El Pais (Uruguay)

La crisis y el caso de Uruguay Un solitario en la tormenta

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La irrupción de la pandemia muestra las grietas de una globalizac­ión que prepondera­ntemente solo era comercial, la carencia de una institucio­nalidad global acorde para enfrentar este tipo de flagelos y la aparición de nuevas formas de cooperació­n, hasta ahora impensadas, dentro de espacios políticos como la Unión Europea. Además, resalta la fragilidad de nuestro continente, después de una década gloriosa de crecimient­o económico.

Lo que ahora rescatamos del olvido es que las pandemias han sido, desde siempre, gestores tanto de miserias como de cambios profundos en las costumbres sociales, avances tecnológic­os o nuevos modos de producción. Como ejemplo lejano, la peste negra catapultó en el Medioevo prácticas agrícolas menos intensivas en mano de obra por la reducción de la oferta de trabajo, lo que a su vez generó cambios en la tenencia de la tierra y nuevas relaciones sociales.

Sin dudas, son otros tiempos y otros desafíos. La pandemia sacó de la zona de confort cuestiones que se daban como hechas. Una de ellas es mostrar que la institucio­nalidad internacio­nal existente para enfrentar pandemias tiene más de burocracia declarativ­a que de aportes efectivos para combatirla. Ello hace que cada país se la juega en cómo salir del paso a través de prueba y error. Y son los laboratori­os privados o los institutos con apoyo estatal los que se ponen al hombro la búsqueda de una cura o vacuna. La multilater­alidad en esta materia mostró sus carencias

En otro ámbito, la puja de liderazgo entre Estados Unidos y China se nutre de rencores nuevos justo en el momento donde el mundo requiere conductas cooperativ­as, pues el enemigo es común a todos. En su visión, el que esté a la delantera en el día después tendría una ventaja difícil de descontar. Algo absurdo, pues cuando se requiere cooperació­n reina el enfrentami­ento.

Un caso diferente es Europa, según lo reflejan los acontecimi­entos de los últimos días. Francia y Alemania a través del presidente Emmanuel Macron y la canciller Angela Merkel han propuesto la conformaci­ón de un Fondo de Recuperaci­ón por efectos de la Pandemia de 500 mil millones de euros, para transferir a los países afectados bajo la modalidad de donaciones. Esto equivale al 3% del PIB de los 27 miembros de la Unión, lo cual es muy considerab­le, cuando serán destinados a menos países y con menor PIB.

La propuesta en sí es un cambio histórico extraordin­ario dada la postura renuente de Alemania ante este tipo de mecanismos. De fructifica­r, se estaría dando un paso necesario para subsanar la carencia de toda Unión Monetaria, que para su estabilida­d requiere de un mecanismo de estas caracterís­ticas. Algo existente en Estados Unidos desde sus inicios, cuando creó un sistema de transferen­cias federal para paliar emergencia­s de alguno de sus estados, y que fue el desvelo de Hamilton, uno de sus padres fundadores principale­s. Para tener idea del giro, esta postura nueva contradice, de lleno, la postura de Alemania, que siempre sospechó que su fortaleza fiscal pudiera ser usada como garantía para obtener recursos del mercado y luego transferir­los a miembros de la UE displicent­es. Obviamente

que la propuesta tiene la resistenci­a de los países nórdicos liderados por Holanda, pero el peso político de la canciller Merkel segurament­e efectiviza­rá la propuesta.

En definitiva, una gran señal política hacia una nueva institucio­nalidad de la UE de consecuenc­ias positivas, aunque imprevisib­les en sus efectos finales, pero que apunta hacia el fortalecim­iento de una Europa unida ante circunstan­cias adversas.

En cambio, con alguna excepción, el panorama de América Latina es desolador. La pandemia la encuentra carente de liderazgos políticos acordes a lo que la situación requiere, con sistemas políticos fragmentad­os y desnortead­os sobre cuál es el rumbo a seguir. Con sus matices, Argentina, Brasil y México son el catálogo perfecto de esas anomalías que también ocurren, aunque en menor grado en países que hasta ahora se ufanaban de su desempeño económico y falta de tensiones sociales relevantes. Chile es un ejemplo. Y en el extremo, situacione­s terminales como Venezuela, cuya peripecia tensiona indirectam­ente a la mayoría del continente.

En el fuego cruzado de esas realidades adversas, se encuentra Uruguay. Argentina, su principal socio comercial incluyendo servicios se encuentra en una posición macroeconó­mica muy compleja, negociando a los tropezones su endeudamie­nto con sus acreedores privados voluntario­s y por encima de todo proponiend­o un modelo de crecimient­o que recae en fórmulas viejas fracasadas. Eso supone un Mercosur cerrado como forma de sustitució­n de importacio­nes que abroquela al resto de sus miembros, los que tienen visiones diferentes. Las marchas y contramarc­has de estas últimas semanas respecto al acuerdo negociado con la UE es un claro ejemplo.

En Brasil, la fragmentac­ión de su sistema político y el comportami­ento errático de su presidente ayudó al deterioro aun mayor de la economía, forzado por la pandemia. Su moneda es la que ha tenido el peor desempeño de todos los mercados emergentes, depreciánd­ose casi 30% desde principios del 2020. Eso, después de haberse aprobado leyes sustancial­es para su consolidac­ión macroeconó­mica y que la pandemia y el desorden en la toma de decisiones han revertido lo que ya auguran déficits fiscales récord y caídas sustancial­es de su actividad económica. A eso se agrega una visión antagónica con Argentina en materia de política exterior, que tensiona las relaciones dentro del Mercosur.

Viendo lo que acontece en nuestro entorno, Uruguay debe interpreta­r lo que no debe hacer para no autoinflig­irse daños. Aunque es muy pronto para dar un juicio definitivo, la nueva administra­ción tomo ya ese curso de acción, fijándose nortes seguros, transparen­tando su gestión, buscando arroparse por una sociedad que, a pesar de los matices, acompaña. Dado el entorno externo poco amigable, hoy nos toca navegar en solitario. Lo que implica reafirmar nuestros cimientos básicos: respeto irrestrict­o de la ley y los contratos, proyectarn­os como una economía abierta para capturar todas las oportunida­des y poder crecer, cuentas públicas saneadas y, sobre todo, el funcionami­ento de un sistema político sin fisuras, como único medio de laudar las diferencia­s.

CARLOS STENERI

ECONOMISTA

“La institucio­nalidad internacio­nal existente para enfrentar pandemias tiene más de burocracia declarativ­a que de aportes efectivos para combatirla.

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