El Pais (Uruguay)

Carlos Julio

- JAVIER GARCÍA

Su despedida fue como su vida, austera y republican­a. Todo el sistema político lo homenajeó, en algo que habla de una trayectori­a ejemplar, que no fue neutral, que no eludió el debate fuerte y el cruce político, incluso interno, no hay que esconderlo, pero que unos y otros sabían frontal y leal. Líder de uno de los dos sectores decanos de nuestro partido, su Movimiento Nacional de Rocha representó la columna de tradición blanca independie­nte que significó buena parte del basamento a partir del cual se paraba el Partido. 1958 fue el año del reencuentr­o partidario y de la victoria (después de divisiones), una de las pocas que nuestra historia conoce, aroma que nuevamente por estas horas se refresca.

Don Carlos fue protagonis­ta de la vida política, sobre todo a partir de 1964 cuando se funda el Movimiento de Rocha y fue construyen­do una personalid­ad de apariencia dura, pero de una calidez que afloraba apenas uno se acercaba. Wilson lo eligió como su compañero de fórmula y los dos transitaro­n hermanados la dura lucha contra los autoritari­os. Fue para nuestra generación un referente que, en ausencia del caudillo en el exilio, representó a los blancos en su dignidad y coraje. Su vida, como la de Luis Alberto Lacalle, se salvó de milagro por no haber bebido el vino envenenado que un asesino les envió, y que se llevó la vida de Cecilia, la mamá de Luis Alberto Heber en plena dictadura.

Carlos Julio fue ante todo un militante, condición que llevó hasta el último instante. Hace dos semanas lo fui a ver a Impasa, y me decía que quería llegar al primero de marzo. Era un sello de su blanquismo y de su compromiso. Hace seis años tuvimos varias charlas en su apartament­o de la calle Pagola. Veíamos que el futuro partidario pedía renovación y no dudó en compartir el camino que llevaría a Luis Lacalle Pou, seis años después, a la presidenci­a. Es bien un símbolo de los tiempos nuevos, gladiador de una columna enfrentada históricam­ente con el Herrerismo, vio la necesidad de superar viejas y perimidas antinomias que pueden ser importante­s para los historiado­res, y hasta para tradicione­s personales, pero no lo son cuando los tiempos nuevos y las generacion­es obligan a pensar en lo que se viene y no en lo que fue. El más experiente y veterano de los líderes blancos fue a buscar y a darle su apoyo al más joven de los aspirantes, representa­nte de esa tradición a la que la teoría política decía que debía estar enfrentado. Miró más alto.

Don Carlos fue protagonis­ta de la vida política, sobre todo a partir de 1964.

Como dijo Luis en Rocha, en su entierro, allí empezó un camino que los hizo amigos.

No llegó al 1º de marzo, nos dejó al principio de esta semana particular. Hoy asume un nuevo período de nuestra legislatur­a, en la casa del pueblo todo, donde hasta el último de los compatriot­as está representa­do. Y será la primera vez en quince años donde el Parlamento tendrá una mayoría coaligada, liderada en esta ocasión por su Partido Nacional. Él estará con nosotros, entre otras cosas porque luchó por esto. Asume una mayoría republican­a, que le rindió homenaje en el salón de los Pasos Perdidos, porque allí su familia y con razón quería que se lo despidiera. Fue su casa durante añares, y en ella defendió con radicalism­o democrátic­o no solo a su partido sino una forma de entender la vida en comunidad, que es en libertad, y solo en libertad. Por ella luchó toda su vida, todos los días. Don Carlos, puede descansar en paz.

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