“La deuda pública va a explotar en todos lados”
—Los números no son buenos... —Para nada. Es todo una insensatez, una falta de rumbo que rara vez he visto, y esto va a empeorar. Porque cuando se termine la pandemia, los que no tengan cómo vivir van a estar ahí, sin empleo, sin renta. ¿Cómo están las cosas en la Argentina?
—En lo sanitario, vamos detrás de Brasil, pero la situación económica ya golpea muy duro, aunque sabemos que falta lo peor...
—Pero ustedes tienen una ventaja: tienen mucha comida para exportación, y espero que no disminuya la demanda, acaso baje un poco, pero no tanto. Pero quienes viven de pequeños negocios están liquidados. No tienen cómo aguantar. Creo que la deuda pública va a explotar, aquí, allá y en todos lados. Y temo una versión más autoritaria del futuro.
—¿Qué lecciones ha extraído de esta pandemia?
—Estas pandemias globales a veces ocurren, pero esta ha demostrado que se expande muy rápidamente, y temo que no sea una sola ola, sino que haya otras. Por eso debemos darnos cuenta de la importancia de contar con la preparación necesaria. Creo también que debemos darnos cuenta de la desigualdad. Porque esta crisis llegó en avión, pero afecta a la pobreza, a las villas. Y para esta pandemia no existe una vacuna ni tratamiento específico, y lo único que tenemos como opción es alejarnos los unos de los otros. Pero ¿y los que nada tienen? En los barrios pobres la gente está en la calle, ¡porque lo que ocurre en sus casas es peor que la calle, donde se contagian! El problema es que hemos aceptado la desigualdad como algo “normal”, pero con tanta desigualdad es difícil lidiar con estas pandemias. Ahora Europa comienza a recuperarse. ¿Y cuando llegue a África? Porque este virus puede golpear a ricos y a pobres, pero el rico se aísla, tiene cómo vivir; el pobre, no. Y encima, la durabilidad de esta pandemia es otro factor. La gente se pone nerviosa. En poco tiempo más será difícil mantener a la gente en sus casas. En fin... ojalá tengamos memoria. Porque la humanidad recuerda, pero también se olvida. Y los ricos se olvidan más rápido porque los toca menos. —Por ahora se observan esfuerzos aislados de solidaridad, sin una mayor coordinación... —Ojalá que el mundo registre más solidaridad. No suele ocurrir. Ahora vemos muchos gestos, pero también vemos qué ocurre en el mundo... ¡America
First! (por el lema de Donald Trump, “¡primero Estados Unidos!”). ¿Cómo America First? Estados Unidos tiene una responsabilidad planetaria, pero temo que la tendencia será más nacionalismo: cada uno consigo mismo y Dios con nadie. —¿Qué le preocupa más? ¿El nacionalismo que mencionó? ¿Ciertas tendencias autoritarias? ¿El aislacionismo? ¿Acaso más xenofobia?
—Ya hay todo eso, aunque no sé si va a predominar. En política se inventa el futuro. Y para inventar el futuro se requiere liderazgo. Por eso me preocupa mucho la falta de liderazgo, en nuestros países y en los principales. El presidente de Estados Unidos ahora va a ir a elecciones. Si gana Trump, no será bueno para el mundo. Entre otros motivos, por aquellos gobiernos que se adhieren a él, como Brasil, donde nuestro presidente tiene una visión pro-trump. ¡Ambos creen que la pandemia es algo que se hizo contra ellos, pero que es una pequeña gripe! Por eso la reconstrucción de este mundo no va a ser fácil. No hay por qué adherirse a una posición, hay que maniobrar, pensar y establecer el multilateralismo, aunque la tendencia va en la dirección opuesta.
—¿Pueden resurgir los militares como opción de poder en la región?
—Sí, es posible. En Brasil las fuerzas armadas cambiaron mucho. Creo que esta generación de militares es profesional y ha adherido a la idea de la Constitución. Dicho eso, se eligió presidente a un exmilitar con una visión corporativista propia de los anteriores militares, sin mucha relación con los civiles. Y le recuerdo que cuando (Salvador) Allende era presidente de Chile, nombró a muchos militares. Cuando los gobiernos son débiles buscan a las fuerzas armadas como último bastión para mantenerse. Ahora, es más eso lo que está aconteciendo aquí (por Brasil). El problema es otro: con la cercanía al poder, los militares se acostumbran a tener poder y eso puede llevar a otro riesgo. Ahora las democracias no se mueren por golpes de Estado, se mueren desde adentro. Eso sí me preocupa.
—¿Ve algo esperanzador en lo que ocurre a raíz de esta pandemia, sea en América Latina u otras partes del mundo?
—¡Sí! El mundo ha cambiado mucho gracias a las relaciones directas, persona a persona, por internet. Aunque vemos la proliferación de fake news ,la vocación predominante es buscar información, opinar y participar. Eso es auspicioso. Ahora es mucho más difícil controlar lo que pasa e incluso si alguien intenta controlar los medios, la gente puede oponerse. Segundo, porque no se llega lejos sin un horizonte de esperanza. Los políticos deben visualizar una salida. ¿Qué significa eso? Que deben concertar esfuerzos durante la pandemia y no olvidar la economía, que es determinante. Y tercero, porque ya hemos probado el gusto de la libertad y, como decía un exembajador francés, América Latina es el “extremo Occidente”. Extremo, sí, pero Occidente. La idea de libertad es parte de nuestra cultura.
—¿Cómo abordamos el azote del COVID-19 en sus favelas o nuestras villas? ¿Qué tipo de liderazgo se necesita?
—Que no sea populista. El riesgo grande es que caigamos en un liderazgo autoritario y populista. Porque la gente más pobre terminará más pobre todavía. No debemos dejar que los líderes populistas se transformen en líderes autoritarios.
“No debemos dejar que los líderes populistas pasen a ser autoritarios”.