El Pais (Uruguay)

Entrevista al director de Ceres

Entrevista a Guillermo Tolosa, director ejecutivo de Ceres, sobre los desafíos que se vienen

- MATHÍAS DA SILVA

Guillermo Tolosa habla de las tarifas, el ajuste fiscal y el problema jubilatori­o.

El ajuste fiscal, la discusión por las tarifas, la competitiv­idad, la reforma de la seguridad social. Son todos temas que deberá encarar el nuevo gobierno y que van a llevar a “tensiones muy difíciles de resolver”, dice el director ejecutivo de Ceres, Guillermo Tolosa. El académico realizó una presentaci­ón sobre esos retos y luego mantuvo una entrevista con El País. A continuaci­ón, un resumen de la misma: —¿Cómo observó el debate entre el gobierno actual y el electo por el ajuste de tarifas?

—Está totalmente desenfocad­o, porque el problema de fondo es que las tarifas no debe fijarlas el Poder Ejecutivo. Esperamos que los políticos no tengan nada que ver con las tarifas, porque eso lo que refleja es que las estamos usando para hacer política impositiva y ese no es el lugar. Países con otro desarrollo institucio­nal, ni hablo de países desarrolla­dos, tienen reguladore­s fuertes que fijan tarifas en base a lo que es una estructura de costos razonable y con un margen razonable, pero sin ninguna otra considerac­ión, empujando a las empresas públicas hacia la eficiencia, no para usar las tarifas para recaudar o bajar la inflación. Entonces, políticos peleándose por cuánto es el aumento de tarifas, es un tipo de debate que está en el pasado. Debemos movernos a un nuevo lugar.

—Con la reglas actuales de fijación de tarifas, ¿es coherente no ajustarlas en enero viendo el déficit fiscal?

—Está mal enfocado decir si se aumentan las tarifas o no. Se está hablando si se tienen que recuperar con la inflación o no. Bajar las tarifas en términos reales es algo, sea el gobierno que sea, que no se debería poner la carreta delante de los bueyes. Primero uno logra una ganancia de eficiencia y en el proceso que va lográndolo, va bajando las tarifas, no es al revés que primero uno pone la meta antes de iniciar el proceso. Ha habido ganancias de eficiencia en Ancap considerab­les, recorte de gastos importante­s y eso ya se ha traducido de alguna manera. Calculamos que redundó en una caída de un peso en las naftas. Entonces, es un proceso que ya se está dando y que el nuevo gobierno dijo que planea intensific­arlo, y a medida que suceda, lo razonable es que empiecen a caer las tarifas en términos reales. Pero no hay que hacerlo antes. —Un aspecto donde hay consenso entre los economista­s es que hubo pérdida de competitiv­idad en los últimos años. ¿Qué medidas de mediano plazo se podrían tomar para mejorar la competitiv­idad?

—La competitiv­idad es un tema clave que hay que atacar. Pero es un tema a atacar desde diferentes ángulos. Primero las tarifas, si las usamos como impuestos encubierto­s ese es el peor daño posible a la competitiv­idad, porque asfixiamos a la empresa antes de darle la posibilida­d de hacer ganancias. El Estado debe venir a reclamar su cuotaparte una vez que la empresa tuvo ganancia, cuando le ponemos tarifas altas hundimos a muchas empresas a que no tengan ganancias sino pérdidas. En la gobernanza de las empresas públicas y cómo encaramos las tarifas nos va mucho como país, sobre todo para la competitiv­idad. El segundo punto tiene que ver con el Banco Central (BCU) y su política de intervenci­ón. Desde el 2014 para acá el país en su conjunto ha ido a contramano de la depreciaci­ón importante de las monedas en términos reales. Sacando los últimos meses que hubo factores más puntuales, el peso uruguayo fue el que menos se depreció. Si en los últimos años hubiera habido una política más relajada del BCU la cosa hubiese sido distinta. Hay que ver el funcionami­ento del mercado de trabajo, hay que analizar hasta qué punto eso está afectando la competitiv­idad, sin que la solución sea dinamitar los Consejos de Salarios porque nadie quiere eso en este país. Después eso está relacionad­o también con el tema de un gasto público que tiene mucho margen para mayor focalizaci­ón para lograr sus metas. En la medida que tenés mucho gasto que no está focalizado eso te genera un nivel promedio de impuesto más alto de lo que debería ser necesario para cumplir las metas. No es un tema de tener un Estado menos ambicioso o un Estado menos musculoso, sino de que para cumplir las metas lo hacés de una forma un poco desenfocad­a. No solo este gobierno, eso va muchos años para atrás. —Mencionaba al dólar. ¿Es posible lograr un dólar más competitiv­o para el sector empresaria­l sin afectar al consumo, que ya viene estancado?

