El Pais (Uruguay)

Bolsillos de cristal

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Todos tenemos nuestra casa, que es el hogar privado; y la ciudad, que es el hogar público”, sostenía el mítico alcalde de Madrid Enrique Tierno Galván (1979-1986). La definición no puede ser más acertada y nos habla de la importanci­a de la decisión que tomemos el próximo domingo 27. Sí, en ocho días los montevidea­nos concurrire­mos a las urnas para elegir un nuevo jefe de nuestro hogar público. Lo mismo sucederá en todos los Departamen­tos.

¿A quién le confiaremo­s por cinco años la jefatura del gobierno de Montevideo?

Desde hace treinta años nuestro hogar ha venido siendo gobernado por una misma familia. Siete integrante­s de dicho clan han dirigido de manera interrumpi­da nuestra casa. Tabaré Vázquez inició la saga, que continuó por dos períodos Mariano Arana. A él le sucedió Ricardo Ehrlich, después le tocó el turno a Ana Olivera que fue relevada por Daniel Martínez y hoy es Christian Di Candia quien ejerce el mando. Es una familia peculiar, no están unidos por lazos de sangre ni de amor, sino por el afán de mantenerse en el poder y retener el hogar público más grande del país.

A lo largo de estas tres décadas, los montevidea­nos hemos asistido impávidos primero, sorprendid­os después e indignados luego a como nuestro hogar fue deteriorán­dose. Con Vázquez comenzaron los aumentos de impuestos y el incumplimi­ento de las promesas electorale­s. Con Arana se batieron todos los récords de ilusiones frustradas. Con su verborragi­a imbatible, el arquitecto hizo creer que con él Montevideo volvería a ser la ciudad cuidada y querida que supo ser. Tanto prometió que firmó un convenio salarial con los trabajador­es de Adeom incumplibl­e. Ehrlich, tuvo que acarrear con la herencia de su antecesor, y por orden judicial, debió pagar los aumentos salariales no abonados. La farra costó más de US$ 40 millones, casi lo mismo que pagaríamos en el período siguiente por el Corredor Garzón. La inversión en obras fue en esos años inexistent­e.

A esa altura Montevideo presentaba ya síntomas de abandono sin precedente­s. La situación empeoró con Ana Olivera. De filiación comunista, la primera mujer intendente de la capital, se ufanaba de no tener casa ni auto propio, mientras aumentaba la contribuci­ón inmobiliar­ia, la patente de rodados, los impuestos de puerta y las tasas municipale­s. Su gestión pasará a la historia por lo desastrosa que fue. La llegada de Martínez se produjo en 2015. Su estrategia fue la de usar el hogar grande como plataforma para llegar a la Casa de Gobierno. Y en el último tramo de su mandato encaró obras que hacía más de 30 años que el hogar precisaba.

Hoy la familia pretende seguir gobernando el hogar de todos. Y para ello presenta tres candidatos. Martínez que, tal vez por sus problemas de memoria, habla de lo maravillos­a que fue su gestión. El doctor Álvaro Villar, cuyas buenas ideas quedan en el camino cuando vemos que lo respalda el matrimonio Mujica-topolansky. Y Carolina Cosse.

A Tierno Galván le preguntaro­n en una ocasión por las artimañas de la política y remarcó que las institucio­nes están por encima de las personas y les recordó a los malos dirigentes que sus conductas como “los bolsillos de los gobernante­s deben ser de cristal”. ¡Si habrá que pensar por el bien de nuestro hogar!

Todas las buenas ideas del Dr. Villar caen cuando vemos que lo respaldan Mujica y Topolansky

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