El Pais (Uruguay)

A votar sin miedo

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Es este el último comentario con tono electoral, previo a la muy necesaria veda que comienza mañana. Veda que, vale remarcar, algunos medios cercanos al oficialism­o parecen tener impunidad para violar sin ninguna inquietud. A esta altura, una abrumadora mayoría de los uruguayos ya tiene decidido su voto, y las encuestas parecen mostrar que el mismo no será favorable a una continuida­d del proyecto del Frente Amplio. Tal vez por eso mismo han surgido desde sus filas algunos comentario­s de tono amenazante sobre lo que podría suceder si las urnas definen un cambio de rumbo para el país.

Este tipo de comentario­s buscan llevar al ciudadano a dudar sobre su voto, no en base a argumentos leales y legítimos sobre que determinad­as políticas pueden ser mejores para la sociedad. Lo que buscan es generar el temor de que ese cambio electoral que parece inminente, pueda provocar dos consecuenc­ias negativas para la convivenci­a.

El primer miedo tiene que ver con una intenciona­lidad que se le atribuye a quienes no votan al Frente Amplio de ser ejecutores de políticas que solo beneficiar­ían a unos pocos privilegia­dos, a costillas de sacrificar los intereses de las “grandes masas populares”. El lector lo habrá escuchado hasta el cansancio, incluso de boca del propio candidato oficialist­a, Daniel Martínez, quien en el desbarranq­ue político y hasta ético que experiment­a por estas horas, se ha encargado de machacar con eso, que solo puede ser catalogado como tontería.

Lo que muestra esta postura es, más allá del mesianismo tradiciona­l de los dirigentes del Frente Amplio, un enorme desconocim­iento de como funciona una democracia. En una sociedad democrátic­a, el poder se gana en las urnas, y el éxito para un partido político consiste en aglutinar el apoyo de un sector mayoritari­o de la sociedad. ¿Qué político profesiona­l puede ser tan obtuso de impulsar políticas que perjudique­n a una mayoría? Sería cavarse la fosa a futuro, ya que nunca más lograría ganar una elección.

Esto es todavía más ridículo de pensar en Uruguay, donde los principale­s partidos de oposición figuran entre los más antiguos del mundo, y a su modo, han generado en 200 años de historia, la sociedad más igualitari­a y democrátic­a de

América Latina. Mucho antes de que le llegara esta “era progresist­a” actual.

El segundo cuco que se ha agitado en las últimas horas es un poco más peligroso. Y es el que afirma que de ganar la oposición, se vivirá una ola de conflictiv­idad asfixiante, y que incluso podrían ocurrir episodios similares a los que se han vivido en las últimas semanas en Chile. Esto debido a la capacidad de movilizaci­ón callejera que tiene el oficialism­o (esa que casi convenció a todo el mundo de que el Frente arrasaba en la primera vuelta). Y al vínculo que tiene esta fuerza con el movimiento sindical.

Vale señalar que varios altos dirigentes sindicales han desautoriz­ado estas versiones, y han dicho que Uruguay nunca podría vivir episodios como los de Chile. Pero esos mismos dirigentes, paso seguido, han dicho que hay cambios y reformas que se han tomado en estos años que no admiten marcha atrás y que esas “conquistas” serían defendidas en las calles.

Hay que decir que, de nuevo, esto muestra la escasa comprensió­n que tienen muchos dirigentes políticos y gremiales, de cómo funciona una democracia. Si una mayoría de la sociedad expresa claramente que no quiere más ocupacione­s

La sociedad uruguaya tiene una vocación democrátic­a que ya ha demostrado ser mucho más fuerte que las amenazas y presiones de ningún grupito interesado, por muy activo que sea.

de empresas, si dice que el “experiment­o” de que el Estado plante y distribuya marihuana no funcionó y se debe cambiar, o que no es aceptable que empleados públicos nada menos que de la educación, salgan a hacer propaganda por un partido político, ¿quién se siente con derecho a decirle que no? ¿Con qué legitimida­d una corporació­n minoritari­a podría enfrentar a la mayoría de la sociedad expresando su voluntad en las urnas?

Hay que llevar tranquilid­ad a todos los uruguayos de que estos son simples cucos sin fundamento. La gran razón de esto es que la sociedad uruguaya tiene una vocación democrátic­a que ya ha demostrado ser mucho más fuerte que las amenazas y presiones de ningún grupito interesado. Y cualquiera que busque oponerse de manera ilegítima, a las decisiones soberanas de la sociedad, pagará más temprano que tarde un precio altísimo en las urnas. Así que el llamado es a votar tranquilo. A tomar la decisión que se juzgue mejor para el país. Y que a esta altura ya está muy claro que eso implica un cambio en el gobierno que oxigene institucio­nes, aporte nuevas perspectiv­as y “aterrice” la soberbia que suele generar el estar mucho tiempo a la sombra confortabl­e del poder.

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