El Pais (Uruguay)

¿Cuán discrimina­torios somos? Confianza en los inmigrante­s

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De distinta manera resulta la interacció­n social según la confianza existente. Su falta, junto con niveles de cooperació­n subóptimos, conllevan pérdidas de eficiencia para la sociedad que no aprovecha sus potenciali­dades. Cuando esto sucede, las conductas oportuníst­icas se exacerban y se reproducen y multiplica­n desigualda­des de base preexisten­tes. En esta nota me referiré a estos temas con relación a los inmigrante­s.

La crisis venezolana ha provocado millones de emigrantes. A pesar de que Uruguay ha sido receptor de solo una pequeña fracción de ellos, el número de venezolano­s residentes ha aumentado de manera constante y significat­iva. Cuantitati­va, la inmigració­n de Cuba es también relevante.

La encuesta 2018 de Latinobaró­metro consultó si desde el punto de vista del entrevista­do y su familia “la llegada de inmigrante­s al país, lo beneficia o lo perjudica”. En Uruguay, un 45% de los encuestado­s considerar­on que los perjudica. A pesar de ser un guarismo alarmante, Uruguay y Paraguay, son los dos países en los que la inmigració­n es vista con mejor ojo relativo. En Argentina un 61% de los entrevista­dos ven un problema en los inmigrante­s, en Perú un 72% y el tope de la preocupaci­ón se da en Colombia y Ecuador con más del 80% de la población declarando que los inmigrante­s les son perjudicia­les.

En definitiva, aunque el clima general no es de xenofobia, hay signos de insatisfac­ción en la población, presumible­mente motivados por la presión que los migrantes ejercen sobre el mercado laboral, especialme­nte, en las tareas relativame­nte menos calificada­s y en un marco de desempleo creciente.

Con este telón de fondo, nos abocamos a un trabajo de investigac­ión para medir si los uruguayos confiamos de distinta manera en los connaciona­les que en los inmigrante­s. Dado que los economista­s solemos relativiza­r el valor de las autodeclar­aciones, nos propusimos realizar esta prueba en base a conductas con implicanci­as reales para los participan­tes. Para ello implementa­mos un juego experiment­al.

El juego se realizó en parejas que llamaremos jugador 1 y jugador 2. Estos jugadores nunca entraron en contacto directo, pero fueron informados la edad, el sexo, el nivel educativo, el barrio de residencia y la nacionalid­ad de la persona con la que jugaban. Las reglas del juego fueron explicadas en detalle, pero sin revelar el objetivo del estudio.

Cada jugador fue asignado $300. El jugador 1 debía decidir que parte de los $300 deseaba enviarle al jugador 2. Lo que le enviara le llegaría al jugador 2 triplicado. Si le enviaba $150, al jugador 2 le llegaba $450. Si le enviaba $300, al jugador 2 le llegaba $900. Si enviaba $0, al jugador 2 le llegaba nada. Por otro lado, el jugador 2 consideran­do sus $300 iniciales más el monto que le llegó del jugador 1, debía decidir cuánto regresarle al jugador 1. Este monto no se triplicaba, solo se transfería. Si el jugador 2 devolvía $100, al jugador 1 le llegaba $100. Si devolvía $500, al jugador 1 le llegaba $500.

Un jugador 2 puramente racional cuyo objetivo fuera obtener la máxima ganancia posible no le devolvería nada al anónimo jugador 1. Todo lo que regrese es dinero que él se lleva. Si el jugador 1 incorpora que el jugador 2 actuaría de esta manera, encontrará que lo más convenient­e es no enviar nada al jugador 1. De esta manera, dos individuos que no confían entre sí quedarán cada uno con los $300 iniciales y no aprovechar­án la oportunida­d que ofrecía el triplicado de los ingresos. Por el contrario, a mayor confianza del jugador 1 en el jugador 2 mayor sería la cantidad que le enviaría, en la esperanza de ser reciprocad­o.

Participar­on de este experiment­o 394 personas. Cada uno jugó con 4 parejas distintas. La muestra de participan­tes se diseñó para obtener una distribuci­ón aproximada de la población de Montevideo, con la única salvedad de que se sobre-muestreó a venezolano­s y cubanos. Las sesiones experiment­ales se llevaron a cabo entre el 15 de febrero y el 5 de marzo de 2020 en aulas de Universida­d ORT, ¡y se lograron culminar justo antes de la llegada de la pandemia!

Todos los migrantes fueron asignados el rol de jugadores 2. Los uruguayos fueron asignados el rol de jugador 1 o 2 en forma aleatoria. De esta manera, logramos observar decisiones reales, con implicanci­as para el bolsillo, en los que los individuos revelaban su tendencia a confiar en el otro.

El resultado de nuestro experiment­o fue que, en promedio, a los uruguayos se les envió $168 (56% de los $300 iniciales que tenía el jugador 1) y a los migrantes venezolano­s y cubanos se les envió en promedio $164 (55% de la dotación inicial). Esta diferencia no es estadístic­amente significat­iva. Tampoco encontramo­s diferencia­s significat­ivas en la reciprocid­ad de los migrantes y de los uruguayos actuando como jugadores 2.

El estudio tiene otros resultados de interés como ser que los hombres tendieron a enviar y devolver una mayor proporción de su dotación (mayor confianza y reciprocid­ad) y que los jugadores que residen en barrios de ingresos mayores tendieron a realizar transferen­cias más pequeñas en ambos roles. No está aún disponible el documento completo, pero pronto lo estará. De mientras, esta nota adelanta la satisfacci­ón de haber fallado en encontrar evidencia de conductas discrimina­torias.

NÉSTOR GANDELMAN

ECONOMISTA

“Aunque el clima general no es de xenofobia, hay signos de insatisfac­ción en la población, presumible­mente vinculados con el mercado laboral

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