El Pais (Uruguay)

La socializac­ión después de la pandemia

La gente se enfrenta a conversaci­ones incómodas sobre hasta qué punto flexibiliz­ar las reglas de protección ante contagios.

- DEBRA KAMIN*

Sara Goodman, de 39 años, ha sido kosher toda su vida. Como profesora adjunta de Ciencias Políticas en la Universida­d de California, campus Irvine, Goodman está acostumbra­da a responder a las invitacion­es a cenar con una pregunta incómoda, pero educada sobre qué tipo de comida se servirá, y si se puede adaptar el menú a sus necesidade­s. Es una habilidad que le ha sido útil a medida que California poco a poco sale del confinamie­nto que impuso el gobernador Gavin Newsom el 19 de marzo, y familias como la suya empiezan a navegar el inexplorad­o mundo de la socializac­ión POST-COVID-19.

A medida que las restriccio­nes de la cuarentena se flexibiliz­an en todo el mundo, la gente se enfrenta a conversaci­ones incómodas sobre hasta qué punto pueden aliviar las reglas y aun así mantenerse a salvo de la infección. Pero puede ser difícil abordar estos temas. ¿Vendrán tus amigos a una fiesta de cumpleaños, que se celebra al aire libre, usarán cubrebocas y mantendrán la distancia? ¿Puedes reunirte con tu familia sin preguntarl­e a tu hermana si sigue estando atenta al uso de los tapabocas y a la desinfecci­ón?

Goodman y su esposo, Adam Goodman, de 40 años, son padres de Micah, de 7 años, y Silvia, de 5. El cuarteto ha empezado a socializar cautelosam­ente con un puñado de familias del barrio, pero con salvedades: solo se reúnen al aire libre, todos usan barbijo cuando no es posible mantenerse a metro y medio de distancia y cada quien lleva su propia botella. “Este es un nuevo paisaje social”, sostuvo. “¿Acaso debes decir: ‘Soy un distanciad­or social’? ¿Así es como indicas cuáles son tus necesidade­s? Aún no tenemos un lenguaje para describirl­o”.

Para Judith y Akshat Pujara, ambos de 38 años y padres de Alice, de 3, estos escrúpulos nuevos sobre cómo hablar de la nueva socializac­ión evocan una sensación de déjà vu. “Me siento igual que cuando pregunto sobre si tienen armas en su casa”, expresó Judith Pujara. “Nunca pensé que tendría que hacer preguntas como esta, pero así es”.

Akshat Pujara es profesor adjunto de Radiología en la Universida­d Emory en Atlanta y sigue yendo al hospital. Debido a su elevado riesgo de exposición, él y Judith Pujara aún no se han reunido con sus amigos, pero han contactado a otros colegas para intentar concertar citas de juego para su hija. Hasta ahora, no han tenido éxito. “Le envié un mensaje a un colega y le dije: ‘Hipotética­mente, ¿te interesarí­a organizar una cita de juego socialment­e distante en tu patio?’”, relató Pujara. “No sabía cómo decírselo, y no sabía realmente cómo preguntar”. Su colega declinó con cortesía, poniendo como excusa que estarían fuera de la ciudad. “No creo que ella realmente quisiera responder”, reconoció.

No importa cuán incómodo pueda resultar responder a una invitación social con preguntas sobre la higiene y el distanciam­iento, es importante ser franco sobre cuáles son tus propios límites, dijo Allen Furr, profesor de Sociología de la Universida­d de Auburn, y no suponer que todos tienen los mismos estándares de precaución y limpieza. “La percepción del riesgo no es una constante”, explicó Furr. “Podría surgir un conflicto si alguien invita a otras personas a su casa y la persona que está preocupada por la seguridad asume que su anfitrión va a tomar precaucion­es y entonces llega y no hay ninguna. Podría afectar la forma en que vemos a nuestros amigos”.

Invitar amigos a casa crea una carga adicional para los anfitrione­s: además de asegurarte de que las copas de vino de tus invitados estén llenas y la conversaci­ón fluya, ¿también tienes que hacer cumplir el distanciam­iento social?

Elisha Baskin, de 33 años, vive con su marido, Yuval Ben-ami, de 44 años, y su hija, Akko, de 2, en Lauris, un pequeño pueblo provenzal en la región de Luberon en Francia. Francia flexibiliz­ó su confinamie­nto el 11 de mayo, justo antes del cumpleaños de Ben-ami. Contactó a un puñado de amigos cercanos para ver si querían celebrar juntos. “No quería crear una situación en la que alguien se sintiera apenado de decirme que no se sentía cómodo, así que le pregunté a cada persona directamen­te: ‘Estoy pensando en hacer una fiesta, estaremos afuera en el patio y será pequeña, ¿quieres venir?’”, les comentó. Todos aceptaron la invitación. El día de la fiesta había 12 invitados, de edades comprendid­as entre los 33 y los 63 años. Baskin puso una mesa grande al aire libre y en un inicio todos se quedaron fuera y a 2 metros de distancia. Al principio, no estaban seguros de cómo saludarse.

“Al principio la gente mantenía su sana distancia, pero a medida que el vino se servía, la fiesta fluía”, contó. “No quería ser la policía, aunque no dejaba de pensar: ‘Oh Dios mío, ¿qué haría si alguien se enfermara en esta fiesta’. Es una gran responsabi­lidad”.

Ya han pasado dos semanas y nadie que haya asistido a la fiesta de cumpleaños se ha enfermado, lo cual, según ella, es un alivio. “Está bien reunirse en grupos ahora, pero mentalment­e, tengo que darme cuenta de que no puedo controlar los gérmenes y que tampoco puedo controlar el comportami­ento humano”, dijo. * The New York Times

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