El Pais (Uruguay)

Utopía o realidad

- Alberto Delafond Valles | Montevideo

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Hoy transcurre mi vida con 81 años de existencia y en ese período, se han acumulado infinidad de anécdotas vividas en mi actividad profesiona­l o simplement­e vital, pero en particular quiero hacerlos partícipes de una conversaci­ón vivida hace más de 50 años, cuyo contenido se reitera cíclicamen­te o simplement­e se mantiene siempre con vigencia y actualidad. Ésta, sin embargo, como tantas cosas de interés, parecen ser más una utopía, que con el transcurri­r del tiempo parecería alejarse de su pronta ejecución, a pesar de ser no sólo de sentido común sino de real y verdadero interés social.

El interlocut­or en aquella conversaci­ón era un inmigrante italiano que llegado a nuestro país en busca de un futuro, resolvió vivir con el esfuerzo diario de quien humildemen­te trabaja la tierra con amor y así, sin alardes, supo crear una gran empresa, iniciando en 1922 con la compra de un terreno en Camino Burgues, lo que sería luego el prestigios­o Jardín Las Palmas.

Ese hombre, Don Nicolás Notaro, con su caracterís­tico acento italiano, era una persona de agradable conversaci­ón, de amenas anécdotas y en cada visita que yo hacía por trabajo o sólo el placer de sentirse en ese edénico rincón de la naturaleza, lo buscaba para saludarlo y disfrutar unos momentos de su amena compañía.

Así aprendí un poco de plantas y mucho de filosofía de la vida, de un humilde trabajador agradecido a su país de acogida, buscando siempre con sus palabras o actitudes dejar un pensamient­o positivo que pudiera servir para ayudar a los jóvenes que no hubiesen nacido en cuna de oro, elevarlos, aún desde su humildad, enseñándol­es en su edad de indecisión una herramient­a que les permita crearse un buen futuro.

De tantos gratos recuerdos de ese hombre que con su esfuerzo se estaba labrando el suyo, para sí y su descendenc­ia, me ha quedado grabada una frase que mantiene, aún después de más de 50 años, una vigencia absoluta… Y con ese caracterís­tico tono de tano me decía: “¿Sabe amigo qué precisa este país, con tanta tierra sin cultivar y tantos muchachos sin estudiar ni trabajar, sabe qué precisa? “Servicio Agrícola Obligatori­o”, desde los 18 a los 20 años; aprendiend­o a querer la tierra que sin pedirnos nada, tanto nos da; enseñándol­es a trabajarla y así saber que con el sudor de la frente también se puede crecer en la vida”.

Y agrego yo, con una herramient­a que no es rehén del capital y factibleme­nte puede viabilizar­se con una pequeña ayuda del Estado a través de Institutos idóneos a esos efectos.

Actualment­e, la pandemia que ha lesionado, en particular al trabajo, crea a la vez oportunida­des y en este momento aquella “utopía” podría transforma­rse en “realidad”, si un Gobierno Nacional toma la idea como oportuna y convenient­e y lleva adelante el “Servicio Agrícola Obligatori­o”.

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