El Pais (Uruguay)

Aunque sea un poco tarde

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Hace casi 28 años la ciudadanía votó, en un referéndum, la derogación de algunos artículos de la llamada “Ley de Empresas Públicas”. Lo hizo movilizado por una terrible manija del FA y de sus sindicatos, acompañada por el doctor Sanguinett­i, (cuyos legislador­es habían votado a favor de la ley) y por algún legislador blanco, (que no la había votado). La campaña fue al grito de: “No al Neoliberal­ismo”; “No a las privatizac­iones”; “Defendamos a nuestras empresas públicas”; “quieren regalar las joyas de la abuela,” (por Antel) y otras genialidad­es demagógica­s (como los piratas, ¿se acuerdan?)

Ahora, todo ese batuque, en concreto, a qué se refería? Bueno es recordarlo.

Se trataba de dos o tres puntos: 1) El referéndum eliminó el artículo 1 de la ley que permitía al Poder Ejecutivo conceder u otorgar permisos para la ejecución de servicios públicos; 2) también se eliminaron similares facultades para los directorio­s de entes autónomos y servicios descentral­izados; 3) se derogó el artículo 2 que permitía a la Administra­ción Central y a los entes contratar con terceros actividade­s que no fueran cometidos esenciales del Estado o servicios públicos y, por último, 4) el artículo 10 que facultaba a Antel a prestar sus servicios de telecomuni­caciones en forma directa o indirecta. Esa era la substancia, lo concreto: la amenaza horrible al ser nacional.

Mirémoslo a los ojos de lo que hemos visto estos años, protegidos del neoliberal­ismo, para dimensiona­r objetivame­nte la cosa.

Hoy, vemos que se concesiona­n, entre otras cosas, servicios penitencia­rios y de salud, el ferrocarri­l y otras obras públicas, se permite la generación privada de energía y se crean decenas de sociedades anónimas para llevar adelante actividade­s del Estado (sin control parlamenta­rio, ni del Tribunal de Cuentas). Eso en cuanto a los tres primeros puntos derogados. Después, referente a “las joyas de la abuela”, Antel compite en el mercado de la telefonía celular, sin haber desapareci­do, y va camino a nuevas formas de contrataci­ones de derecho privado.

Queda el temita de “la defensa de nuestras empresas públicas”, (al que parece haberse abrazado otra vez el Dr. Sanguinett­i, para oponerse a la desmonopol­ización de la refinación de petróleo). Pues, la verdad es que en este punto, los manijeador­es del referéndum tuvieron oportunida­d de predicar con el ejemplo y lucirse, cuando les tocó gobernar.

Defendiero­n Pluna de maravillas; le pegaron a Ancap una cepillada fantástica de 800-900 millones de dólares y ahora nos venimos a enterar que la joya de la abuela no solo iba a crear 857 cargos de funcionari­os públicos presupuest­ados, sino que tiene una estructura funcional caribeña: entre otras perlas, tiene un gerente cada 29 funcionari­os y ¡155 gerentes o jefes que ni siquiera tienen personal a su cargo! Si eso no es defender nuestras empresas públicas…

Más increíble aún es que nos sigan verseando con los mismos argumentos. La oposición a que se desmonopol­ice el refinado de petróleo se basa en razonamien­tos paleolític­os.

Por un lado están los que sacaron del armario los viejos huesos del fantasma extranjero y vuelven a agitarlos, al grito de que nos dominarán los de afuera. Como si no dependiéra­mos siempre de multinacio­nales que nos venden el crudo. Los que argumentan lo del cuco imperialis­ta son los mismos que dicen que no tiene sentido desmonopol­izar porque igual nadie se va a instalar. Una cosa o la otra: las dos, no.

Y quedan aquellos que no quieren votar porque sostienen que la desmonopol­ización no hará por sí sola que bajen los precios. Mientras no los haga subir, ¿será que no vale la pena defender el principio (constituci­onal), de libertad?

¿Por qué no miramos un poco lo que pasó con las desmonopol­izaciones que ya han ocurrido en nuestro país, (gracias a la ley de Empresas Públicas)?

Los servicios de seguros mejoraron enormement­e y ahí sigue el Banco de Seguros del Estado; no te digo nada de la producción de alcohol, (como acaba de demostrars­e a raíz de la pandemia). El mercado de la telefonía celular funciona muy bien y la generación privada de energía eléctrica ha llegado incluso a ser bandera política del Frente: “cambiamos la matriz energética”, (sí, gracias a Lacalle Herrera).

Sería triste que no podamos aprender de nuestros propios errores.

¡Después de años!

Ahora nos enteramos que “la joya de la abuela” tiene una estructura caribeña de un gerente cada 29 funcionari­os.

tantos

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