El Pais (Uruguay)

El documental de los Obama que se llevó un Oscar

La premiada American Factory, disponible en Netflix

- CARLOS REYES

En estos tiempos en que China y Estados Unidos están midiéndose, una vez más, sus fuerzas en el tablero de la economía mundial, American Factory, la película que el domingo pasado ganó el Oscar a Mejor Documental, plantea un tema muy jugoso al respecto. La inversión que China hace en la industria norteameri­cana, y más en general, el obrero chino y el estadounid­ense, puestos a trabajar codo a codo.

Éste no es uno de esos tantos documental­es que dejan el sabor de haber visto algo parecido muchas veces antes. Acá el tema abre un abanico de asuntos, que sus directores, Steven Bognar y Julia Reichert, aprovechan para invitar a reflexiona­r sobre muchas cosas, entre ellas hasta qué punto Estados Unidos y China son capaces de ponerse a trabajar en equipo. También aborda las distintas visiones del trabajo, en una y otra cultura, y la relación entre el movimiento sindical y el empresaria­do.

La película, que fue lanzada el año pasado en el Festival de Cine Sundance, fue producida por Barack y Michelle Obama, desde la compañía Higher

Ground Production­s, y Netflix se está encargando de llevarla a todos los públicos del plantea. Y el Oscar sin duda potenciará la cantidad de espectador­es que coseche: y realmente merece tener mucho público, dado que encierra mucha informació­n, invita a reflexiona­r, y es muy ilustrativ­a, no solamente para los habitantes de los países poderosos, sino para los otros, Uruguay incluido.

El inteligent­e documental comienza con un panorama desolador: una fábrica que cierra y miles de trabajador­es que quedan en la calle. Ellos se abrazan, lloran. Una parte de la vida de ellos, de convivenci­a y esfuerzos, queda atrás. Pero en 2014, un multimillo­nario chino reabrió una antigua fábrica de General Motors en la ciudad de Dayton (Ohio), instalando Fuyao, una enorme fábrica de parabrisas y productos de vidrio. Y para muchos habitantes del lugar, esa noticia no solamente implicó recuperar un trabajo, sino también la dignidad. La recesión había hecho estragos en sus vidas cotidianas, y llega la hora de volver al trabajo. Pero no será volver a la antigua fábrica americana: otra concepción de la mano de obra, del tiempo libre del trabajador, y de las obligacion­es de éste, entran en juego en esta nueva etapa de sus vidas laborales.

Los directores registran todo tipo de escenas, entrando en reuniones de altos empresario­s, viajando junto a ellos, yendo a las casas de los obreros, instalando la cámara en el comedor de la fábrica. Y captan la distancia entre la cultura china y la estadounid­ense, muchas veces con humor. El vidrio, ese material tan rígido y tan delicado, parece cobrar como un valor simbólico de las relaciones laborales. Trabajador­es de uno y otro país conviven toda la jornada, resuelven problemas juntos, comparten sus hábitos, incluso el tiempo libre.

Pero no tardan en surgir los problemas, que van desde las medidas de seguridad, hasta los beneficios laborales y los bajos salarios. Mientras algunos trabajador­es apelan a la fuerza de la protesta, la empresa amenaza con automatiza­r más el proceso de producción. Va quedando claro que no es fácil poner en diálogo a ambas partes, ni a ambas culturas. Uno de los méritos del documental es dar la palabra a todos los implicados, logrando una pluralidad de voces. Además de todas las imágenes que comunican lo que las palabras no alcanzan a decir.

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TRABAJO E IDIOSINCRA­CIA. American Factory, una gran reflexión sobre el mundo laboral de hoy.

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