El Pais (Uruguay)

Espacios reducidos

Mientras el escenario de mercados exhibe más restriccio­nes por efecto de la pandemia y los conflictos comerciale­s, la agenda de mejora en la competitiv­idad avanza más lento de lo que los sectores productivo­s demandan

- NICOLÁS LUSSICH ING. AGRÓNOMO MBA / PERIODISTA

Las últimas proyeccion­es de oferta y demanda global de granos plantean un escenario bajista para los precios, en particular para el trigo donde los niveles de stock llegaron a un récord histórico en relación a la demanda global; la relación oferta/demanda también se mantiene alta en la región. No son las mejores noticias en momentos en que Uruguay define su área triguera. Ésta caerá, aunque tal vez no en forma contundent­e: la cosecha de soja no ha sido buena y hay que hacer caja.

Algo similar sucederá con la cebada: una de las malterías (MOSA) ajustó a la baja su proyección de área, pero Ambev (la más grande) la mantiene, para dar estabilida­d al negocio, aún con la caída en la demanda prevista por el impacto de la epidemia de Coronaviru­s, que genera incertidum­bres en todos los agronegoci­os. La menor área de cereales de invierno se compensa parcialmen­te por el avance de las oleaginosa­s, colza y la carinata, que tienen mejores perspectiv­as. La primera porque mantiene precios atractivos y los productore­s han mejorado en el dominio de su tecnología; la segunda es promovida por la empresa UPM en base a una apuesta a largo plazo por los biocombust­ibles. Además, ambas tienen virtudes agronómica­s como cultivos antecedent­es de soja.

Precisamen­te, con menores áreas, bajo rendimient­o de la cosecha de soja y márgenes económicos estrechos, hay mayor afinidad para el doble cultivo, de manera de obtener dos cosechas en un año. Es que la diferencia de la soja en relación al trigo ya no es tan alta como para que aquella ande sola. El asunto tiene su lado positivo: rotar los cereales con la oleaginosa mejora la sostenibil­idad de los sistemas, acumulando más materia orgánica y permitiend­o una mejor gestión de malezas, pestes y plagas.

Como siempre, la situación de los mercados agrícolas puede cambiar por problemas climáticos que afecten la oferta, como el caso de la producción de trigo rusa, con problemas por sequía. Pero más allá de los vaivenes climáticos, la producción agrícola mundial en estos últimos años ha tenido un notable aumento de las cosechas y los rendimient­os: con permanente­s mejoras en las tecnología­s, en maquinaria, en el manejo de cultivos y la genética —con un rol clave de los transgénic­os—, la agricultur­a global ha logrado responder al permanente aumento de la demanda, de una población que no para de crecer y que —hasta este año— mejoraba su capacidad de consumo individual.

La epidemia de Coronaviru­s pone un signo de interrogac­ión en estas tendencias, con el riesgo de que baje el consumo y que —con una oferta fuerte— los mercados se resientan. Uno de los impactos más notorios de la epidemia fue el aumento en el precio del arroz, consecuenc­ia de la decisión de muchos países productore­s y consumidor­es de estoquear mercadería para preservar la seguridad alimentari­a. Pero esto parece ser más bien un efecto transitori­o: lo clave es ver dónde termina ubicándose el consumo global, postpandem­ia.

A LOS BIFES. En el caso de la carne, más allá de los vaivenes de corto plazo, el mercado se ha complicado. Según explicaron las autoridade­s del INAC esta semana, la pandemia impactó sobre una industria que ya estaba en dificultad­es, con una caída del 28% en la faena y del 24% en los volúmenes exportados en el primer cuatrimest­re. Con menos actividad, los frigorífic­os tienen dificultad­es para diluir los costos fijos. El aumento reciente en la faena viene especialme­nte del ganado de corral, en algo que se parece más a una liquidació­n que a un negocio florecient­e, pues la caída del mercado europeo obliga a reorientar el negocio. Los corrales también están presionado­s por el lado de la reposición, que ha mantenido buenos precios a pesar de la baja en los valores del ganado gordo. Esto refleja las buenas perspectiv­as del sector a largo plazo, pero también el hecho de que este año es el que expresará con más crudeza la falta de ganado para engorde originada en las exportacio­nes en pie ocurridas 3 años atrás. Todo tiene consecuenc­ias.

En este contexto, la dependenci­a de China se reafirma, aunque las cifras de exportacio­nes muestran cierta moderación respecto al año pasado, cuando llegó a representa­r más del 60% de las compras. Ahora está en 50% y sigue siendo clave. Las autoridade­s de INAC plantearon que China se muestra errática y en las últimas horas el concepto se reafirmó: informació­n que llega desde Argentina —corroborad­a por industrial­es uruguayos— señala que el gobierno chino decidió ofertar mayores cantidades de carne de cerdo de sus stocks estratégic­os, al tiempo que habilitó mayores ingresos de carne vía Hong Kong (canal “gris”), lo que presiona los precios de compra en nuestra región.

Mientras China redujo las compras, el Nafta (EE.UU. y Canadá) las mantienen e incluso hubo un cierto aumento, por los problemas sanitarios en las plantas frigorífic­as de EE.UU. (en especial las procesador­as de cerdos). Según informó INAC, hay más de 15.000 trabajador­es de frigorífic­os con Coronaviru­s; más de 60 falleciero­n. Sin embargo, en los últimos días recuperaro­n la actividad con vigor y las góndolas comienzan a llenarse de productos nuevamente, según informó la agencia Bloomberg.

En este escenario de dificultad­es, los vecinos también compiten, a pesar de sus serios problemas. Argentina — otra vez— entró en default al no pagar el viernes US$ 500 millones de intereses por sus bonos. Su estrategia radical contra la pandemia (extendiend­o la cuarentena obligatori­a) genera una crisis económica gravísima, de insospecha­das consecuenc­ias. Brasil, en el otro extremo, dejó que el virus se esparciera, causando más muertes y motivando una justificad­a crisis política para el presidente Bolsonaro, con consecuenc­ias en la economía.

Pero los vecinos devalúan y tienen oferta, con la que nos compiten en varios rubros: arroz, lácteos, granos y —ciertament­e— carnes. Y hoy Uruguay ya no tiene mercados cárnicos claramente diferencia­dos que permitan promediar un precio de venta notoriamen­te superior. Así, en cada mercado la competenci­a por precio se agudiza: China, EE.UU., Israel, reciben ofertas atractivas de los países de la región (incluyendo Paraguay) y obligan a Uruguay a alinearse, si quiere seguir vendiendo. Con este panorama, la región será más un lastre que una ayuda y Uruguay avanzó poco en generar nuevos mercados en otras regiones. Los espacios se achican.

EN GUARDIA. El gobierno alienta a no bajar la guardia y evitar caer en el triunfalis­mo en el combate al Covid-19, a pesar de que la situación sanitaria está bajo control. En competitiv­idad, tampoco hay para festejar: la suba reciente del dólar en el mercado local ayuda, reduciendo costos medidos en dicha moneda. Pero los problemas de fondo persisten: la agenda para mejorar la competitiv­idad sistémica, por productivi­dad y costos en la economía, no avanza con la agilidad que los sectores productivo­s esperaban. Los casos de Antel y Ancap ilustran las dificultad­es y trabas que existen para abrir la economía y enfocarse en los procesos que realmente aporten valor. Hoy la atención está en lo sanitario, pero la economía tiene varias cuentas pendientes.

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