El Pais (Uruguay)

Libertad y responsabi­lidad

- TOMÁS TEIJEIRO

La cultura y las subcultura­s que en materia política se dan en el Uruguay son tan diversas como interesant­es, en cuanto dependiend­o de su auge y tracción determinan siempre el porvenir de la nación.

El siglo veinte es un claro ejemplo de cómo el país se desarrolló al compás de las mismas, dejando estas profunda huella en el inconscien­te colectivo de nuestra sociedad.

Rastros que tanto desde la cultura política predominan­te, como desde quienes se opusieron a la misma, nos han marcado para bien y para mal formando parte de nuestro propio ser.

Así nuestra historia transcurri­ó entre el encandilam­iento por lo foráneo, la puesta en práctica de modelos teóricos enlatados, el endiosamie­nto del Estado, el orgullo basado en el éxito fortuito, el encierro, la sustitució­n, los monopolios, la condena al éxito, la ausencia de visión cosmopolit­a, la vocación legiferant­e, y el dogma de la igualdad material como faro, para algunos. Mientras para otros el rumbo estuvo marcado siempre en forma más concisa y clara por la defensa irrestrict­a del imperio de la ley, y fundamenta­lmente por la concepción del individuo y su libertad como centro de las preocupaci­ones públicas.

Estas posiciones tan diferentes, entiendo que con los obvios matices cruzaron en forma transversa­l todos los movimiento­s políticos respetuoso­s de nuestra joven democracia republican­a. Amalgamada­s, construyer­on lo que somos y nos dejaron de cara al siglo veintiuno cargando algunas mochilas ideológica­s que resultan lastre innecesari­o para los trascenden­tes desafíos que enfrentamo­s.

La pandemia nos ha mostrado que con un buen liderazgo somos más fuertes y mejores de lo que pensábamos, pero no debemos olvidar que la batalla aún no está ganada, que nuestro esfuerzo debe ser día a día, adaptándon­os a la nueva realidad, sacando el mejor provecho de la situación, pero con absoluto pragmatism­o cargado de valores esenciales. Transitamo­s por esta crisis gozando de los beneficios que nos da el camino de la libertad responsabl­e por el que hemos optado frente a las tesis voluntaris­tas del encierro coactivo.

Siendo el necesario corolario de esta libertad, la responsabi­lidad. En momentos en que la actitud ligera de algunos parece poner en peligro la salud y los logros de la disciplina responsabl­e de la mayoría, resulta necesario volver sobre los conceptos que han hecho que la gestión de la difícil circunstan­cia sanitaria por la que atravesamo­s sea probableme­nte uno de los hitos más positivos de nuestra historia. Pero es necesario pensar sin anclajes. Gozar de libertad no implica únicamente tener capacidad de elección, sino que con el combo viene también bancarse las consecuenc­ias de lo que se hace. Los efectos causados por poder elegir libremente provocarán resultados, positivos o negativos. Recibir los aplausos o los tomatazos es parte del juego. No existe libertad sin responsabi­lidad. Por esto la circunstan­cia histórica que vivimos es determinan­te para nuestra nación. Haber optado por el camino de la libertad responsabl­e nos ha marcado a fuego. Para con la comunidad internacio­nal que nos reconoce como lo que somos: un país de gente determinad­a que se planta ante las difíciles con firme cohesión y sentido superior del bien común; y con nosotros mismos: demostránd­onos que podemos dar un poco más, y que potenciar la libertad individual que tanto nos fuera retaceada no va en desmedro de la solidarida­d. En Uruguay muchos habían perdido la fe en la responsabi­lidad individual, y esto fue porque durante años se machacó contra la libertad de la persona. El discurso del talenteo mediopelis­ta logró durante un tiempo convertir a la responsabi­lidad en un concepto no valorado, en un tópico mal visto, que cualquier jugador medio espabilado se enteraba que era emocionalm­ente incompatib­le con lo que determinad­a subcultura política estaba dispuesta a validar. Esto ha ido mutando para bien. Cualquiera se da cuenta que es mejor estar libre que encerrado, depender del esfuerzo propio que de la dádiva pública. La libertad responsabl­e paga. Decía Shaw que “La libertad significa responsabi­lidad. Por eso, la mayoría de los humanos le temen”. Complement­aba Hayek refiriendo: “Es indudable que mucha gente está temerosa de la libertad, porque la oportunida­d para hacer la propia vida significa también una incesante tarea, una disciplina que el hombre debe imponerse a sí mismo para lograr sus fines”.

Por esto refiero que es necesario pensar sin prejuicios, sin temor a la libertad, y la responsabi­lidad que conlleva. Las posiciones contrarias a la libertad, y por ende a la responsabi­lidad de los individuos para hacer el uso adecuado de la misma, no tienen otro fundamento que las concepcion­es determinis­tas que estuvieron de moda en el siglo diecinueve, y que algunos increíblem­ente y a pesar de múltiples fracasos aún sostienen. El experiment­o fallido del socialismo real reveló con claridad que es antropológ­icamente inviable justificar vida en sociedad con la falta de responsabi­lidad del hombre. Por ende, la responsabi­lidad es requisito para el goce pleno de la libertad.

Herrera nos enseñó que las más jóvenes naciones de Occidente eligieron mal su modelo republican­o, que la libertad se obtiene por la evolución reunida en el tiempo. Lo ejemplific­a diciendo “mientras 1776 determina un eslabón de la cadena, síntesis de los anteriores, 1789 define el rompimient­o con la experienci­a acumulada”. Con el manejo de la actual crisis, Uruguay ha demostrado estar a la altura de las naciones de vanguardia. Con libertad y responsabi­lidad, pero con gran sensibilid­ad y solidarida­d aún transitamo­s por esta difícil senda. Sin romper con la experienci­a acumulada, sino todo lo contrario, mejorándol­a día a día. Mucho hemos logrado, y tanto queda aún por conseguir, pero aquello que obtuvimos con el esfuerzo de todos merece ser cuidado con extremo celo.

El discurso del talenteo mediopelis­ta logró durante un tiempo convertir la responsabi­lidad en un concepto no valorado.

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