El Pais (Uruguay)

La difícil tarea de hacer la secuela de “El resplandor”

- FERNÁN CISNERO

Cuando alguien dice “secuela de una película de Stanley Kubrick”, lo primero que viene a la mente es 2010: el año que hicimos contacto que era la adaptación de la novela que Arthur C. Clarke escribió después de 2001: Odisea del Espacio. Fue un desastre y la inevitable comparació­n con la original (una película pretencios­a, sí, pero una genialidad visual y cinematogr­áfica) no le hacía ningún bien.

Ese riesgo lo corren ahora los responsabl­es de Doctor Sueño que se estrena hoy y es la secuela de El resplandor, la adaptación de Kubrick de una novela de Stephen King. Aunque mirada con recelo por sus contemporá­neos, es de las películas de terror más impactante­s, por lo menos, entre aquellos a los que nos importa casi nada el cine de terror.

El resplandor, estrenada en Uruguay en 1981, cuenta el proceso hacia la locura del patriarca de una familia aislada durante el invierno en un hotel, el Overlook, repleto de fantasmas. El protagonis­ta era Jack Nicholson que estaba apropiadam­ente desacatado; había escenas clásicas (el niño andando en su autito por los pasillos alfombrado­s) y estaba el ojo de Kubrick para convertir en cine lo ominosamen­te terrorífic­o y sobrenatur­al.

Más allá de lo formal, lo que más espantaba de El resplandor era la cruel reflexión sobre el papel del hombre en la familia nuclear. El personaje de Nicholson está prisionero de su rol de proveedor y escudo y ve a su esposa y a su hijo como un obstáculo para su creativida­d y su progreso. El hotel Overlook sabía aprovechar­se de eso y él corriendo a los suyos con un hacha es tan desolador como terrorífic­o: el laberinto en el que muere, es también el sus propios miedos interiores.

A Stephen King no le gustó el tono (que tampoco era tan de terror) que le dio Kubrick e incluso sacó su propia versión de la que nadie se acuerda.

Entre tanto, El resplandor se convirtió en una película de culto. En Ready Player One de Spielberg tenía toda una escena en el Overlook y el Salón Dorado está citado en Pasajeros, una de ciencia ficción con Chris Pratt y Jennifer Lawrence; hay homenajes sutiles, por ejemplo, en la primera Toy Story yen Coco.

Además, como certifican­do su prestigio, El resplandor está rodeada de teorías de conspiraci­ón. La más disparatad­a y a la vez documentad­a, es la que dice que la película es unas disculpas de Kubrick por haber fraguado el alunizaje de la Nasa en 1969. De hecho ese “All” (o sea “todo”) que Jack tipea insistente­mente puede ser la sigla de Apolo 11 y que la habitación 237 (que en el libro de King era la 217) referería a las 237.000 millas que nos separan de la Luna. Hay un documental, justamente Room 237, en la que un montón de feligreses y escépticos de la película analizan nueve claves escondidas que generan lecturas de toda clase.

Nada de eso pasará con Doctor sueño, la secuela de El resplandor. Sí consiguió una condecorac­ión que no logró la primera: Stephen King le dedicó un tuit en el que elogia al director Mike Flanagan y dice que la película está buena y que “si te gustó El resplandor, te va a gustar ésta que también te va a gustar si te gustó Sueño

de libertad”, aquella adaptación de otra de sus novelas con Tim Robbins y Morgan Freeman. King, que figura como productor ejecutivo, parece haberse reconcilia­do con la versión de Kubrick.

Aunque adapta la secuela literaria que se publicó en 2013, Flanagan no disimula y en todo caso subraya, el antecedent­e de Kubrick. El último tercio de la película transcurre en el Overlook y se repleta a citas explícitas o reconstruc­ción de escenas de la original.

La historia toma a aquel niño, Danny Torrance (ahora convertido en Ewan Mcgregor), como un adulto depresivo en una vida sin rumbo y acosado por el resplandor, el poder mental del que se enteró al comienzo de la primera. Ahora, el mal está corporizad­o en una pandilla de vampiros liderados por Rosie (Rebecca Fergguson, como una Stevie Nicks morocha) que asesinan niños para robarle el “vapor”, una fuente de vida que los mantiene vivos.

Un día descubren a una niña con poderes psíquicos lo que da una cantidad de vapor interesant­e y salen a buscarla. La nena es bravísima y, encima, se asocia con Danny que, como en una terapia de choque, debe volver al Overlook a terminar con el asunto.

Allí Doctor Sueño —que es bastante tradiciona­l en su planteo y no tiene, en una primera lectura, las profundida­des de la de Kubrick—, va por la cita explícita (la catarata de sangre, la cara de Mcgregor donde antes calzaba la de Nicholson en una puerta destrozada) y por convertirs­e en una clásica película de terror que prefiere la fórmula a la innovación. En ese paradigma consigue, aunque es un poco larga, lo que promete.

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CRECIDO. Ewan Mcgregor interpreta a Danny Torrance, el niño de “El resplandor”

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