El Pais (Uruguay)

“Ha sido escasa la mención a la ciencia en la campaña”

- MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA RAFAEL RADI PRESIDENTE DE LA ACADEMIA NACIONAL DE CIENCIAS

Se hace lo que se puede”. Así de sencilla es la explicació­n que da Rafael Radi, presidente de la Academia Nacional de Ciencias del Uruguay, si se le consulta por la realidad de la comunidad científica. A pesar de que se ha reunido con referentes de los partidos políticos y hay coincidenc­ia en que el desarrollo de la ciencia es clave para el país, no deja de ser un acuerdo de palabra. “Es duro”, dijo al respecto de que no se ha hablado de ciencia durante la campaña. Hasta ahora, las promesas de destinar el 1% del PBI a la investigac­ión científica han caído en saco roto y las perspectiv­as para el próximo período no son muy optimistas. “Hay cosas para hacer para que no haya estancamie­nto o, peor, un retroceso”, aseguró.

En entrevista con el diario El País, el director del Centro de Investigac­iones Biomédicas en la Facultad de Medicina de la Universida­d de la República habló del “empujón” político que falta y sobre las oportunida­des que tiene el país a su favor.

—Ha sido portavoz del reclamo presupuest­al. ¿Cómo se compara con el presente uruguayo? —Los países europeos que tienen sistemas de ciencia, tecnología e innovación robustos, como Alemania, ya superan el 3%. Otros países, como Corea del Sur, están cerca del 6%. En una economía y en una sociedad basada en el conocimien­to se considera que esta inversión es una buena parte del éxito en cuanto a desarrollo económico, social y humano. Más que verse como un lujo, se ve como un hecho estratégic­o y decisivo. Por otra parte, estos porcentaje­s tienen un acumulado histórico. Uruguay está entre 0,35% y 0,38%. Estamos notoriamen­te por debajo de los países centrales que han apostado a la ciencia. En 2014 le planteamos a los candidatos —Tabaré Vázquez, Pedro Bordaberry, Luis Lacalle Pou y Pablo Mieres— un aumento progresivo, ordenado, de un 0,1% por año. Y en 2017 la Academia Nacional de Ciencias le presentó a Vázquez una posible distribuci­ón de ese incremento.

—¿Se cumplió alguna parte de ese acuerdo? —El acuerdo tenía dos vertientes. Una era darle más solvencia y robustez a la institucio­nalidad de la ciencia y la tecnología; que existiera desde el Poder Ejecutivo una correa de transmisió­n mucho más clara en cuanto a la toma de decisiones de financiaci­ón. Eso en parte se resolvió trabajosam­ente a través de la creación de la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología que funciona hace un año y medio. Ahora está ordenando la situación. Se producía una dislocació­n muy grande entre el Consejo de Ministros y las institucio­nes. No se tuvo la velocidad para responder a los múltiples asuntos que apareciero­n por todos lados: desafíos ambientale­s, energético­s, sanitarios. ¿Y quién ordenaba todo eso? Se generó una especie de vacío entre el poder político y las institucio­nes.

—¿Dónde se notan las carencias?

—El número de becas y la financiaci­ón de proyectos es insuficien­te. Es notorio que en Uruguay sistemátic­amente se presenta un volumen de proyectos muy competitiv­os muy alto y el porcentaje financiado es muy chiquito. Eso es una constante en los últimos 15 años. Se pierde tiempo, se pierden oportunida­des, autoestima y motivación. No tenemos ningún programa solvente de retorno de científico­s ni forma de retenerlos. Hay un gran espacio para incorporar científico­s en el sector público. Las empresas públicas tienen que ser lugares donde haya porcentaje­s altos; hoy es marginal. —¿Qué perspectiv­as tiene para el próximo período de gobierno?

—En las últimas semanas tuvimos dos reuniones muy importante­s con los referentes de ciencia y tecnología de los dos partidos: Ramón Méndez (Frente Amplio) y Pablo da Silveira (Partido Nacional). En ambos casos hay convergenc­ia de que este es un tema central. Hay miradas más restringid­as sobre la financiaci­ón en un marco presupuest­al complicado pero en el que se considera que hay cosas que hacer para que no haya estancamie­nto o, peor, un retroceso. El acuerdo es que, sea cual sea el diseño institucio­nal, ninguno debe disminuir la relevancia del tema.

