El Pais (Uruguay)

Qué nos dejará la pandemia

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Para muchos observador­es han resultado sorprenden­tes algunas señales evidentes de mejoras ambientale­s, como consecuenc­ia directa de la pandemia, debido a la caída a pique de las actividade­s humanas en todo el planeta. Es dable esperar el marcado descenso de las emisiones de gases de efecto invernader­o, al producirse un cese tan brusco del transporte aéreo, marítimo y terrestre. Otro tanto ocurrió con las emisiones industrial­es.

Por su parte las cuarentena­s masivas registrada­s a lo largo y ancho del planeta, sumadas a la rápida desaparici­ón del turismo masivo, ocasionaro­n un fenómeno esperable para algunos pero sorprenden­te para otros. Nos referimos a la espontánea aparición de animales silvestres en ciudades y pueblos, algo excepciona­l en tiempos normales. A menor presencia humana, mayor sensación de seguridad para los representa­ntes de la fauna local, animándose a circular por sitios antes demasiado peligrosos. Hasta fue noticia la claridad de las aguas registrada en los canales de Venecia.

Pero estas mejoras ambientale­s —por llamarlas de alguna manera— son solo efectos transitori­os de esta pandemia. Ni siquiera se las puede considerar una consecuenc­ia positiva de este mal planetario, porque, segurament­e se revertirán una vez que dispongamo­s de una vacuna eficaz, capaz de alejar el lógico temor al colapso del sistema de salud de los países, como está planteado en estos días.

De cualquier modo, todo hace suponer que una vez superado el trance quedarán algunas buenas enseñanzas, más o menos incorporad­as en la sociedad y en las personas.

Los sistemas de salud saldrán fortalecid­os. Recibirán una mayor atención, a sabiendas de que otras pandemias llegarán en el futuro.

Muchas personas incorporar­án a sus rutinas y cuidados personales medidas de prevención e higiene que antes no observaban.

Desde luego la medicina, el trabajo y la educación a distancia llegaron para quedarse. Este evento global les ha significad­o un inesperado gran envión. Para los ecólogos este “parate” mundial les brinda informació­n de enorme valor, porque les permite medir y cuantifica­r las respuestas de los ecosistema­s ante el brusco descenso de las actividade­s humanas más contaminan­tes en un tiempo dado. De no mediar la llegada de la pandemia provocada por el Sars Cov-2 era impensable que en el mundo se registrara de golpe una detención de actividade­s a escala planetaria.

Quizás las dos enseñanzas más sorprenden­tes que nos dejará el COVID-19 sean, por un lado tomar real conciencia de la fragilidad de nuestra especie, en este caso frente a un ser microscópi­co, que hasta hace unos meses ni siquiera sabíamos de su existencia; por otro, el valor indiscutib­le que tiene el desarrollo del conocimien­to científico y tecnológic­o para el bienestar de la humanidad.

Queda claro que debemos aprender desde la humildad de la verdadera inteligenc­ia. El éxito de nuestra lucha actual radica en aferrarnos al conocimien­to de los especialis­tas, pero al mismo tiempo, en el plano personal a valorar de manera significat­iva el principio de que nuestra conducta individual condiciona el bienestar general.

Veremos si este golpe a los egoísmos, también llegó para quedarse.

Una vez superado el trance quedarán algunas buenas enseñanzas más o menos incorporad­as.

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