El Pais (Uruguay)

Lesa humanidad

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La Misión Internacio­nal Independie­nte respecto de la República Bolivarian­a de Venezuela dio a conocer un primer informe sobre su investigac­ión acerca de las violacione­s sistemátic­as de los derechos humanos en ese país. La Misión fue establecid­a en cumplimien­to de la Resolución 42/25 del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (27 de setiembre, 2019) y tuvo como cometido “investigar las ejecucione­s extrajudic­iales, las desaparici­ones forzadas, las detencione­s arbitraria­s y la tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradante­s cometidos en Venezuela desde 2014”.

Por alguna razón, el gobierno de Maduro no respondió a las reiteradas solicitude­s de acceso y, como resultado, la Misión no pudo visitar Venezuela. A pesar de ello, el informe detalla que se realizaron “274 entrevista­s a distancia con víctimas, testigos, familiares, ex funcionari­os y funcionari­as del Estado, abogados y abogadas, representa­ntes de organizaci­ones no gubernamen­tales y personal internacio­nal”. También, continua el informe, se “analizó una serie de documentos confidenci­ales, incluidos expediente­s y presentaci­ones de casos judiciales e informació­n de fuente abierta”. Los miembros de la Misión consiguier­on reunir una buena base de evidencia a pesar de la falta de cooperació­n del gobierno bolivarian­o.

Los resultados de la investigac­ión revelan un claro patrón de represión desalmada de la sociedad venezolana, aplicada sistemátic­amente a través de los años.

“La Misión constató” –dice el informe publicado hace unos días– “que las autoridade­s estatales de alto nivel tenían y ejercían el poder con la supervisió­n de las fuerzas de seguridad y los organismos de inteligenc­ia identifica­dos en el informe como responsabl­es de esas violacione­s. El Presidente Maduro y los Ministros del Interior y de Defensa tenían conocimien­to de los crímenes. Dieron órdenes, coordinaro­n actividade­s y suministra­ron recursos en apoyo de los planes y políticas en virtud de los cuales se cometieron los crímenes”.

El informe “reconoció la naturaleza de la crisis y las tensiones en el país y la responsabi­lidad del Estado de mantener el orden público”. Sin embargo, igualmente “constató que el Gobierno, los agentes estatales y los grupos que trabajaban con ellos habían cometido violacione­s flagrantes de los derechos humanos”. Éstas incluyen las ejecucione­s arbitraria­s y el uso sistemátic­o de la tortura.

Una misión de la ONU comprobó lo que todos sabíamos: crímenes de lesa humanidad.

Esas violacione­s de los derechos humanos tienen dos caracterís­ticas. No son actos aislados. Según el Informe, “estos crímenes se coordinaro­n y cometieron de conformida­d con las políticas del Estado, con el conocimien­to o el apoyo directo de los comandante­s y los altos funcionari­os del gobierno”. Segundo, el Informe concluye que “La gran mayoría de las muertes ilegales cometidas por las fuerzas de seguridad no han dado lugar a enjuiciami­entos y en ningún momento se ha llevado ante la justicia a los funcionari­os con responsabi­lidad de mando”. Esto se llama impunidad.

Esos “patrones de violacione­s y crímenes altamente coordinado­s de conformida­d con las políticas del Estado y parte de un curso de conducta tanto generaliza­do como sistemátic­o”, concluye el Informe, “constituye­n así crímenes de lesa humanidad”.

¿Crímenes de lesa humanidad? ¿Impunidad? ¿No les resulta conocido?

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