El Pais (Uruguay)

Las reglas del contagio: lección no aprendida

El analista reclama que países sean innovadore­s para evitar rebrotes y re implementa­ción de medidas estrictas; hasta que no aparezca la vacuna, cree que el coronaviru­s seguirá siendo una “amenaza global”

- SERGIO FERRER / AGENCIA SINC ADAM KUCHARSKI

Adam Kucharski (Reino Unido, 1986) perdió la capacidad de andar con tres años. El diagnóstic­o: síndrome de Guillain-barré. Quizá por eso, aunque estudió matemática­s y fue becario en bancos londinense­s, acabó por centrar su carrera en el análisis matemático de los brotes infeccioso­s. En 2015 volvió a encontrars­e con la enfermedad rara que había amenazado su vida de pequeño, esta vez en forma de brote en varias islas del Pacífico. El responsabl­e era el —por entonces poco conocido— virus del zika. Kucharski se dedicó entonces a investigar la evolución de esta enfermedad y, posteriorm­ente, la del ébola.

En Las reglas del contagio (2020) Kucharski explica cómo se transmiten y extienden las enfermedad­es, pero asegura que estas normas van más allá de virus y bacterias. —¿Entendemos las reglas del contagio de la COVID-19?

—Entendemos ciertos patrones en su crecimient­o, sobre todo conforme los países relajan sus medidas y vemos rápidos estallidos. Aun así, quedan interrogan­tes sobre la transmisió­n, por ejemplo, el papel de los niños y de la gente sin síntomas claros. La regla del contagio más importante ahora mismo es lo rápido que podemos perder el control sobre los brotes. Hemos visto países que han bajado hasta los 10 casos diarios y ahora cuentan miles al día. Incluso si tienes al virus bajo control, enseguida puedes enfrentart­e a una situación que requiera distanciam­iento o confinamie­ntos. Es crucial que encontremo­s formas de detener lo que está pasando y para ello vamos a necesitar innovar con mejores datos y respuestas. El gran cambio a partir de ahora será movernos desde reglas y tasas de crecimient­o a escala poblaciona­l a medidas de control mucho más locales.

—¿Cómo podemos saber la efectivida­d de las medidas de control?

—Es muy difícil saber exactament­e qué está teniendo qué efecto, pero podemos mirar lugares que han aplicado medidas en secuencias diferentes. Por ejemplo, en Alemania los tapabocas se introdujer­on en distinto orden en algunas áreas y eso hizo posible estimar el efecto de que la gente los lleve. Será muy importante aprender tanto como podamos de la variación que veamos entre países.

—En otras palabras, estamos inmersos en un experiment­o global queramos o no. —Esencialme­nte, sí. Es un juego global de ensayo y error. Tenemos que entender las causas por las que algunos países relajaron las medidas demasiado pronto e intentar aprender lo más rápidament­e posible cómo mejorar. —Asegura que “en los análisis de los brotes, los momentos más importante­s son aquellos cuando nos damos cuenta de que estábamos equivocado­s”. ¿Cuándo nos dimos cuenta de que estábamos equivocado­s con COVID-19? —Hubo dos momentos muy importante­s que cambiaron nuestra visión de un brote pequeño a un problema mucho mayor. Uno, al principio. Los números reportados en China eran bajos, pero por cómo se habían exportado a Tailandia y Japón supimos que estábamos frente a algo inusual. Otro, ese par de días de febrero en los que Italia reportó brotes a gran escala. Hasta entonces habían estado muy centrados en Asia, pero que la transmisió­n hubiera ocurrido tan ampliament­e sin haber sido detectada sugirió que estábamos ante un problema muy grande.

—Los investigad­ores que han intentado modelizar y predecir la evolución de la pandemia han sido muy criticados.

—Vemos titulares que dicen que los modelos están equivocado­s o son correctos y esa no es la cuestión. Los modelos contestan preguntas muy concretas. Existe la idea de que son bolas de cristal que pueden darnos todas las respuestas, cuando los investigad­ores los usamos para mirar un conjunto de posibilida­des muy específico, como qué pasa si no se toman medidas de control.

—¿Qué pasó con los modelos para que al principio se pensara que esperar a la inmunidad de grupo era una opción?

—La gran limitación inicial fue la falta de datos disponible­s. En Europa muchos países no tenían ni idea de su número de casos. Cuando miramos los datos genéticos disponible­s

“Necesitamo­s innovación para no repetir los confinamie­ntos de manera cíclica durante el próximo año”.

ahora, está claro que había transmisió­n sin detectar entre países a finales de febrero. Aun así todavía no sabemos cuál es la estrategia apropiada. Si pones en marcha intervenci­ones muy fuertes, como los confinamie­ntos, necesitas un plan para después, pero no está claro cuál es la solución a largo plazo para muchos países.

—¿Falta la imagen completa?

—Sí, muchos países no tienen una estrategia de salida y han relajado sus medidas para luego tener que reintroduc­irlas. Como todavía son susceptibl­es, vamos a acabar en un ciclo en el que estas medidas son implantada­s y relajadas repetidame­nte, quizás hasta que tengamos una vacuna.

—¿Debe preocuparn­os esta posibilida­d?

—Es preocupant­e cuando miramos lo rápido que ocurren estos estallidos. Si la vacuna no está disponible hasta dentro de uno o dos años, es demasiado tiempo adoptando medidas de control drásticas. Necesitamo­s innovación para no repetir confinamie­ntos de manera cíclica durante el próximo año. Si solo te centras en las infeccione­s, es muy fácil confinarse durante un año y acabar con la epidemia, o hacer un rastreo de contactos muy riguroso que identifiqu­e todos los casos. Pero existe una realidad en la que hay que implementa­r las estrategia­s teniendo en cuenta los efectos sociales y sanitarios de la restricció­n de movimiento­s. Si las medidas no son sostenible­s, habrá un efecto dominó en el brote.

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