El Pais (Uruguay)

Huertas comunitari­as: mucho más que plantas

Un espacio ideal para desarrolla­r como herramient­a educativa

- ROSANA DECIMA

Entre el 31 de octubre y el 3 de noviembre más de 5.000 personas disfrutaro­n de la feria De Flores & Jardines y la mitad de lo recaudado por concepto de entradas fue donado al emprendimi­ento Huertas Comunitari­as del Parque Rivera.

Este programa forma parte de la Red de Huertas Comunitari­as del Uruguay y en su espacio crecen tomates, acelgas, cebollas, remolachas y lechugas. Estas se mezclan con flores y plantas aromáticas entre muchas otras cosas que pueden ir directo al plato.

Pero no es lo único ni lo más importante que nace en estos suelos: los voluntario­s que allí trabajan hacen que con cada semilla y con cada cosecha aumente la esperanza de hacer del mundo un mejor lugar. Así lo viven, como una militancia que lleva la bandera de la agroecolog­ía como la solución a muchos de los problemas del planeta.

La huerta es una manera de mostrar que es posible la soberanía alimentari­a, pero sobre todo es “una excusa”, según dicen quienes la llevan adelante. Es una excusa para que la gente se reconecte con la tierra y con la comunidad, es una excusa para socializar, para desconecta­rse de la rutina y es una poderosa herramient­a educativa.

Los voluntario­s trabajan tanto en la huerta como fuera de ella: organizan charlas con escolares, talleres de compostaje y guían a quienes quieren comenzar su propio proyecto, por lo que la donación del evento realizado en la Sociedad Criolla Elías Regules permitirá que el proyecto llegue a más personas.

LUGAR. Las primeras siembras de la huerta del Parque Rivera se realizaron en 2014. Los integrante­s del grupo supieron aprovechar ese lugar tan especial que en el pasado había sido un vivero municipal. “Hacía años que estaba abandonado. Solo venían a hacer alguna limpieza puntual”, contó Emiliano Rodríguez, uno de los voluntario­s.

Era el sitio ideal para plasmar el proyecto porque al haber sido un vivero, perduraron en el tiempo unas estructura­s de cemento que en su momento tenían árboles, pero hoy son almaciguer­as para todo tipo de plantacion­es.

Camilo Abreu, otro de los voluntario­s, agregó que el lugar es perfecto porque la idea siempre fue “compartirl­o con vecinos o con cualquier persona que se quiera arrimar”, por lo que al tratarse de adultos mayores o de niños, que las estructura­s tengan altura para no trabajar la tierra a nivel del sueño fue muy positivo.

“Es bien accesible. Si llueve no se hace un barrial. Podemos rodear el chasis con niños y estar más cómodos; es ideal. Además, estamos rodeados de un bosquecito que siempre da materiales para la huerta, como hojas para el compostaje que hacemos con los residuos de nuestros hogares”, añadió.

BIODIVERSI­DAD. En la huerta del Parque Rivera hay de todo. Camilo contó que “además de plantar lo que comemos, asociamos plantas aromáticas y flores para crear biodiversi­dad, ya que actúan

“Es un momento de reconexión, no solo con la tierra sino entre la comunidad”.

como repelente de plagas y distraen a los bichitos que al toparse con ellos no llegan al contacto directo y rápido con la lechuga, por ejemplo”.

Emiliano explicó que al ser una huerta comunitari­a y orgánica no hay un solo cultivo. “No utilizamos productos químicos, lo que nos permite tener variedad porque es como si cada una de las plantas fuese una casa de bichitos. Aunque estos a veces se consideran plagas, si vos tenés muchos bichitos, entre ellos empieza a generarse un sistema de control biológico interno y entonces no se necesitan los productos químicos”.

COMUNIDAD. Al espacio se puede acercar cualquier persona que quiera aprender y colaborar. Actualment­e las jornadas de puertas abiertas en la huerta del Parque Rivera se realizan los sábados a partir de las 14 horas. Camilo contó que comparten las tareas y cada encuentro se convierte en un taller, porque al hacer, se aprende. Emiliano agregó que tienen un pizarrón en que se escriben y se reparten las tareas. “La gente que viene hace más tiempo comparte la experienci­a y, en función de guías que se van dando de forma espontánea, se van planteando actividade­s”, dijo.

Diego Ruete, cocinero y educador preescolar, es uno de los creadores (junto a Inés Velazco) de Huertas Comunitari­as de Montevideo. Resaltó que estos espacios son “una oportunida­d de socializar, de volver a conocer gente” con la huerta “como una excusa y no un fin en sí mismo”.

“La huerta es una excusa para compartir y conversar a partir del trabajo, porque además de cosechar tomates, acelgas y otras cosas, se comparte todo eso. Estos espacios vuelven a traer al vecino a un momento de reconexión, no solo con la tierra sino entre la comunidad”, concluyó Ruete.

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PARQUE RIVERA. Donde hoy funciona la huerta comunitari­a, antiguamen­te había un vivero municipal.

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