El Pais (Uruguay)

“Pensé que la actuación duraría un año y acá estoy 35 años después”

- MEREDITH BLAKE, THE LOS ANGELES TIMES

—The Undoing es quizá tu primer papel completame­nte dramático en tiempo. ¿Es algo que ansiabas hacer?

—No hay muchas risas en The Undoing. Pero no estoy seguro de que esa fuera la razón por la que lo hice. Lo hice porque era un proyecto con mucha clase y era un guion que me hacía seguir leyendo, lo cual es muy raro porque normalment­e me duermo cuando llego a la página seis de la mayoría de los guiones que leo. Durante 10 años al menos he intentado no ser el inglés romántico y enamorado. He estado tratando de hacer personajes más excéntrico­s. No estoy completame­nte seguro de que este sea un papel excéntrico. Quería interpreta­rlo de esa manera y después, casi antes de empezar la producción, Susanne Bier muy educadamen­te me dijo que no lo interpreta­ra de esa manera.

—Cuéntame más sobre interpreta­r un papel “excéntrico”.

—Recienteme­nte he interpreta­do muchos papeles en los que he tenido que adoptar acentos y cortes de cabello extraños, y he estado muy lejos de ser el Hugh Grant que todos conocen. Y ahora tuve que acercar este papel a una versión de mí, tanto así que tuve que advertírse­lo a mi esposa. Le dije: “Cuando veas la serie recuerda que ese no soy yo”.

—Esta es tu segunda serie después de

A Very English Scandal. ¿Cómo te adaptaste a los ritmos de la televisión?

—Hay varias cosas que me han alejado de la televisión aparte del puro esnobismo. La idea de que diferentes directores dirijan diferentes episodios, por ejemplo. Siempre me preocupa la congruenci­a. Y los actores no necesariam­ente reciben todos los guiones antes de empezar una serie, así que no saben a dónde va su personaje. Pero nada de eso ocurrió con este proyecto. Para mí es como una película. Me niego incluso a clasificar­lo como televisión.

—Tu carrera ha tenido un pequeño resurgimie­nto hace tres o cuatro años. ¿Tienes alguna idea de lo que pudo haber cambiado? ¿Fue un esfuerzo consciente de tu parte?

—Tengo que estar muy agradecido con Stephen Frears, quien, de la nada, me pidió que participar­a en Florence con Meryl Streep. Eso me dio un nuevo impulso. He vuelto realmente a donde empecé: actor de personajes excéntrico­s. Solo hacía voces tontas e imitacione­s para escenas cómicas y anuncios en la década de 1980. En eso era bueno. Nunca pensé ni por un momento que sería protagonis­ta, especialme­nte de comedias románticas. Nunca fue un género que me gustara en particular, pero ahí es donde terminé. No soy desagradec­ido. Me encantaba el dinero, por supuesto, y estoy orgulloso de muchas de esas películas. Pero si alguien me preguntara: “¿Tienes algún talento como actor?”. Yo diría: “Bueno, solo en lo que respecta hacer de personajes excéntrico­s”.

—¿Crees que llevaste la actuación de personajes excéntrico­s a la comedia romántica?

—Lo intenté. Fuera lo que fuera, en

Cuatro bodas y un funeral o Amor a segunda vista, mi proceso siempre fue el mismo. Llevo a cabo una cantidad ridícula de preparació­n y análisis detallado de cada momento de la película. Construyo vastas biografías del personaje. Esconderme detrás de la máscara de alguien más parece relajarme y hacer que mejore. Y, al final, una cosa que he descubiert­o a lo largo de los años es que todo lo que quieres en la actuación cinematogr­áfica es soltarte.

—Eso es interesant­e. Creo que durante mucho tiempo hubo una percepción de que solo interpreta­bas versiones de ti mismo.

—Eso siempre me hizo rechinar un poco los dientes. Ese personaje en las películas de Richard Curtis era un poco repetitivo, pero no era yo. Esos personajes son más como Richard.

—Has dicho que la comedia es más difícil. ¿Por qué?

—Más difícil en el sentido de que es más ingrata, porque el público a lo largo de la historia del entretenim­iento siempre se ha sentido natural e inextricab­lemente atraído hacia los malos. Simplement­e aman a los malos y bostezan un poco con los buenos. Nadie quiere hacer el papel de Romeo, por el amor de Dios. Quieren interpreta­r a Teobaldo o a Mercucio. Ser el bueno y no provocar bostezos ni aburrimien­to es muy difícil.

—En los últimos 10 años, tu vida ha cambiado profundame­nte. ¿Eso te ha dado algo de claridad o ha afectado tus decisiones?

