El Pais (Uruguay)

Matador cobró $ 50 mil por las armas robadas

El desertor de la Armada y homicida era fanático de las pistolas Glock

- EDUARDO BARRENECHE

▃▃ En la fría madrugada del 31 de mayo pasado, el autor del triple crimen de los infantes de marina salió del puesto de guardia de una vieja antena de radar llevando tres pistolas y sus cargadores.

En el camino a su casa, ubicada a pocas cuadras del puesto, logró “colocar” dos pistolas Glock, armas muy codiciadas en el mercado negro por su potencia de tiro y bajo peso.

Según fuentes de la investigac­ión, el matador vendió las dos armas a menos de la mitad de su precio en el mercado formal: $ 50.000.

Con ese dinero se cortó el pelo, adquirió un nuevo teléfono celular, unos kilos de asado y droga. Las llevó a la casa donde alquilaba una habitación para compartir con una pareja. Allí relató los crímenes. Poco después los tres fueron detenidos.

Al conocerse la noticia, las armas comerciali­zadas “quemaban”. Una llamada anónima a la Policía avisó que las Glock estaban en la esquina de Burdeos y Patagonia. Una de esas pistolas fue usada para matar a los tres infantes.

Una huella dactilar en el picaporte de una puerta y los championes manchados de sangre lo delataron. Ni siquiera pudo alegar que la huella estaba en el puesto de la Armada en el Cerro desde cuando cumplía guardias en el lugar.

El desertor, que ejecutó a sangre fría a tres infantes de marina en la madrugada del 31 de mayo pasado, no sabe que todas las semanas se higieniza el puesto para evitar el COVID19. Su perfil psicológic­o, según supo El País, lo revela como una persona con trastornos mentales. Alguien furibundo con la Marina por haberlo dado de baja en marzo de este año luego que desertó de la fuerza.

El informe sostiene que esa situación lo transformó en una persona antimilita­r, capaz de ejecutar a sus excompañer­os sin piedad y luego llevarse las pistolas Glock para venderlas en el mercado negro.

Las pericias agregan que el desertor es un fanático de esa arma; tiene fotos con la Glock desarmada y armada, conoce su candencia de fuego y posee diplomas de tiro.

Adicto a las drogas, su brutal crimen tuvo un doble objetivo: vengarse de la baja sufrida y hacerse de un dinero con la venta de las tres armas y cargadores que poseían sus víctimas.

Logró “colocar” dos pistolas Glock a menos de la mitad del precio del mercado formal; recibió $ 50.000 por dos armas.

Las dos Glock fueron encontrada­s en el Cerro en la noche del jueves 4 por el coordinado­r de la investigac­ión del crimen, comisario mayor Antonio da Silva. El jerarca policial recibió una llamada anónima que le señaló que ambas pistolas, con el logo “Armada Nacional” en la corredera del caño de retroceso, estaban dentro de una bolsa en Patagonia y Burdeos.

Da Silvia informó a sus superiores y estos dieron cuenta del hallazgo al ministro del Interior, Jorge Larrañaga.

Pese a que ya eran las 21:30 horas del jueves 4, Larrañaga ordenó a peritos de la Policía

Científica que concurrier­an a la unidad para periciar ambas pistolas. La investigac­ión concluyó que una de las armas pertenecía al infante de marina que dormía en una pieza cuando ocurrió el incidente. Es que los militares hacían guardia de a dos mientras uno de ellos descansaba. Sus turnos eran rotativos y duraban 48 horas.

Pese a su experticia con las pistolas Glock, el matador no era un buen militar. Ingresó a la Marina en 2014. Su legajo está cargado de sanciones por mala conducta y llegadas tarde, entre otras acciones anómalas.

UNA EJECUCIÓN. La fiscal de Homicidios, Mirta Morales, relató al programa No Toquen Nada de FM Delsol que la inpersonas vestigació­n de los tres homicidios fluyó porque hubo un trabajo coordinado de muchos órganos del Estado y que se contó con el factor suerte.

Según Morales, el triple homicidio fue “una ejecución”.

Hubo detalles que, a su juicio, mostraron que el matador había ingresado al puesto de guardia sin violencia, porque no había forzamient­o de puertas o ventanas ni signos de lucha. Las víctimas, agregó, eran jóvenes, entrenadas y que custodiaba­n un lugar.

Morales señaló que en el puesto no se guardaban documentos importante­s ni armamentos. “No es un lugar valioso. Es una zona preciosa de Montevideo. Hay una antena que se custodia. Los asentamien­tos crecieron en la zona”, explicó.

En un principio, la Fiscalía y la Dirección de Hechos Complejos no descartaro­n ninguna hipótesis: un atentado político, una acción narco, un problema interno en la Marina y robo de las tres pistolas Glock. Con el pasar del tiempo y nuevas evidencias, algunas hipótesis se fueron desechando, dijo.

La fiscal Morales supuso que el desertor pidió a sus excompañer­os para ingresar al puesto para descansar. “Era una noche muy fría”, explicó.

Luego, expresó, se fue a descansar a la pieza del fondo donde dormía uno de los infantes de Marina. “Le saca el arma y ejecuta a los dos marinos que estaban adelante. Presumimos que estaban tranquilos. Luego mató al otro marino que, suponemos por lo que dice el forense, que intentó defenderse”, dijo la fiscal.

Con el dinero generado por las ventas de las armas, el asesino se cortó el pelo, adquirió un celular, compró asado y drogas. Compartió con una pareja que le alquilaba una habitación en una humilde casa del Cerro.

Lacalle Pou llamó al comisario Antonio da Silva para felicitarl­o por la investigac­ión.

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DECISIÓN. La Marina decidió aumentar los efectivos de guardia en vieja antena de radar del Cerro para evitar incursione­s de delincuent­es de la zona

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