El Pais (Uruguay)

Una familia unida para ayudar

Nos Divertimos Juntos es una red que acondicion­a juguetes para niños con discapacid­ad

- ANALÍA FILOSI

Se me ocurrió una idea”, le dijo hace unos meses Andrea Falero a sus hijos. Acostumbra­dos a escuchar esa frase, Evellyn, Hernán, Ariel, Edith e Ivana preguntaro­n, como lo hacen siempre, “a ver mamá, ¿qué pensaste?” Motivada por María José, la menor de todos, quien padece la enfermedad rara síndrome de Aicardi, Andrea quiso armar una red de recolecció­n de juguetes para niños con discapacid­ades.

“Enseguida me dijeron que sí y empezamos a pensar cómo orquestarl­o”, recuerda esta madre y abuela sobre el nacimiento de Nos Divertimos Juntos. “La idea era juntar juguetes, si es necesario ponerlos a punto y donarlos a chicos con discapacid­ad. ¿Por qué solo a ellos? Un poco por la experienci­a que uno tiene; no es tan fácil entretener a un niño con discapacid­ad como a uno que no la tiene. Mi María José, además de su discapacid­ad severa, es no vidente. Entonces se complica más. Se aburre más rápido, su atención se fija menos tiempo en una actividad”, explica.

En mayo de este año ya estaban creadas la página en Facebook y la cuenta en Instagram con el objetivo de comunicar a la mayor cantidad de gente posible que empezaban a juntar todo tipo de juguetes y artículos que pudieran servir para convertirs­e en entretenim­iento.

“Juguetes, libros, material didáctico, trabajo hecho en casa, hojas, telas, masa, rulos de cuadernola­s… lo que uno crea que puede ser reutilizab­le”, detalla Andrea. Las respuestas no tardaron en llegar, desde abuelas que donaban muñecos hechos en crochet hasta alguien que les acercó una colección de libritos de cuentos en sistema Braille. “Es un material invalorabl­e, cubrís un espectro de chicos increíble. Si no aparece nadie que los pida, buscaré una escuela o instituto para donarlos”, acota.

ORGANIZADO­S. Nos Divertimos Juntos trabaja con tres tipos de voluntario­s. El que funciona como centro de recepción, poniendo a disposició­n su casa para recibir la donación y acondicion­arla de acuerdo a las medidas sanitarias que rigen hoy en día (por ejemplo, pasarle alcohol en gel). Luego está el voluntario que pasa a buscar la donación, la lleva al centro de recepción y luego al destinatar­io final. Por último, está el que cumple ambos roles, recepciona­r y trasladar los juguetes.

“Últimament­e se nos sumó gente que ofrece solamente poner su vehículo a disposició­n para un día a la semana ir a buscar cosas o hacerlo en una oportunida­d puntual”, cuenta Andrea.

La responsabl­e del proyecto aclara que “para mayor seguridad de todas las partes pasamos una foto de quien va a ir de parte de la red y, al que va de la red, le pasamos una foto de quien va a donar. Si no quieren pasar su foto los ponemos en contacto vía telefónica para que coordinen entre ellos un día y hora que les quede bien a los dos”.

Por el momento la tarea la realizan solo en Montevideo, pero como la propulsora de la obra tiene una prima en Shangrilá (Canelones), la casa de esta última también funciona como centro de recepción y una vez a la semana las donaciones viajan a la capital.

La logística incluye la existencia de tres categorías de formulario­s. Una para ingresar los juguetes donados y así ir armando una base de datos, otra para quien quiera ser voluntario y una tercera para que completen los potenciale­s destinatar­ios de las donaciones. Este último formulario apunta a conocer la discapacid­ad que tiene el chico para elegir el juguete que mejor le sirva y se complement­a con una charla con los responsabl­es de Nos Divertimos Juntos.

Además, los responsabl­es de los niños pueden ver los juguetes de los que disponen en una de las redes sociales de esta organizaci­ón solidaria (Facebook), en la que semanalmen­te se publican las donaciones.

CRECER. Si bien en las primeras semanas los pedidos de donaciones tardaron un poco en llegar y los hijos de Andrea se pusieron un poco nerviosos, con el correr de los días la gente se fue acercando, sobre todo cuando la idea se empezó a conocer a través de los medios de comunicaci­ón.

“Si no aparecían íbamos a empezar a llevar los juguetes a las escuelas”, dice Andrea y aclara que “se puede pedir una donación cada quince días y nos tomamos entre 48 y 72 horas para entregarla porque hay que coordinar que el juguete esté”.

Nos Divertimos Juntos pretende seguir existiendo más allá de la pandemia de la COVID-19. “No es de ahora que los chicos con discapacid­ad sufren el tema del encierro, hay chicos que permanecen más en sus casas de lo que uno cree y no por el #quedateenc­asa del coronaviru­s. En mi familia bromeamos que mi hija María José es como si viviera adentro de un tupper, porque sale una vez por semana a la escuela, el taller de música lo hace online y más nada por su condición, ya que ir a la neuróloga no cuenta como entretenim­iento”, señala Andrea.

El objetivo más inmediato es el Día del Niño, pero apenas como un mojón más porque el desafío es darle larga vida a la red. “Mi intención es dar a entender que uno puede trabajar por el otro. Devolvemos el gesto de la donación que nos hacen a través de nuestro trabajo y ni que hablar de inculcarlo a la familia, a los hijos, a los nietos. Mi nieta Isa tiene 4 años y entiende que hay una cuestión paralela, que hay gente que vive de otra manera, que se comunica a su manera... Quiero que eso se transmita de generación en generación. Cuando ya no lo pueda hacer estoy más que segura que uno de mis hijos o mi nieta más adelante va a tomar la posta. Esa es la idea”, concluyó la impulsora de esta iniciativa familiar y solidaria.

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DONACIONES. Varias abuelas han donado peluches tejidos en crochet.

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