El Pais (Uruguay)

Todos fuimos berlineses

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El 9 de noviembre se conmemoran treinta años del derrumbe del Muro de Berlín. No de la caída sino del derrumbe, puesto que no fue por un sismo ni por un vicio de construcci­ón sino con la lucha de los alemanes que se terminó traspasand­o y destruyend­o ese monumento a la tiranía y al horror.

La fecha debería celebrarse como uno de los hitos más importante­s en la lucha por la libertad, acaso comparable con caída del régimen nazi.

La asociación de ideas no es antojadiza ni responde únicamente a la coincidenc­ia geográfica. Hace solo unas semanas, el Parlamento Europeo rememoraba el 80° Aniversari­o del estallido de la Segunda Guerra Mundial, recordándo­le al mundo entero que fueron el nazismo y el comunismo, con sus "asesinatos en masa, genocidios y deportacio­nes", los causantes de "una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad".

El Parlamento Europeo pone sobre el tapete un asunto que revuelve las tripas, que no la conciencia, a la mayor parte de la academia, especialme­nte en América Latina: la necesidad de “sensibiliz­ar sobre los crímenes perpetrado­s por el estalinism­o” y, por extensión, por los diferentes regímenes comunistas que asolaron medio mundo, y terminar con el doble estándar que lo diferencia del nazismo.

La declaració­n tiene como preludio el Día Europeo de Conmemorac­ión de las Víctimas del Estalinism­o y el Nazismo, que cada 23 de agosto desde 2009 recuerda el pacto Mólotov-ribbentrop, firmado por los cancillere­s de la Unión Soviética y la Alemania nazi en 1939, que permitió a

Hitler comenzar la invasión de Europa 9 días después con el frente oriental asegurado, y a Stalin arrebatar una parte de Polonia y los países bálticos

Nuestro continente tiene su propia memoria de agravios y crímenes. La mayoría de ellos son estructura­les y tienen raíces antiguas, muy anteriores a la epidemia totalitari­a europea del Siglo XX. Agravios y crímenes que se agudizaron durante los años de la Guerra Fría, y de los cuales fueron perpetrado­res y cómplices los mismos adversario­s que se disputaban la supremacía planetaria. Así fue que se mandó a morir a trabajador­es (o directamen­te se los asesinó) en nombre de la emancipaci­ón de la clase obrera, tanto como se torturó y se hizo desaparece­r personas inocentes en nombre de la lucha por la democracia y la libertad.

América Latina luce bastante mejor que hace 30 años, pero no deja de presentar síntomas preocupant­es. La lucha contra la pobreza, la marginació­n, la discrimina­ción y el autoritari­smo aún está lejos de su victoria. A propósito, sería bueno que los candidatos a la Presidenci­a de la República hicieran un alto en la campaña para honrar a quienes cayeron luchando contra una ideología infame, que tiene en el derrumbe del Muro de Berlín el mayor símbolo de su iniquidad y su idiotez.

Mientras esperamos que tal cosa ocurra (y sobre todo si no ocurre) comprometa­mos nuestra voz y nuestra lucha en lograr que la memoria de quienes cayeron y caen luchando contra el comunismo se sume en pie de igualdad a la de quienes dieron su vida enfrentand­o al nazismo y a las dictaduras de todos los continente­s. Todos fuimos berlineses. Todos podemos serlo algún día.

El derrumbe del muro de Berlín hace 30 años, solo es comparable con la caída del régimen nazi.

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