunfo del peronismo en las primarias del 11 de agosto y el tembladeral financiero que sobrevino con ese resultado, los dos principales candidatos cuentan con incentivos para no intensificar, al menos hasta octubre, la disputa electoral.
Por un lado, en las próximas semanas Mauricio Macri se mantendrá alejado de su rol de aspirante a la reelección para concentrarse en un objetivo de gestión urgente: terminar por anclar el valor del dólar. Por el otro, Alberto Fernández jugará a no levantar olas convencido de que, sin un error garrafal en la campaña, su triunfo en octubre estará garantizado ante el creciente desgaste del oficialismo.
“Tanto Macri como Fernández entendieron que alcanzar la mayor tranquilidad posible en términos económicos durante las próximas semanas será negocio para ambos. Al candidato peronista le sirve para evitar errores propios y al gobierno le es imprescindible
para que los impactos económicos no lo golpeen aún más. Los incentivos se acomodaron para que la tregua política alcanzada en los últimos días se extienda un poco más”, señaló el analista político Juan Germano, director de la consultora Isonomía, en Buenos Aires.
Atribulado por la magnitud de su derrota en las PASO, Macri emprendió en las últimas cuatro semanas un camino repleto de zigzagueos. El día después a los comicios responsabilizó en forma implícita a los más de 12 millones de argentinos que habían votado a Fernández por el salto del 30% del dólar y el hundimiento de más del 20% de los bonos de la deuda argentina registrados en esa jornada. Dos días después, pidió perdón por esa reacción y lanzó un paquete de medidas destinadas, sobre todo, a mejorar los ingresos de la clase media, un segmento social castigado por los rigores del ajuste en los últimos años.
El desconcierto oficialista pareció dar lugar a un esbozo de recuperación el 24 de agosto, cuando se celebraron masivas marchas en favor del macrismo en varias plazas del país. El sorpresivo éxito de la convocatoria en la Plaza de Mayo llevó a Macri a saludar y arengar a sus adherentes desde el balcón de la Casa Rosada. Pero aquello fue
apenas un bálsamo. Dinamitada la frágil tregua política establecida con Fernández con el objetivo de llevar tranquilidad a los mercados financieros, Macri debió aceptar a regañadientes las duras medidas propuestas por Hernán Lacunza, el ministro de Hacienda que reemplazó a Nicolás Dujovne tras las primarias. Ante la escasez de dólares para cumplir con el pago de los compromisos de deuda y, a la vez, contener la presión sobre el tipo de cambio, a comienzos de la semana pasada el gobierno reprogramó en forma compulsiva las obligaciones con tenedores institucionales, como bancos, aseguradoras y fondos de inversión. Sin embargo, esa medida no fue suficiente. Cinco días después, en medio de una corrida cambiaria que amenazaba agravarse con un masivo retiro de depósitos de los bancos, Macri se vio obligado a arriar una bandera más y a establecer un control de cambios.
Con esa decisión, que sacó del mercado oficial a más de la mitad de la demanda de dólares, el gobierno logró restablecer una precaria estabilidad financiera. La cotización del dólar cayó 6% con respecto al pico registrado el viernes 30 de agosto y el retiro de los depósitos en dólares de los bancos, que había sumado 6.800 millones entre la jornada posterior a las PASO y el 2 de septiembre, perdió fuerza.
Con menos demanda y más reservas disponibles en el Banco Central para actuar con ventas en el mercado tras la reprogramación del 73% de la deuda de corto plazo, el gobierno apuesta a sostener la tranquilidad cambiaria para encarar con algo más de expectativas el último tramo de la campaña. “Finalmente, Macri comprendió que la mejor campaña para él pasa por detener el deterioro económico. No había forma de pensar en competir electoralmente en un contexto de tanta volatilidad, con el dólar descontrolado y con repercusiones que amenazaban incluso con la ruptura de la cadena de pagos. Las medidas tomadas la semana pasada buscan hacer control de daños”, dijo el analista político Lucas Romero, director de Synopsis Consultores, en Buenos Aires.
EL JUEGO PERONISTA. Lejos de los retos económicos y sociales que debe enfrentar el gobierno, Alberto Fernández parece deslizarse sin mayores obstáculos a un amplio triunfo electoral en octubre. Las encuestas coinciden en que su cosecha de las PASO (49,49% de los votos afirmativos) podría crecer en los comicios generales por encima del 50%, al tiempo que Macri se mantendría en torno al 30%. Si esos sondeos se confirman, Fernández sería electo presidente en primera vuelta. En Argentina no es necesario alcanzar más de la mitad de los sufragios para evitar el ballotage: es suficiente con que la fórmula más votada supere el 40% y obtenga más de 10% de diferencia con la segunda, o bien que coseche más del 45% de los votos afirmativos.
No obstante, en la siempre ciclotímica Argentina nada está dicho siete semanas antes de una elección. “Nunca hay que darse como ganador”, admitió Fernández el martes pasado en el marco de una gira que realizó por España, donde se reunió con el presidente del gobierno, Pedro Sánchez. Ese viaje le permitió a Fernández, además de mostrarse como un virtual presidente electo, salir del centro del escenario luego de una semana intensa.
Con el mercado más atento a sus palabras que a las de Macri, el candidato peronista utilizó ese poder para forzar al gobierno a adoptar medidas que implican un alto costo político. Su primera irrupción ocurrió tras una reunión con representantes del FMI en Buenos Aires. El candidato peronista emitió un duro comunicado en el que acusó al organismo de crédito de ser corresponsable, junto al gobierno, de la crisis económica en Argentina. La declaración fue leída por el mercado como un virtual pedido al FMI para que no autorice el desembolso pautado para mediados septiembre de 5.400 millones de dólares, recursos que el gobierno considera clave para estabilizar el mercado. A eso se sumó que, luego del anuncio de aplazamiento del pago de bonos, Fernández dio una entrevista al diario The Wall Street Journal en la que señaló que “Argentina está en un default virtual”.
Ambas declaraciones alteraron los mercados y obligaron al gobierno a tomar medidas que casi con seguridad hubiera tenido que adoptar Fernández una vez en el gobierno. Sin embargo, el candidato peronista sabe que no deberá tensar la cuerda más de lo aconsejable. En la memoria social de buena parte de los argentinos todavía está fresco el rol poco colaborativo del peronismo en los finales anticipados de los gobiernos de Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa. “En las próximas semanas Alberto Fernández va a transitar por un fino equilibrio. Lo mejor que le puede pasar es que Macri termine su mandato en tiempo y forma el 10 de diciembre, pero también tratará de seguir forzando al oficialismo para que tome decisiones que le allanen algo el camino de su eventual gobierno”, dijo Romero.
Con un gobierno que continuará priorizando en las próximas semanas la gobernabilidad por sobre su oferta electoral y una oposición pendiente de esconder sus fuertes diferencias internas, la campaña electoral en Argentina promete adquirir intensidad recién en octubre. De hecho, el 13 y 20 del mes próximo se concretarán los dos debates de candidatos presidenciales establecidos por ley. “Macri y Fernández van a encarar una campaña anómala porque se desarrollará en un contexto político y económico complicado. Pero, si bien ésta es atípica, las campañas son siempre dinámicas y habrá que ver su evolución sobre la marcha. Más aún en Argentina”, dijo Germano.
“En Argentina, nunca hay que darse como ganador,” admitió Alberto Fernández.