La sorpresa demócrata
Las primarias son procesos que, de no haber una figura descollante, en su desarrollo van moldeando la pulseada principal en cada partido.
Los caucus de Iowa y la votación en New Hampshire no tienen mayor relevancia en la conformación de la convención partidaria que definirá al candidato, pero por ser los primeros pasos del proceso pueden instalar nombres, visibilizándolos y dándoles competitividad, así como debilitar postulaciones que llegaron fuertes por las encuestas previas.
Joe Biden llegó a estas primarias como favorito para encabezar la fórmula demócrata. Haber sido el vicepresidente de Obama lo visibilizaba por sobre los demás contendientes. Y representar al ala más moderada del partido lo reforzaba, debido al supuesto de que los moderados son más competitivos que los radicales porque pueden absorber más votos del centro.
Bernie Sanders llegó a Iowa y New Hampshire visibilizado por su apasionante compulsa con Hillary Clinton en las primarias del 2016. Su posición como exponente del ala izquierda solo podía ser asediada por Elizabeth Warren. Ambos protagonizarían la pulseada final con Biden, quien representaría al centrismo y al establishment económico.
Esa certeza se debilitó parcialmente en Iowa y New Hampshire, porque irrumpió una figura que, o bien puede representar al centrismo demócrata mejor que Biden, o bien puede representar a la izquierda del partido mejor que Sanders: Pete Buttigieg.
El desencanto mundial con las dirigencias políticas potencia todo liderazgo que resulte novedoso. Por eso Trump conquistó la candidatura republicana y después la Casa Blanca. También por esa razón creció Sanders como opción demócrata. Su frontalidad radical contra el statu quo socioeconómico hizo de este viejo político de izquierdas una ficha fuerte para ganar la partida final al magnate neoyorquino.
Biden es el statu quo y Sanders su contracara. Así estaba planteada la pulseada demócrata, hasta que apareció ese extraño nombre de origen maltés que casi nadie sabe pronunciar bien.
Sanders se fortaleció, pero a Joe Biden amenaza desplazarlo como opción centrista un hombre inteligente y joven, cuya única experiencia política ha sido como alcalde de una pequeña ciudad en Indiana. Buttigieg se va colocando en la pole position con un discurso lúcido y profundo, que deja a la vista la liviandad político-intelectual del discurso del exvicepresidente. Y respecto al senador de Vermont, no solo representa la contracara etaria (el más joven frente al más anciano, 38 años contra 78) sino también quien mejor cuestiona su representatividad demócrata.
Ser joven, tener tan pocos antecedentes políticos y estar casado con otro hombre le dieron la primera visibilidad en la legión de precandidatos. Pero pisarle los talones a Sanders es lo que ganó con su notable inteligencia y la calidad de sus exposiciones.
Buttigieg expresa un centro más progresista que Biden y un izquierdismo menos radical y divisivo que “Bernie”. Plantea que la radicalidad que divide es el rasgo de Trump, o sea lo que se debe combatir en lugar de replicar en la vereda opuesta.
En el largo trayecto desde el activismo en el Movimiento por los Derechos Civiles de Luther King hasta el “filibusterismo” contra la regresiva política impositiva de Bush Junior, la honradez y la coherencia han sido la marca de Sanders. Pero es posible que no sea la carta más lúcida y potente para vencer al statu quo que representa Biden. Al menos, apareció alguien que puede enfrentarlo con mejores armas.
Buttigieg es hasta ahora la sorpresa entre los demócratas.