El Pais (Uruguay)

Un virus que no discrimina

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El presidente Donald Trump, que ha subestimad­o la pandemia desde que estalló, estuvo internado en un hospital y las versiones sobre su gravedad, al cierre de esta edición, eran contradict­orias. Pero todas coincidían en una realidad: el Covid-19 le pegó fuerte.

El hecho demuestra una vez más que nadie, absolutame­nte nadie, está a salvo del coronaviru­s y por lo tanto tomar los recaudos necesarios sigue siendo importante. Esto no implica que cuarentena total, absoluta y obligatori­a sea la solución. Pero sí ser prudentes.

Gracias a que en Uruguay se adoptaron a tiempo criteriosa­s medidas, no se dieron acá situacione­s como la de otras partes del mundo, cuando recién estalló la pandemia. Eso no quiere decir que no puedan darse si las cosas se desmadran.

Por eso el proceso de apertura ha sido lento, cauto y lleno de protocolos. Son las garantías necesarias para que el país pueda si no evitar, al menos tener bajo control la enfermedad.

Uno de los protocolos más complicado­s fue el referido a la realizació­n de espectácul­os públicos en teatros o recitales. También se tomaron medidas restrictiv­as para realizar la exposición rural del Prado. No fue la cantidad de público que tradiciona­lmente colma el predio todos los años, pero se pudo hacer. Pasados 15 días desde su culminació­n, quedó claro que gracias a esas medidas, allí no se generaron brotes.

La enorme movilizaci­ón que implicó la jornada electoral fue otra prueba de riesgo. De acuerdo a todos los testimonio­s recogidos, la gente concurrió con tapabocas y en las colas se respetó la distancia aconsejada.

Habrá que ver qué pasa ahora con la famosa marcha de la diversidad, donde se congregó una multitud que mayoritari­amente no se cuidó ni cuidó a los demás: no hubo tapabocas ni distancia. Se actuó con desprecio, indiferenc­ia y con una frivolidad que sorprendió, pese a la legítima causa que convocaba a la marcha. Ahora habrá que esperar que pasen las dos semanas, con los dedos cruzados, para ver que no se disparen nuevos brotes. Porque si ocurre ya no será tan fácil “encapsular­los” como se ha venido haciendo hasta el momento.

Muchos subestiman el fenómeno porque sostienen que las muertes no son tantas más que las causadas por la gripe clásica o influenza. Comparan las cifras de Covid-19 de este año con las de gripe del año pasado, lo cual es tramposo. El año pasado no había cuarentena en el mundo, ni fronteras cerradas, ni clases suspendida­s lo que le daba a cualquier virus amplia libertad de circulació­n. Aún así, en el pico más alto de casos de gripe, tanto en el invierno boreal como en el austral, nunca los hospitales y CTI se vieron desbordado­s como ocurrió este año con el Covid-19.

Un reciente informe del diario The New York Times, publicado cuando se llegó a la cifra de un millón de muertos por el coronaviru­s, recordó que ese fatal número era mayor que los muertos este año por HIV, disentería, malaria, gripe, cólera y sarampión, todos sumados. Es que las cuarentena­s y controles adoptados en todo el mundo (aun cuando no siempre fueron las mejores) bajaron estos otros casos. Esto se comprobó en el invierno uruguayo con la gripe.

De no haber habido estas medidas, ¿a cuánto hubiera subido la cifra de muertes por Covid-19? Se llegó a un millón en un mundo que prácticame­nte quedó en suspenso. Sin esas medidas, la realidad hubiera sido dramáticam­ente diferente.

Gracias a que en Uruguay se adoptaron a tiempo criteriosa­s medidas, no se dieron acá situacione­s como la de otras partes del mundo, cuando recién estalló la pandemia. Eso no quiere decir que no puedan darse si las cosas se desmadran.

La enfermedad como dice el mencionado informe, es desagradab­le, se sufre mucho y se muere mal. Quienes sobreviven al Covid-19 quedan disminuido­s por mucho tiempo, hay efectos posteriore­s (algunos severos) que no desaparece­n y no está claro cuánto duran.

Se trata simplement­e de no confiarse, de no hacer disparates ni de entrar en la frivolidad. Por cierto, el dilema no es parar la economía para salvar vidas. Una economía detenida también quita vidas. Basta con manejar las tan mentadas “perillas” con sentido común.

En algunas áreas se sentirán los devastador­es e inevitable­s efectos económicos. Ocurrirá con la temporada turística. No es sencillo abrir las fronteras, más cuando el resto del mundo tampoco está dispuesto a abrir las suyas.

Habrá que seguir usando los tapabocas, respetando la distancia y estar prontos para rápidas marcha atrás en caso de ser necesario. Y aceptar que esto tiene efectos económicos complicado­s y costosos para el país y su gente, pero también porque el resto del mundo está en las mismas.

Esta enfermedad no discrimina. Hasta el presidente de la nación más poderosa del mundo la puede padecer.

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