Icono feminista de la Suprema Corte
La muerte de Ruth Bader Ginsburg tiene amplia repercusión política en Estados Unidos
Ruth Bader Ginsburg, la segunda mujer en servir en la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos y una pionera en la defensa de los derechos de la mujer, que en su novena década se convirtió en icono cultural de una generación mucho más joven, falleció el viernes en su casa en Washington, a los 87 años.
La causa fueron las complicaciones de un cáncer pancreático metastásico, informó la Suprema Corte.
Cuando se encontraron dos pequeños tumores en uno de sus pulmones en diciembre de 2018, durante una exploración de seguimiento por haberse fracturadio las costillas tras una caída, Ginsburg había vencido al cáncer de colon en 1999 y al cáncer de páncreas en etapa temprana diez años después. Se le colocó un estent de arteria coronaria para despejar una arteria bloqueada en 2014.
Con sus 1,52 metros de altura y sus 45 kilos, Ginsburg siempre atrajo comentarios sobre su frágil apariencia; frágil pero engañosa, ya que se ejercitaba de manera habitual con un entrenador, que publicó un libro sobre el desafiante régimen de ejercicios de su famosa clienta.
Cuando cumplió 80 años y celebró su vigésimo aniversario en la Suprema Corte durante el
Tuvo un matrimonio de 56 años con Martin Guinsburg. Le sobreviven 2 hijos.
segundo mandato del presidente Barack Obama, Ginsburg se encogió de hombros ante un coro que reclamaba que se retirara, con la finalidad de darle a un presidente del Partido Demócrata la oportunidad de designar a su reemplazo. Planeaba quedarse “mientras pueda hacer el trabajo a todo vapor”, decía. “Habrá un presidente después de este y espero que sea un buen presidente”.
Cuando la jueza Sandra Day O’connor se jubiló en enero de 2006, durante un tiempo Ginsburg fue la única mujer en el máximo tribunal de Justicia, lo que difícilmente es un testimonio de la revolución en la condición jurídica de la mujer que ella había ayudado a lograr en su carrera como litigante y estratega.
Sus años como la única jueza en la Corte fueron “los peores tiempos”, recordó en una entrevista en 2014. “La imagen al público que entraba en la sala era la de ocho hombres, de una cierta estatura física y luego esta pequeña mujer sentada a su lado. Esa no era una buena imagen para el público”. Con el tiempo se le unieron dos mujeres, ambas nombradas por Obama: Sonia Sotomayor en 2009 y Elena Kagan en 2010.
PUNTUAL. Después de la jubilación en 2010 del juez John Paul Stevens, cuyo lugar ocupó Kagan, Ginsburg se convirtió en el elemento principal y líder en los hechos de un bloque liberal de cuatro jueces formado por las tres juezas y Stephen Breyer. A menos que pudieran atraer un quinto voto, que el juez Anthony Kennedy proporcionó en ocasiones cada vez más escasas antes de su jubilación en 2018, los cuatro solían estar en desacuerdo con el tribunal ideológicamente dividido.
Las opiniones disidentes, fuertes y puntuales expuestas por Ginsburg atrajeron creciente atención a medida que la Corte se movía más a la derecha. Una estudiante de Derecho, Shana Knizhnik, le puso el apodo de Notorius R.B.G. ,un juego de palabras basado en el nombre de un famoso rapero, Notorius B.I.G., nacido en Brooklyn igual que la jueza. Pronto el nombre y la imagen de Ginsburg (su expresión serena pero adusta, su cuello de encaje con volantes que adornaba su toga judicial negra, sus ojos enmarcados por unos lentes de gran tamaño) se convirtieron en una sensación en internet.
ESPERANZA. La popularidad aumentó tras el triunfo electoral de Donald Trump, a quien Ginsburg había tenido la indiscreción de llamar “un farsante” en una entrevista durante la campaña de 2016. Más tarde reconoció que ese comentario fue desacertado. Los estudiosos de la cultura buscaron una explicación para el fenómeno. Dhalia Lithwick, en un artículo en The Atlantic a principios de 2019, indicó: “Hoy, más que nunca, las mujeres ávidas de modelos de influencia, autenticidad, dignidad y voces femeninas ensalzan a una jueza octogenaria como la encarnación de la esperanza de un futuro fortalecido”.
Su estrellato tardío no podría haberse predicho ni remotamente en junio de 1993, cuando el presidente Bill Clinton nombró a la jueza de voz suave, de 60 años, cuya amistad con colegas conservadores en el Tribunal de Apelaciones donde se desempeñó durante 13 años, dejó a algunas líderes feministas preocupadas de que el presidente estuviera cometiendo un error.
Pero, esa visión se diluyó porque recordaron los días de Ginsburg como litigante y directora del Proyecto por los Derechos de la Mujer de la Unión Americana de Libertades Civiles, en la década de los ‘70. Ella convenció a la Suprema Corte, integrada exclusivamente por hombres, de que empezara a reconocer la barrera constitucional contra la discriminación de género.