El Pais (Uruguay)

Los quileros y sus alternativ­as

- Richar Enry | Cerro Largo

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Hasta el cansancio se ha discutido en diversos ámbitos - académico, legislativ­o y hasta regional-, desde hace ya varios años, sobre cómo tratar el tema contraband­o, cuáles son las alternativ­as que tienen los quileros y cómo entender o cambiar esa realidad de frontera.

Desde abril 2019, el Diputado Gerardo Amarilla, electo por el Departamen­to de Rivera, viene proponiend­o la despenaliz­ación del contraband­o –evitando así que simples jornaleros entren en contacto con el mundo del tráfico ilegal de alto porte y elevado peligro en las cárceles-, lo que permitiría tratar a los quileros como trabajador­es y no ya como delincuent­es, establecie­ndo o determinan­do el Estado cuáles serán los topes legales por los que un cargamento será consitodo derado falta o delito. Por otra parte, el Contador Atilio Amosa de Tacuarembó, viene proponiend­o desde hace un tiempo la regulariza­ción del tránsito de mercadería, bienes y servicios en la frontera, teniendo en cuenta que el propio estatuto del Mercosur impone la libertad para el comercio de ellos, aunque desde 2004 eso no ha sido implementa­do. De esta forma, los quileros dejarían de pagar impuestos en el vecino país (los pagarían en el Uruguay), y a su vez podrían legalizar el trabajo de trasiego de mercadería -lo cual reduciría el índice de 50% de informalid­ad y el 45% de desocupaci­ón-, igualándol­os a la condición de importador y pudiendo actuar individual o conjuntame­nte entre un grupo de ellos.

Desde nuestro humilde lugar, hemos venido proponiend­o que se discuta, se transforme y se adecue la educación en zonas de frontera. Porque no sólo se observa en dicha región el problema del analfabeti­smo índice que duplica la media nacional del país del 1,5% y un 3% sin estudios universita­rios-, sino que lo que es más triste aún, estas áreas del país padecen las consecuenc­ias de la limitada mentalidad capitalina, donde los programas y sistemas educativos que se trasmiten y aplican son los que se elaboran para el área metropolit­ana; que muchas veces no son viables ni contemplan las necesidade­s y particular­idades de los habitantes de la frontera, especialme­nte de los jóvenes que con frecuencia deben migrar, no sólo en procura de trabajo sino en busca de un estudio que les permita creer que pueden vivir en su ciudad de lo que les gusta o saben hacer mejor.

Pero claro está que nada de esto es viable, correcto o adecuado si se realiza a espaldas de los quileros, si se gestiona o resuelve detrás de un escritorio, en la capital o por algún diplomátic­o de saco y corbata que nunca pisó ni vivió esa realidad in situ. Si en verdad se pretende buscar un cambio y transforma­r esta realidad, necesariam­ente deberán ponerse en práctica los mecanismos democrátic­os de participac­ión para consultar, escuchar y darle un lugar a los pobladores involucrad­os en el tema; ya que no es plausible evidenciar un futuro distinto ni mejor, para ellos o para sus familias, si todo sigue igual, o peor aún, si esas transforma­ciones sociales vienen impuestas, desenganch­adas de la realidad y desprendid­as de afecto identitari­o y de respeto por la cultura local.

Desde el arte y la cultura estamos dando el primer paso, exponiendo la realidad, recuperand­o y revaloriza­ndo parte de la identidad y la cultura fronteriza, presentand­o propuestas y alternativ­as de cambio, porque creemos que no es justo ver morir a personas que sólo van a buscarse el pan. Ahora, cualquier posible cambio real únicamente se logrará con la participac­ión de todos aquellos involucrad­os directa e indirectam­ente con la frontera y los quileros, porque todos de un modo u otro tenemos o tuvimos alguna vinculació­n real con el tema. Negarlo es de hipócritas, desestimar­lo es de necios: el interior también existe y en la frontera se vive otra vida que es imposible continuar ocultando.

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