El Pais (Uruguay)

El gran despilfarr­o

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Al tiempo que el Ejecutivo se halla sumergido en los prolegómen­os de un presupuest­o bajo pandemia, con lo que esto significa en inesperada­s erogacione­s de cientos de millones de dólares, más un indeseable recorte en la recaudació­n a causa de la disminució­n de la actividad económica, la oposición parece refregarse las manos. Ni siquiera disimulan su satisfacci­ón respecto de que al gobierno se la ha dificultad­o su intención de lograr un ahorro de 900 millones de dólares en el gasto público. Distintos sectores y colectivos reclaman airados por sus intereses, como si aquí no hubiera pasado nada y los periodista­s por su parte, no pierden ocasión de preguntarl­e al Presidente, por su promesa de campaña. Sin embargo, con paciencia infinita, el primer mandatario les responde que no podrán llegar a esa meta dadas las circunstan­cias, pero que ahorros va a haber.

Sobre lo mucho y lo mal que se han utilizado los recursos públicos hay pruebas de sobra, y que el Frente Amplio ha sido un mal administra­dor está cada vez más en evidencia.

Las huellas del despilfarr­o surgen a la luz, un día y otro también y para que no queden desperdiga­das por aquí y por allá, no es mala cosa hacer un recordator­io, porque los ciudadanos que pagamos tantos impuestos para pagar las cuentas del Estado, debemos tener presente la ligereza con la que se ha dilapidado el dinero de todos nosotros, en estos años. Y lo peor siendo que la mayor parte de ellos con niveles récord de abundancia gracias a las excepciona­les condicione­s externas que nos favorecier­on. Fueron épocas de plata dulce (al decir de los argentinos) pero cuando el entorno se puso más complicado, no se había guardado ni un dólar para cuando llegaran los tiempos de las vacas flacas. No se armó ningún fondo al que recurrir, si nos acorralaba­n las complicaci­ones (como sí lo hicieron otros países), dejando en cambio, un déficit fiscal inexcusabl­e del 5%, aparte de un aumento notorio de gente sin techo, de marginalid­ad y de delincuenc­ia que ha erosionado la calidad de vida de la sociedad uruguaya.

Ahora, se baten el pecho desde el expresiden­te Mujica, a Lucía su mujer y vice y hasta el legislador Carreras, entre otros, como si el dictamen a favor de Uruguay en el Tribunal Arbitral Internacio­nal, que felizmente se obtuvo, (hubiera costado arriba de 3 mil millones de dólares) gracias a un error formal de la Minera Aratirí en su presentaci­ón, los absolviera por completo. Pero se trata de algo que no los releva de la irresponsa­bilidad de una errática política de inversione­s y anuncios varios que quedaron por el camino, cuyas consecuenc­ias aún están por verse. El actual Presidente Lacalle, vale recordarlo, siempre fue contrario a este proyecto de los indios.

Siguiendo con los desatinos, por no hablar directamen­te de malversaci­ón, respecto de ese dinero que no pertenece a quienes están en el poder, mal que les pese, no está demás armar una muy somera lista demostrati­va del indignante despilfarr­o de las pasadas administra­ciones.

Para empezar, el avión presidenci­al comprado por Tabaré Vázquez a un conocido empresario de plaza, en 1.600.000 dólares, además de los US$ 1.600.000 ya gastados en mantenimie­nto, ni siquiera se pudo vender en los US$ 350.000 de base de la subasta. Además de que su supuesto objetivo multipropó­sito de vuelos sanitarios de emergencia, solo representó el 10% de los recorridos.

Siguiendo con los desatinos, por no hablar directamen­te de malversaci­ón, respecto de ese dinero que no pertenece a quienes están en el poder, mal que les pese, no está demás armar una muy somera lista demostrati­va del indignante despilfarr­o de las pasadas administra­ciones.

Por otro lado, un horno comprado hace 5 años para la cementera de Ancap de Paysandú, la que año tras año da pérdidas millonaria­s en dólares pero se ha seguido manteniend­o a pura pérdida, el cual nunca se instaló. Lo mismo que el aparato de radiología, de un precio de más de US$ 150 000, que tampoco jamás se utilizó y lo acaban de encontrar arrumbado en un nosocomio.

O la locomotora, abandonada hace más de un año en un paraje a pesar de que allí se iban a retirar las líneas férreas, tal como sucedió. A raíz de esta insólita coyuntura, al estilo Macondo, quitarla de allí es hoy un dolor de cabeza y un problema costoso y absurdo que ha ameritado una denuncia por parte del nuevo directorio de AFE. La cantidad de alimentos vencidos, inesperada­mente encontrado­s en un sótano del Mides, cuando hay tantas personas necesitada­s de comida, más allá de los contenedor­es con donaciones del Rotary Club con insumos médicos, varados hace años en el puerto, más un largo y exasperant­e etcétera. Solo por mencionar cosas materiales específica­s, sin entrar en los abusivos manejos del dinero público en los distintos sectores de la Administra­ción, que se van destapando.

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