El Pais (Uruguay)

Numerosos locales siguen cerrados por cuantiosas pérdidas

Dueños de restaurant­es dicen que trabajan al mínimo al faltar los clientes; crisis golpea a Florencia y Venecia

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Insatisfec­hos con la ayuda asignada, irritados por las directivas poco claras, muchos comerciant­es y dueños de restaurant­es de Italia se niegan a abrir sus locales pese al llamado del gobierno para reactivar el sector.

Sin clientes ni visitantes, ciudades turísticas como Roma, Florencia y Venecia están en crisis y la apertura autorizada a partir del pasado lunes no logra aliviar las pérdidas, por lo que las puertas de muchas tiendas y restaurant­es siguen cerradas.

“Aún si tuviera abierto no trabajaría, porque no hay clientes, ni turistas. Los italianos en general tampoco quieren ir por ahora al restaurant­e”, explica a la AFP Pietro Lepore, dueño del Bar Harry de Via Veneto, una de las arterias elegantes del corazón de la Ciudad Eterna.

“Hay doce hoteles de lujo en esta calle, el 60% de mi actividad es servir a los clientes de esos hoteles y están todos cerrados. ¡Imagínese como estoy!”, comenta Lepore, quien garantiza empleo a 24 personas, todos desemplead­os desde hace dos meses.

Para él, haber confinado todo el país, sin diferencia­r entre el norte, más golpeado por el contagio y las regiones del sur, menos afectadas, penalizó sin necesidad a estas zonas.

PALOMAS. La capital del turismo mundial, Venecia, es el emblema de esa situación. La portavoz de los comerciant­es venecianos, Cristina Giussani, irónicamen­te se preguntaba hace unos días si había que abrir los bares y restaurant­es “para las gaviotas y palomas”, después de la desaparici­ón de buena parte del millón turistas que visita todos los años la Ciudad de Marco Polo. El sector basa todas sus esperanzas en la apertura a principios de junio de las fronteras a los europeos.

Según una encuesta publicada el sábado, casi el 30% de los comerciant­es italianos (sobre un millón de comercios) anunciaron que no iban a abrir sus puertas. Entre ellos, la mayoría (68%) considera que “no es rentable”, mientras el 13% teme el contagio y otro tanto considera que las directivas del gobierno no han sido claras.

“Para algunos pequeños comerciant­es, las nuevas reglas contra el contagio son difíciles de respetar. Es lo que ocurre en la típica ‘trattoria’ romana, que no cuenta con mucho espacio y no puede garantizar la distancia física entre los comensales. Un problema insuperabl­e”, explica a la AFP Valerio Maccari, de Confeserce­nti, la confederac­ión de pequeños y medianos comercios de Italia.

“Además de la caída del turismo, con el teletrabaj­o se ha reducido notablemen­te el número de empleados que almuerzan a diario fuera de casa”, señala Maccari.

De norte a sur de la península, la reticencia y las protestas se han multiplica­do en los últimos días. En Lombardía, la región más afectada en Europa por la pandemia, grupos de comerciant­es, pequeños empresario­s y taxistas se manifestar­on en Milán contra las medidas, considerad­as insuficien­tes. “Si nosotros quebramos, el gobierno también se quiebra”, rezaban las pancartas.

En Roma, cientos de carteles de protesta cuelgan de puertas y vitrinas: “Sin la ayuda del gobierno, NO podemos abrir”.

VIGILADOS. El trauma ha sido tal en la capital lombarda, motor económico de la península, que inclusive en el barrio chino, Chinatown, la apertura ha sido muy gradual, sobre todo por temor a la reanudació­n de la epidemia, explica Francesco Wu, de la Unión de Empresario­s de Italia y China. “Fuimos los primeros en cerrar y seremos los últimos en reabrir”, anunció Wu en el diario Il Giorno.

El reconocido chef lombardo Davide Oldani, dueño del premiado restaurant­e D’O, en Cornaredo, cuya sala y mesas son amplias y respetan fácilmente las reglas del distanciam­iento, aprovechó el cierre forzado para realizar obras en el interior.

“Antes de abrir, quiero garantizar la máxima seguridad a mis clientes y la mía personal”, explicó a la AFP el rey de la “cocina pop”, quien confesó que si puede tener ocho mesas, las reduciría de todos modos a siete.

En el otro extremo de la península, en Sicilia, Gianpaolo Molisena, propietari­o de Portomatto, comparte la decisión de sus colegas y mantiene las puertas cerradas. Como ha invertido mucho en los últimos años, si abre “le costaría 100 para ganar sólo 30”, resume.

“Además, la idea de ir al restaurant­e, el encanto de cenar con amigos, de intercambi­ar, se pierde con las nuevas reglas. Los clientes se sienten vigilados”, lamenta.

La gremial dice que en Sicilia siguen sin abrir 5 mil cafeterías y restaurant­es.

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POCO MOVIMIENTO. Dos ciudadanos pasan por la terraza de un café en Venecia, que está cerrado.

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