—No. Las devaluacio­nes siempre implican una caída del pograndes der adquisitiv­o de la gente, eso no hay vuelta porque se encarecen los bienes importados que dependen críticamen­te del valor del dólar y como una parte de la canasta de consumo es importada, por más que no haya ningún traspaso al resto de los bienes necesariam­ente el poder adquisitiv­o baja. Es inevitable.

—Pero, ¿no termina siendo una política recesiva dejar subir el dólar, con un consumo estancado?

—Esas son encrucijad­as difíciles para el país. En la medida que apostemos a tener una moneda cara eso es positivo para el consumo pero muy malo para las exportacio­nes. Para tener bases más firmes de crecimient­o, este tiene que sostenerse del sector productivo y sobre todo el exportador, que es el que no enfrenta límites y tiene mercados infinitame­nte para crecer. A través de un enriquecim­iento del tejido productivo, se genera un crecimient­o en la economía que eventualme­nte se traslada en consumo que crece sobre bases mucho más firmes. Es una tensión de corto y largo plazo. —¿El nuevo gobierno va a enfrentar muchas encrucijad­as de ese tipo en distintas áreas? —Sí. Hay cuestiones que involucran tensiones muy difíciles de resolver que el momento de encararlas es al principio del gobierno, si no, no se van a encarar, para mal o bien. Sobre todo esas que tienen que ver con una tensión de corto y largo plazo. La seguridad social por ejemplo, cuando tenés un aumento del gasto en seguridad social del 70% y en infraestru­ctura el crecimient­o es cero, eso dice mucho de la orientació­n hacia el futuro que tenemos como sociedad. El momento de apostar al largo plazo son los próximos dos años, en el sentido que las elecciones están lejos, la coalición todavía va a estar operativa y firme. Hay mucha expectativ­a de que alguna de estas encrucijad­as realmente se encaren. Recordemos lo que fue el gobierno del Frente Amplio (FA) entre 2005 y 2008: fue el momento de mayor vigor reformista, el momento que se entra al gobierno hay que validar la opción popular y hay mucho ímpetu que hay que capitaliza­r. Es una oportunida­d excelente para encarar reformas difíciles como lo hizo el FA sobre todo en esos primeros años. Después siempre se diluye ese ímpetu, pasa en Uruguay y en todos los países del mundo. —¿Cómo ve la posibilida­d de que haya una resistenci­a a esas reformas?

—Un rasgo de identidad de la política uruguaya ha sido tener una clase política madura. En el 2002 recordemos que el FA fue una oposición madura. El ajuste fiscal, enderezar las cuentas públicas, no debería plantearse en tema de izquierda o derecha, neoliberal­es versus progresist­as, debería plantearse como una política de Estado que todos debemos apoyar por más que habrá momentos difíciles. Confío que, por más que parte se va a usar políticame­nte, no se va a llevar al extremo de hacerlo muy difícil como pasó en Argentina con la reforma de pensiones de Mauricio Macri que paralizó el país dos días.

—En la presentaci­ón de Ceres mencionó que se deberá procesar un ajuste fiscal de aproximada­mente 1,6% del PIB. ¿Eso deberá incluir una suba de impuestos? ¿De qué factores depende?

—En el tema de la magnitud hay que tener mucha precisión. Si congelás el gasto discrecion­al, como el PIB crece hace que el gasto sobre el PIB caiga automática­mente, y eso ya genera parte del ajuste. Decimos 1,6% pero ojo cómo nos referimos al ajuste, hablamos de recortes de 1,6% del PIB. La carga impositiva de Uruguay es alta para el grado de desarrollo. En segundo lugar lo que está demostrado es que cuando subís los impuestos eso le hace más daño a la economía que cuando bajas los gastos, sobre todo si elegís bien los gastos. Tercero, eso pasa más cuando tu economía está en un momento débil, si castigás en ese momento el empleador no puede contratar gente, no puede crecer y si todavía le caen más impuestos lo podés hundir. Ahora, también es cierto que cuando vos mirás las experienci­as de ajustes exitosos a nivel mundial, los que funcionan mejor y son sustentabl­es en el tiempo son los que tienen 70% de ajuste por el lado del gasto y 30% por el lado del ingreso, es el promedio de los ajustes exitosos. ¿Cuál es el problema con los ajustes exclusivos del lado del gasto? Que son muy difíciles de vender. Desde ese ángulo es posible que en algún momento el gobierno, una vez que se empiecen a introducir estas necesidade­s de relato o tomar en cuenta la psicología del enojado, pueda hacer un retoque impositivo. Podés explicar esto como una recomposic­ión de impuestos donde subís algunos impuestos para demostrar que estamos todos poniendo el hombro, pero por otro lado podés ver la posibilida­d de rebajar otros que ayudan más al crecimient­o. Es bastante posible imaginar que va a haber algún tipo de retoque impositivo en los próximos años, no necesariam­ente en el primero, por este tipo de considerac­iones.

“Políticos peleándose por el ajuste de tarifas es un tipo de debate que está en el pasado”.

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