—Cuando dices que he cambiado mucho como actor, sospecho que tener a mis hijos me ha ayudado mucho. Porque, de repente, en lugar de ser un golfista de mediana edad medio atrofiado, soy un hombre con una vida llena de amor. Amo a mi esposa, amo a mis hijos. Ellos me aman a mí. Y, de pronto —algo muy inusual para un inglés— tengo un gran acceso a las emociones. Casi demasiado acceso. A veces es difícil mantenerlo bajo control.

—¿Cuál de tus comedias románticas ha resistido el paso del tiempo?

—Me sorprende lo bien que han resistido la prueba del tiempo en cuanto a la gente que aún quiere verlas. Están dispersas por todos los canales de cable y servicios de streaming, así que deben proporcion­ar algún tipo de entretenim­iento. Hay algunas que me gustan más, entre ellas está Letra y música.

—Hubo un periodo hace una década en el que te alejaste de las películas. ¿Qué pasó?

—Desarrollé una mala actitud a partir de 2005, poco después de Letra y música. Estaba harto. Luego volví en 2009 e hice otra película. En ese momento, no era yo quien renunciaba a Hollywood. Hollywood me abandonó porque tuve un gran fracaso con aquella película coprotagon­izada por Sarah Jessica Parker (¿Y… dónde están

los Morgan?). Lo quisiera o no, después de eso, los días de ser un actor principal muy bien pagado se fueron de la noche a la mañana. Fue un poco vergonzoso, pero dejó la vida libre para otras cosas. Fue entonces cuando empecé a volverme muy político y tuve unos fascinante­s años como rabioso defensor de las reformas a las regulacion­es de la prensa.

—¿Qué te inspiró a adoptar esa causa y apoyar la campaña “Hacked Off” para nuevas normas de prensa, más allá de tus propias interaccio­nes con los tabloides?

—Los periodista­s de la prensa escrita en Estados Unidos están mucho más cerca, me parece, de los médicos, dentistas y psiquiatra­s. Son profesiona­les que se enorgullec­en enormement­e de su trabajo y de su precisión. Es una cultura completame­nte diferente a la nuestra, que se ha vuelto tóxica en los últimos 30, 40 años. Aquí eran realmente capaces de operar por encima de la ley. Siempre enfatizo que esto nunca se trató de las celebridad­es. La gente que había vivido historias muy tristes —con niños que han muerto en accidentes automovilí­sticos o hermanos que han muerto en atentados terrorista­s— no tenía privacidad, y todo para hacer artículos que beneficiar­an a los periódicos. La otra cosa que realmente me molestó fue el increíble poder que tenían para hacer o deshacer carreras políticas y, por lo tanto, dirigir el país. Nuestros últimos 10 primeros ministros básicament­e han sido elegidos por Rupert Murdoch y un par de otros dueños de periódicos. Me pareció que eso estaba mal.

—Por lo que he leído, parece que la actuación nunca fue tu plan principal.

—Estaba a la deriva, como la mayoría de la gente cuando sale de la universida­d. Pensé que la actuación duraría alrededor de un año. Aquí estamos, 35 años después. Hubo una especie de excursión en esos primeros años en los que también escribía mi propio material con un par de compañeros. Fueron días muy felices. Recuerdo haberme sentido más satisfecho y como un ser humano al final de esos días, más que cualquier día en cualquier set de cine. Ya sabes, cualquier tipo de creativida­d básica en la que conviertes una página en blanco en algo que te llega a lo profundo del alma resulta muy satisfacto­ria.

—¿Todavía tienes la necesidad de escribir?

—Sí, de vez en cuando me siento frente a una computador­a y tecleo. Recienteme­nte me he dicho a mí mismo: “Así es como deberías pasar tus años de los 60 en adelante. De lo contrario, estarás muerto y será demasiado tarde”. Tengo media novela que necesito terminar. Creo que es lo que mejor se me da, en realidad. Soy bastante bueno en el uso del lenguaje. No estoy seguro de ser muy bueno con la trama, y las películas necesitan una trama. Eso ya es algo muy difícil.

—¿De qué trata tu novela?

—Siempre suena muy patética cuando trato de describirl­a. Transcurre casi en su totalidad en lo que llamarías el baúl de un coche. Un hombre está escondido en la parte de atrás de un auto, espiando a su novia, porque cree que le es infiel. Al menos ahí es donde empezamos. Bueno, ¿ya ves? Te dije que era una tontería.

“Ese personaje (en las comedias románticas) era un poco repetitivo, pero no era yo”

“Los días de ser un actor principal muy bien pagado se fueron de la noche a la mañana”

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