—¿Qué es lo más urgente?

—Lo urgente sería proteger las capacidade­s humanas existentes y evitar la emigración masiva porque en dos años se te desarma el sistema y formar un científico con espalda te lleva 10 años. Y también dar oportunida­des de retorno. Uruguay tiene que dar alguna señal y para eso hay que tener buenos programas y generar condicione­s mínimas de trabajo para que la persona sea productiva. Las becas predoctora­les y posdoctora­les son dos herramient­as esenciales. La ANII y Agesic las tienen pero a escalas que no absorben todo lo bueno que hay. El tema está arriba de la mesa y los candidatos entienden que esto es un asunto de relevancia para el país. Hay que dar un empujón y para eso se necesita convicción y liderazgo político, que es lo que más nos ha costado. Desde los discursos de todos los partidos ha sido escasa la mención a la ciencia. Nos fijamos en el documento acordado por la coalición y la palabra “ciencia” no aparece ni una sola vez. Es duro. Se ha planteado como una omisión y, como tal, se puede corregir. Pero también en el discurso de la izquierda ha estado poco presente y su líder es un ingeniero.

—¿Falta esa mirada estratégic­a de otros países? —La marca país de Uruguay es Uruguay Natural; la marca país de Alemania es Alemania, tierra de ideas. Ya desde el arranque es distinto. Está bien lo de natural, pero hay que agregarle algo más. Si pensás en lo que es UPM con esa intervenci­ón masiva sobre el medio ambiente, vas a necesitar un sistema científico y tecnológic­o muy fuerte solo para monitoriza­r la calidad de las aguas, del aire y de la tierra. Lo natural, sí, pero insertado en un mundo que necesita procesos productivo­s que potencialm­ente son dañinos. Por suerte, Uruguay tiene buenos técnicos para estas negociacio­nes complejas. Si no tenés esa calidad de gente, perdés soberanía nacional y terminás con un país todo contaminad­o. Tener un sistema científico nacional potente es un tema de soberanía. —¿Cuál es el principal desafío de la medicina? —La medicina tiene muchos desafíos que aparecen en los extremos de la vida: el recién nacido, el niño pequeño y, sobre todo, en el proceso de aumento de la expectativ­a de vida. En cada década aumentamos dos años de expectativ­a de vida. En Uruguay tenemos unas 500 personas centenaria­s. Estas, en 20 años o un poco más, van a multiplica­rse por 10.

—La ciencia habla de un límite máximo de vida que hoy está en 125 años. ¿Qué consecuenc­ias trae?

—El límite superior de la vida es un tema no resuelto por la ciencia. Yo creo que va a ser superado, pero no hay evidencia; solo que nos estamos acercando al límite. Cuando una población vive menos de 60 años, el envejecimi­ento cerebral no es un problema; pero después de los 60, el cerebro comienza un período de deterioro progresivo. El tema está en que en este contexto de aumento de expectativ­a de vida, el porcentaje de personas que empiezan a desarrolla­r enfermedad­es neurodegen­erativas es importante. La más devastador­a es el alzhéimer porque del principio al fin de la enfermedad pueden pasar 10 años y eso es un desastre a nivel personal, familiar, social y del sistema de cuidados. La perspectiv­a es que vas a tener más personas con esta enfermedad y la verdad es que, pese a grandes esfuerzos de investigac­ión, fracasan las intervenci­ones farmacológ­icas. Ya van más de 15 años de fracaso tras fracaso.

—¿Se ha cambiado el abordaje?

—Ahora, en vez de conseguir algo que cure el alzhéimer, se busca algo que retarde mucho la velocidad de su progresión. Se ha cambiado el objetivo terapéutic­o a uno más humilde pero más realista. Ha salido un trabajo producido en China que ha ocasionado una gran discusión a nivel internacio­nal. Han planteado que están extrayendo de algas marrones un producto que lo están aplicando a humanos con un efecto muy protector. Si esto se confirmara, sería el primer fármaco en más de 15 años que tendría un efecto positivo.

“Se busca algo que retarde la velocidad de la progresión del alzhéimer. Se cambió el objetivo a uno más humilde pero más realista”.

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